La “meseta alta” en la que se halla el país no da respiro al sistema de salud. El viernes –el último día de carga “fuerte” de la semana– Argentina registró 27.363 nuevos contagios y 601 fallecimientos. La tendencia a la baja en las infecciones que se había reportado hacia fines de abril se detuvo y la situación, desafortunadamente, parece revertirse. Son 5.457 las personas que están en Unidades de Terapia Intensiva y, en efecto, hay un 69,5 por ciento de ocupación a nivel nacional y un 76,1 en el AMBA.

El 21 de mayo vence el DNU con las restricciones propuestas por el gobierno para esta etapa de la pandemia. Por ello, la próxima semana será decisiva para definir las acciones que siguen. “En términos generales se está viendo un repunte de los contagios. No era lo esperable para este momento si se tienen en cuenta las restricciones que hay. Todos los días de la última semana han mostrado un leve crecimiento respecto de la anterior. La del 7 de mayo tuvimos un promedio de 20.110 casos en cada jornada y la del 14 tuvimos 21.619, de manera que experimentamos un ocho por ciento más de infectados entre la última semana y la anterior”, dice Soledad Retamar, docente investigadora de la UTN Regional Concepción del Uruguay. Luego completa: “El sistema sanitario está al borde del techo del ochenta por ciento estipulado por el gobierno como límite, lo veo muy complicado. Deberíamos haber bajado los casos, al menos durante un mes más y a mayor velocidad. De esta forma, corremos en círculos”.

“Hoy no tenemos una meseta común y corriente sino un altiplano, que está en condiciones de subir un poco más a partir de lo que suceda en las provincias. El problema de este piso alto es que las terapias continúan en una situación límite. Si las restricciones en todo el país se combinan con la vacunación que tenemos, en poco tiempo, podría cambiar muchísimo la situación. Es algo que experimentó Reino Unido e Israel. Si realmente se parasen todas las actividades durante dos semanas, el escenario podría modificarse muchísimo”, apunta Daniel Feierstein, investigador del Conicet y docente de la UBA y de la Untref. Si se dispusieran nuevas restricciones en un marco de inmunización masiva a todo ritmo –empujado por las cinco millones de dosis que llegarán de AstraZeneca antes de que culmine el mes– la tasa de contagio comenzaría a disminuir, el sistema de salud podría aflojar su tensión y, mientras tanto, aquellos que reciben sus vacunas accederían a una protección que antes no tenían.

Si bien luego de las restricciones que fueron puestas en marcha hacia mediados de abril mermó la circulación de las personas y con ello se desaceleró la propagación del Sars CoV-2, en las últimas dos semanas la curva de contagios se estacionó en un piso muy alto que sigue colocando en tensión al sistema de salud. El 16 de abril había constituido, en este sentido, el pico de esta tercera ola y Argentina había alcanzado los 29.472 infectados en una sola jornada. Ese hito coincidió con la limitación de la movilización en el Área Metropolitana de Buenos Aires: las restricciones a la nocturnidad, los encuentros sociales y la suspensión de clases presenciales que contribuyeron a mejorar el panorama en un comienzo, pero ahora rinden menos frutos.

El AMBA y las provincias

El próximo viernes se vence el último DNU dispuesto por el gobierno y, si bien las medidas funcionaron al comienzo, hoy la situación es más compleja. Sin embargo, para superar esta versión esquemática, vale la pena indagar sobre qué sucede específicamente en el AMBA y qué diferencia su situación respecto de lo que acontece en el resto de las provincias. “En el Área Metropolitana continúa exhibiéndose un leve descenso pero es menor de lo que se observaba en las semanas previas. El conurbano bonaerense que venía bajando a un 28 por ciento de una semana a otra pasó a disminuir a un trece, y en CABA que era de un 17 pasó a ser de un quince. Mientras tanto, en el interior del país se advierte un incremento; incluso, hay algunas como Neuquén, Río Negro o La Pampa que, además de mostrar un crecimiento importante, parten de un piso alto”, explica Retamar.

En Neuquén, por ejemplo, durante la primera quincena de mayo los casos se incrementaron en un ochenta por ciento en relación a la última quincena de abril. Formosa es otra de las que crece a ritmos preocupantes: su indicador de razón (parámetro contemplado por el gobierno para analizar la curva de casos) da como resultado 2.17 cuando el límite para un alto riesgo sanitario es 1.20. La analista de datos destaca: “Quizás no se nota tanto la aceleración de la curva en algunas provincias porque en la cantidad de casos diarios no suman tanto. El viernes Formosa reportó 49, pero vienen con un promedio semanal de 168”. San Juan, San Luis y San Juan son las otras que también denotan una curva en franco ascenso.

Según sugirieron los epidemiólogos en marzo de 2020, la pandemia se desarrollaría en términos de picos y mesetas, subidas y bajadas constantes. A diferencia del año pasado, sin embargo, pese a que hay variantes importadas (Reino Unido y Manaos) de transmisión comunitaria que complican las cosas, también hay vacunas. Algunos países, de a poco, se van incorporando a la selecta lista de aquellos que poco a poco van dejando de lado esta realidad de excepción que configura una pandemia en el siglo XXI. A la realidad que ofrece Israel y Estados Unidos se van sumando otros. En Argentina, a partir de la inmunización masiva de adultos mayores (ya se vacunó al 75 por ciento de las personas con 60 o más años) se observan algunos resultados preliminares pero alentadores. Uno muy ilustrativo es que, según la Sociedad Argentina de Terapia Argentina, el promedio de internados descendió a 53 años cuando el año pasado ese número llegaba a 70. Las vacunas funcionan; falta mucho, pero falta menos.

El margen para la acción

“En el mundo hay ejemplos que demostraron que los cierres muy duros de cinco o seis semanas pueden contribuir muchísimo a resolver la situación. El problema es que no sé si existe una situación socio-política lista para ello. Es complejo, una cosa es la respuesta sanitaria adecuada y otra muy diferente la viabilidad para que las medidas se tomen en el momento en que deben tomarse”, expresa Feierstein. Bajo esta premisa, que marca una brecha entre lo deseable y lo posible, emerge de nuevo la chance de la puesta en marcha de un ASPI, es decir, de Aislamientos Selectivos Planificados e Intermitentes.

“El ASPI es un modelo teórico que planteamos hace meses junto a Rodrigo Castro y otros colegas que podría probarse pero –de nuevo– hay que ver si hay aire político para intentarlo. Se trata de una lógica intermitente y selectiva, que prevé que los meses se organicen a partir de tiempos de cierres y de aperturas”, propone el sociólogo. Y luego ofrece un ejemplo: “La dinámica que se proponía era más o menos así: podíamos cerrar nueve días para cortar la propagación y abrir 20 para estimular la economía. Este mismo proceso podría repetirse durante algunos meses”.

Retamar, por su parte, insiste en focalizar el control de lo que sucede en el resto de las provincias. “Las últimas restricciones fueron más fuertes en el AMBA, pero sacando alguna provincia grande como Mendoza, no se registraron grandes cambios en el resto. Si bien allí disminuyó un poco la circulación viral, comenzó a crecer en otras de gran densidad demográfica como Córdoba. Y cuando crece en Córdoba, el impacto es importante porque repercute en el conteo a nivel nacional. Aporta un promedio de dos mil casos diarios, similar a CABA”, sostiene.

De la misma manera que sucedió en otros momentos de la pandemia, por lo tanto, la circulación del virus y la situación crítica que se advierte primero en Buenos Aires, luego repercute –con algunas semanas de desfasaje– en el resto del país. “Muchas jurisdicciones experimentan crecimiento con una alta incidencia además. Entonces, más allá de lo que ocurre en Buenos Aires hay que tener en cuenta la realidad de lo que pasa en el interior”, solicita la investigadora con el propósito de combatir “esa concepción tan porteñocéntrica”.

Lo que podría contribuir en esta línea es el proyecto de Ley de Emergencia Covid que el gobierno busca aprobar en el Congreso. El objetivo del proyecto legislativo es contar parámetros prestablecidos, con el propósito de que el proceso de toma de decisiones a nivel nacional sea más sencillo y no dependa de las especulaciones ni de variables arbitrarias en cada territorio provincial. La adopción de indicadores objetivos para medir los riesgos, estratificar las situaciones y actuar en consecuencia. Además, según la norma, aunque delega en los gobernadores la potestad del manejo de sus jurisdicciones, faculta al presidente a intervenir en aquellas situaciones de excepción, en que las alarmas epidemiológicas y sanitarias lo ameriten.

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