Para Jacques Attali, “la humanidad parece atravesar una pesadilla. Y parece tener un solo deseo, una ambición y una súplica: que todo termine y que volvamos al mundo de antes”. Lo que, por cierto, es imposible. ¿Vendrán otros tiempos? Es lo que desarrolla en su libro La economía de la vida, de reciente traducción al castellano.

Jacques Attali, nacido en Argel en 1943, estudió en la Ecole des Mines, en la Ecole Polytechnique, el Institut d’Estudes Politiques de Paris antes de culminar su formación en la Ecole Nationale d’Administration. También fundó cuatro organismos internacionales, ONG como “Lucha contra el Hambre”, “Positive Planet”, “Eureka” y públicas, como el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Pero quizás sus años como consejero del presidente francés Francois Mitterrand fueron los más intensos de su existencia. Por eso ahora escribe libros, lleva unos 80 títulos, y en su tiempo libre ejerce como director de orquesta.

Attali está enojado. Y el enojo en un tipo culto puede ser una apreciable síntesis de su pensamiento.

“Me da rabia tal ceguera, ya que aún si esta pandemia desapareciera rápido (…) no vamos a volver al mundo de antes con un toque de varita mágica”.

“Me da rabia ver tantos países que no comprendieron durante tantos años que la salud es una riqueza y no una carga, y que hayan reducido los recursos de los hospitales y otros lugares de cuidado sanitario”.

“Me da rabia ver el mundo meterse en pausa, como si hubiesen entendido que habría que cambiar todo, pero sin osar hacerlo”.

“Me da rabia ver como todos los gobiernos pasan de la sideración a la negación, de la negación a la procastinación. Y quedarse allí”.

“Me da rabia ver que ningún país se pone realmente en economía de guerra”.

“Me da rabia ver la economía criminal sacar provecho de las desgracias de las personas”.

“Me da rabia ver la instrumentación de medidas inútilmente liberticidas, falsamente provisorias”.

“Me da rabia ver los más pobres, y sus hijos, pagar con su vida la incuria de los dirigentes”.

“Me da rabia ver tanta gente que sueña con volver al mundo de antes que produjo esta crisis”.

“Me da rabia ver tantos otros tomar bellos posicionamientos, para decir que una nueva sociedad es necesaria, sin que empiecen a decir cómo podemos llegar a eso”.

Guerra

Muchos critican, dice Attali, que exista una comparación entre esta pandemia y una guerra. Sin embargo, argumenta que “cuando comenzó esta pandemia, como cuando comienza una guerra, el mundo cambió en pocas horas. Como al principio de una guerra, nadie o casi, en ningún país, tiene una verdadera estrategia. Como en agosto de 1914 o septiembre de 1939, todos pensaron que duraría semanas”.

Para reafimar esta idea señala:

“Como durante una guerra, las libertades fundamentales son y serán destratadas, mucha gente ha muerto y morirá; muchos jefes serán barridos; una batalla sin piedad enfrentará a los que quieren volver al mundo de antes y los que habrán comprendido que no es posible, ni socialmente ni políticamente ni económicamente, ni ecológicamente”.

“Como en una guerra, todo se decidirá en la relación a la muerte. Una muerte colectiva, y no individual. Una muerte visible, y no íntima. Una muerte múltiple, rampante, presente, que pierde su unicidad, y la hace perder también a la vida de cada uno”.

“Todo se jugará en la relación con el tiempo. Porque (y eso también es lo que nos recuerda una guerra) en una pandemia, sólo el tiempo tiene valor. El tiempo de cada uno. Y no sólo el tiempo de aquellos que, pase lo que pase, se beneficiarán con esta crisis”.

Modelo

Attali insiste: “Como durante una guerra, los vencedores serán los que tuvieron primero el coraje y las armas. Y por tener el uno y las otras, se necesitará una movilización sin fallas en torno de un proyecto nuevo, que llamaré aquí 'la economía de la vida'”.

Agrega: “Muchas otras generaciones, confrontadas con crisis mayores, escondieron la cabeza como el avestruz. Luego, llenas de un orgullo infantil, creyeron que el mal estaba vencido y que eran ellos los que habían vencido al mal. Abandonaron demasiado rápido toda prudencia, para volver al mundo de antes. Y perdieron todo”.

El modelo de Jacques Attali es Corea del Sur.

“En 2015”, dice, “la pandemia de MERS-CoV causó 186 infectados y 36 muertos en Corea. Fue un trauma nacional, causó una crisis política… de allí que los coreanos decidieron crear sus propias instituciones, como la KCDC (Korea Center for Disease Control), que estuviese alerta frente a cualquier amenaza epidemiológica. En particular establecieron la necesidad del uso de barbijos, testeos, aislamiento de los afectados”. Estrategia aplicada desde 2015.

Prudentes los coreanos. Attali afirma que desde 1970 fueron descubiertos más de 1500 agentes infecciosos patógenos, 70 por ciento de origen animal. Cita a la profesora Devi Shridar, titular de la cátedra de salud pública global en la Universidad de Edimburgo, quien señaló en 2018 que desde el punto de vista epidemiológico “la mayor amenaza para la población británica es una persona en China que haya sido infectada por un animal”.

Los coreanos, por su parte, sin casos que señalar en 2019, planifican sus acciones sobre la hipótesis de una familia coreana de regreso de China con una nueva forma de enfermedad infecciosa. Trabajan sobre los diagnósticos, el aislamiento de los infectados, trazabilidad de las personas infectadas.

Cuando los chinos comparten la secuencia del genoma de la covid-19, el 11 de enero de 2020, los coreanos lanzan la fabricación en masa de tests para el coronavirus, aún cuando no tenían casos.

De hecho, dice Attali, desde dos años antes de la actual pandemia, Corea del Sur tomó tres buenas decisiones: fabricar y distribuir barbijos, fabricar kits de test y testear cuando sea necesario, aislar a los que salgan positivos, así como a sus contactos. “Barbijos, testeos, trazabilidad, está todo dicho”, indica.

Plenos poderes

El Korea Center for Disease Control , dirigido por una especialista en epidemiología y medicina preventiva, realiza la coordinación de todas las operaciones sanitarias. Incluso, subraya Attali, se promulgaron leyes que le otorgaban plenos poderes, sobre la policía y la justicia, con el objetivo de recolectar todas las informaciones necesarias. Los datos quedan anónimos.

“Hubo una reconversión de las industrias, para proveer lo esencial y al mismo tiempo establecer un régimen de regulación de la pandemia que no interrumpiera la actividad económica”, explica. Un objetivo ambicioso: reducir el impacto de la peste. Pero para eso hay que tener un Estado preparado, un gobierno decidido, una sociedad dispuesta no sólo a aceptar las medidas excepcionales, sino también a participar de manera activa. De todo eso depende, en última instancia, el éxito o el fracaso de la operación.

La indignación de Attali reside en que para él, la equivocación de Europa es imitar a China antes que a Corea. “Otro error de estos gobiernos --los de Europa-- es entrar en pánico: en lugar de empujar la gente a reinventarse, instalan la idea que hay que esperar para volver a la normalidad... sin considerar los costos que implica mantener lo que ya no funcionaba, y en cuanto al tema de la pandemia, volver a todo lo que ha hecho nacer esa 'economía de la muerte'”.

Ahí es cuando Attali es más filoso: “cuando lo político no puede asegurar el bienestar de sus ciudadanos, cuando no puede garantizar un nivel de vida, ni prometerle uno para sus hijos, y sobre todo cuando no sabe evitar la muerte, darle sentido, o al menos hacerla olvidar, la sociedad que administra, la cultura de la que es garante están en grave peligro”. Para agregar: “muchos dirigentes políticos no tomaron en cuenta que con esta pandemia empieza una muy grave crisis política, social, moral e ideológica, mucho más que una crisis económica”. 

Advierte que “esta crisis reveló que nuestro sistema económico y social no estaba preparado para un acontecimiento inmenso, y que sin embargo era previsible. Y que esta pandemia ha sido agravada en extremo, sino provocada, por nuestros modos de vida y nuestro impacto sobre esos ecosistemas”.

Reorientar la economía

Atalli explica que “entonces aparece una evidencia: hay que poner en cuestión muy profundamente nuestros modos de organización, de consumo y de producción. Nuestras sociedades deben reorientar su economía hacia los sectores cuyas producciones nos hacen cruelmente falta, de las que vimos que son vitales. En primer lugar los sectores necesarios para ganar la batalla contra la pandemia. Luego, los sectores que la pandemia reveló como esenciales. Esos sectores juntos son lo que llamo 'la economía de la vida'".

Los identifica en un capítulo llamado Más allá de los mercados: la economía de la vida. Estos sectores “son numerosos: salud, prevención, higiene, deporte, cultura, infraestructura urbana, vivienda, alimentación, agricultura, protección de los territorios”, así como “el funcionamiento de la democracia, la defensa, gestión de la basura, reciclaje, distribución de agua, energía limpia, ecología y protección de la biodiversidad, educación, investigación, el mundo digital, el comercio, la logística, los transportes de mercaderías, los transportes públicos, la información y los medios, los seguros, el ahorro y el crédito”.

Attali señala que estos sectores que él identifica como la economía de la vida representan el 58 por ciento del PIB en Estados Unidos, 56 por ciento en la Unión Europea y 51 por ciento en Japón. Sostiene que deben llegar al 80 por ciento del PIB. Considera necesario “que los hogares gasten una parte más importante de sus recursos para curarse, alimentarse, formarse, cultivarse” y para tener mejores viviendas; “que los empleadores aumenten el salario y el estatus social de los que trabajan en los sectores de la economía de la vida"; "que los bancos, los accionistas y el Estado sostengan en prioridad las empresas, grandes o pequeñas de esos sectores”.

Afirma que “todos los sectores excluidos de la economía de la vida son los peores enemigos del ambiente: automotrices, aviación, química, plástico y muchos más. Con una reconversión encontrarán su lugar en la economía de la vida”, aunque no da demasiados ejemplos de cómo hacerlo. Es una pista que habrá que explorar, analizar, planificar.

¿Cómo llegamos a esto? Attali sostiene que “setenta años de droga ultraliberal han matado toda voluntad y todo medio para que el Estado pueda actuar de modo firme y desear un proyecto. Y pocos años de desarrollo de las tecnologías de vigilancia, del nomadismo y de la precarización permitieron dudar de la necesidad de proteger a la democracia y de la voluntad de desarrollar un proyecto global. La instantaneidad, la precariedad, el egoísmo se convirtieron en regla” (...) “es tiempo de pasar de la economía de sobrevivencia a la economía de la vida. Es tiempo de pasar de una democracia abandónica a una democracia de combate”. Una democracia de combate, buena idea.

* Senador Nacional (M.C.). Mesa Ejecutiva Identidad.