Este fin de semana habrá cuatro elecciones simultáneas en Chile: municipales y regionales -en las que se elegirá a los alcaldes, concejales y gobernadores de las 16 regiones del país-, pero la más importante de todas será la que elija convencionales constituyentes que redactarán una nueva Constitución, que dará de baja la de 1980 impuesta en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet.

Luego del levantamiento popular de octubre de 2019 que torció el brazo del establishment político y económico del país trasandino, y como consecuencia de eso también del gobierno de Sebastián Piñera, resultó imperativo barajar y dar de nuevo en términos de una ley fundamental para un país que acentuó sus desigualdades sociales desde el golpe de septiembre de 1973 y que no consiguió revertir esa inercia económica y social, bajo ninguno de los gobiernos democráticos que sucedieron a Pinochet desde diciembre de 1989.

La Asamblea Constituyente será un órgano paritario, es decir, que estará compuesto por igual porcentaje de hombres y mujeres, y además tendrá representación indígena. Hay candidatos de los partidos más tradicionales, pero también muchos independientes. El reclamo por una nueva Constitución fue uno de los principales en las manifestaciones de 2019, que comenzaron como una protesta contra el incremento de precio del boleto del subte y derivó en un reclamo por un modelo socioeconómico más igualitario. 

La represión desatada por el gobierno de Sebastián Piñera dejó más de 30 muertos y miles de heridos. Junto con las revueltas, salió a la luz la posibilidad de redactar una nueva Constitución que sustituya a la actual y que entre otra cosas, sienta las bases de la privatización de servicios básicos como el agua, la salud y las jubilaciones. 

Se celebró un histórico plebiscito que aprobó por abrumadora mayoría (80%) desterrar la carta magna actual.