Pese a la etiqueta social “Catamarca es conservadora”, esta provincia, al igual que otras, atraviesa una época de cambios, entre ellos los referidos a los tipos de relaciones de pareja.

La vida del ser humano, inscripta en una historia que va más allá de su genealogía, carga sobre sus hombros el peso de generaciones anteriores que, muchas veces, no dejan de transmitir fantasmas, pesados secretos, deseos asignados, relatos, leyendas, aparecidos y desaparecidos. Pero, ¿existen muchos casos donde las familias y las sociedades hayan vivido sin rebeliones internas? ¿Alguna vez las costumbres se mantuvieron por largos períodos de tiempo? ¿Cada generación no suele sorprenderse de las posteriores al observar esos cambios?

Hoy, en muchos casos se promueven cambios tales como vínculos de autonomía y libertad, lo que puede apreciarse como un gran avance en relación con las prácticas de dominio y control monogámicas con apariencia conservadora. Sin embargo, suelen ser peligrosos si no se incorporan a estos nuevos vínculos el concepto de responsabilidad afectiva.

Autonomía y libertad no son posibles pensarlas por fuera de la vida en sociedad. Vivimos con el otro. Así como cada uno tiene sus deseos, aspiraciones e historia, el otro también. Por tanto, cuando no asumimos que el otro es un sujeto de deseo, surgen prácticas que cosifican y éstas retornan sobre la propia subjetividad. Como un bumerang.

La responsabilidad afectiva se basa en el consenso, cuidado y diálogos sobre los sentimientos que brotan en una relación de cualquier naturaleza. Cuidar implica escuchar al otro teniendo en cuenta sus emociones. Y autocuidarse. 

El origen del concepto de la responsabilidad afectiva ha surgido en el marco de las reflexiones sobre el poliamor. Una de las versiones acerca de la historia del término, la ubica en los movimientos poliamorosos de la década del 80 en Estados Unidos. En contra de la idea de carencia de valores de la comunidad poligámica se han desarrollado conceptos de responsabilidad en el manejo de los afectos. Esta comunidad comenzó a preguntarse acerca del respeto y cuidado de las emociones de los otros en los vínculos. Así nacen los primeros esbozos de lo que luego se comenzará a llamar responsabilidad afectiva. 

El concepto que estamos tratando se aplica en todas las relaciones. La base de estos vínculos son las emociones de los integrantes, la comunicación y el respeto de ellas. "Cuidado, respeto, empatía, están directamente relacionados con la responsabilidad emocional", señala un artículo de la Red de Psicólogos de Córdoba. No se trata de una idea acabada ni de un concepto cerrado, y por esta razón lo importante no es tomarlo como una verdad absoluta, sino pensarlo y debatirlo en la relaciones de cada uno. Conviene desnaturalizar ciertas conductas y analizarlas en el marco de respeto hacia el otro, reflexionando sobre los alcances y limitaciones de nuestras acciones y la de los demás. 

Irresponsabilidad y a-responsabilidad afectiva

El 14 de mayo de 2021, en la provincia de Catamarca se dictó sentencia a Naim Vera, femicida de Brenda Gordillo. Por las características alevosas y horrorosas del caso (asesinato, descuartizamiento, ocultamiento) es fácil inferir que no hubo responsabilidad afectiva por parte del asesino. Los informes de los peritos determinaron características de personalidad psicopática y narcisista. Uno de los rasgos distintivos es que las significaciones del otro no son valiosas para tales sujetos. El otro tiene el rango de una cosa para satisfacer sus necesidades, de modo permanente y estructural. Es muy probable que Naim Vera no llegue a sentirse culpable de la condena por más que se disculpe y sea consciente de sus acciones. Desde luego, eso no invalida que vaya preso. Entonces más que una personalidad irresponsable que pueda resocializarse e insertarse en algún momento en la sociedad, podríamos encontrarnos con un sujeto encerrado en la cárcel sin aceptar el alcance de su criminalidad para los otros, si es que realmente, predominaran en él los rasgos psicopáticos y narcisistas.

Este asunto tan público y siniestro nos alerta de nuestra propia incapacidad de comprender mentalidades ominosas. No obstante, los estudios psicológicos vigentes nos advierten que hay muchos casos de personalidades que pasan desapercibidas en la sociedad por su carisma y amabilidad y utilizan su carencia de afectos por el otro como un instrumento para manipular y alcanzar sus objetivos. Generalmente ocupan puestos de poder, en el orden familiar, laboral, social, cultural, económico, político, religioso…

Con todo, falta aún ahondar, sobre el aspecto social de nuestra responsabilidad afectiva y sus contracaras, a partir de este trágico suceso. Tal vez, nos enriquezcamos con nuevos alertas.

A pesar de lo abominable del crimen hubo ciertos espacios legales, mediáticos y sociales que hicieron temer un resultado legal diferente. Estos sectores parecían exaltar los discursos de defensa del victimario. Aducían que la víctima era en parte responsable por su tipo de pareja (no formal, no exhibida, el muchacho no quería compromiso y su familia tampoco). Los discursos de estas facciones directa o indirectamente hicieron evidente la asimetría social.

La exasperación de la gente ¿no surgió por el recuerdo de otros crímenes de poder donde quedaron cuestiones impunes? ¿La justicia es imparcial a la clase social o hace falta la presión popular y mediática? ¿Es preciso poner el cuerpo para equilibrar la balanza o basta con la entelequia de la justicia ciega, imparcial? ¿No es acaso la Justicia parte de un entramado de poder?

*Psicólogo