Tania Dangiolillo creció escuchando la historia de una cicatriz muy grande que su papá tiene en la rodilla: una secuela de la represión más fuerte que hubo en Uruguay en la postdictadura, en los noventa. La huella de un palazo. “Era una historia individual, chiquita, pero formaba parte de una estructura mucho más grande. Era una historia social”, define. Este es uno de los orígenes y ejes de Marcas en la piel, serie documental que Dangiolillo dirige y que acaba de estrenar Canal Encuentro. En cada capítulo una persona cuenta qué hay detrás de alguna marca que lleva en el cuerpo, y cada relato contiene resonancias culturales, sociales, políticas, científicas.

En el primer episodio --ya emitido, disponible en YouTube-- Federico Lucker cuenta cómo se le despertó el vitíligo a los 10 años, después de que su padre abandonara a su familia. También, narra cómo transformó la enfermedad en motor para visibilizar un tipo de belleza no hegemónica, volviéndose influencer. El protagonista del segundo capítulo es Gustavo Ludueña, quien padece linfoma de Hodgkin, cáncer causado por la exposición a agrotóxicos. La violencia de género también es tema de Marcas…, plasmado en la historia de Karina Abregú, a quien su expareja le provocó quemaduras en el 50 por ciento del cuerpo. Mariel Fleiderman, quien atravesó una mastectomía y una reconstrucción mamaria, y Delfina Martínez, “trans, afro, artista, activista, actriz y pobre” de acuerdo a su propia definición, son otras de las entrevistadas de la serie que se presenta los viernes a las 22.30.

Son capítulos muy breves, de menos de 15 minutos, que combinan entrevistas a cámara con otro tipo de recursos. “Siempre quise planos detalle de las pieles, que se vieran bien”, dice Dangiolillo, uruguaya de 30 años. Tiene experiencia como camarógrafa y fotógrafa y es parte de la dirección de la Radio Uruguaya M24; éste es su primer trabajo como directora. “También tenía muy presente la idea de un collage y del seguimiento del personaje. Es algo que aporta para más o menos conocer la atmósfera. La duración es algo bueno. Comprime la historia. Sin dudas se puede contar más, las historias dan, pero es un formato lindo.”

Tania Dangiolillo.

Aparte de la experiencia vivida por su papá en el marco de una manifestación que reclamaba asilo político para ciudadanos vascos, otro factor que dio origen a Marcas... es el hecho de que Dangiolillo es maquilladora. “No me cerraba estar modificando la piel para dejar a una persona con determinado tipo de belleza. Me di cuenta de que no era por ahí. También estoy vinculada a la danza, que me hizo pensar de otra forma en el cuerpo y la piel. Es lo más visible, lo primero que ven las otras personas, lo primero que tocan. Lo que nos contiene pero a su vez nos acerca”, expresa, en diálogo telefónico desde Montevideo, luego de lamentar que la pandemia esté ocurriendo en su país con un gobierno de derecha en el poder.

Esta ópera prima iba a recopilar testimonios latinoamericanos, intención obturada por la pandemia y la falta de presupuesto, y terminó siendo mayormente argentina en ese sentido. Pareciera exaltar dos dimensiones de la piel: la emocional y la política. Por ejemplo: la enfermedad de Lucker es presentada como una consecuencia del estrés padecido en su infancia; la historia de Ludueña se enlaza con su lucha y la de otres por cambiar el modelo de producción. La directora buscó “diversidad” en los casos, armar un “mosaico”. Y algo que aprendió en el camino, que también se evidencia en la búsqueda narrativa, es que estas historias de marcas en la piel eran también historias de “fortaleza”.

“Es lo que me cautivó de la mayoría. El tercer capítulo es sobre Karina, una mujer a la que su exmarido quiso matar. Además de las complicaciones físicas, eso la dejó devastada económicamente, con una familia que sostener, con luchas para que se haga justicia. Está firme; lo da todo”, resalta la realizadora. Y concluye: “Si hay cosas que cambian también es por la fuerza de las luchas, que pueden ser partidarias o no pero son siempre colectivas, como el feminismo.”

La historia de Mariel

"En ningún momento se me pasó por la cabeza contar mi historia en ninguna cosa pública", admite Mariel Fleiderman. Decidió participar de la serie para poner su experiencia personal al servicio de la sociedad. "Era trillado hablar del cáncer de mama. Se habla en todos lados hoy. Me parecía bueno hablar de lo que pasa después", dice. "Lo que quise testimoniar es que si te toca pasar por un cáncer de mama no tenés que dudar de hacerte la mastectomía. La reconstrucción es posible, y hace que recuperes un cuerpo femenino, puedas ser activa sexualmente y no tengas que sentir que te falta ningún órgano." 

La mastectomía, cirugía que extrae toda la mama o parte de ella, no es lo que suele recomendarse en los consultorios. Según advierte Fleiderman, la mayoría de los médicos, hombres, recomiendan otra alternativa, la irradiación. "El tejido queda afibrosado, la piel acartonada, se dificulta la reconstrucción. Son ultraconservadores y no se ponen en el cuerpo de una mujer. Lo que persigue mi testimonio es que las mujeres sepan que con la mastectomía no quedan mutiladas, que pueden tener una vida normal", subraya Mariel, y anticipa que el episodio que protagoniza también remite a la historia argentina, la sexualidad y "las marcas en la piel que dejan los años".