La lluvia que dominó la jornada ayudó a los policías y municipales que se desplegaron por la ciudad para hacer cumplir las restricciones que impuso el Ejecutivo provincial. Y aunque al principio las calles lucieron su trajín habitual de cualquier mañana lluviosa pero sin clases presenciales, con el correr de las horas las fuerzas de seguridad fueron percibiendo cada vez mejor acatamiento. "Al principio es difícil lograr que se cumpla la norma, porque de la noche para la mañana y de manera drástica no es fácil. El flujo vehicular empezó intenso y fue mermando a lo largo del día", evaluó anoche Alberto Mongia, subsecretario de Prevención y Control del Ministerio de Seguridad provincial.

Al cierre de esta edición, el centenar de agentes municipales, además de Policía provincial y fuerzas federales, había remitido 18 vehículos al corralón por distintos motivos relacionados con la infracción al decreto N° 647 de nuevas restricciones hasta el 31 de mayo. El operativo de fiscalización se desplegó en más de 50 puntos de control, entre fijos y móviles. 

Por la mañana temprano, la secretaria de Control y Convivencia municipal, Carolina Labayrú, marcó un detalle al iniciar los controles: "El año pasado, en el momento de mayor confinamiento, al corralón se remitieron por prohibición de circular unos 600 vehículos, entre motos y autos. Todavía quedan 300 vehículos porque los fiscales no dieron la autorización para que las personas puedan retirar su vehículo secuestrado. Miren el tiempo transcurrido. Así que a tener en cuenta quienes pretendan circular sin permisos ahora", advirtió.

Sin embargo, las calles en general lucieron con la intensidad habitual de un jueves, aunque lluvioso, y fueron perdiendo movimiento con el correr de las horas. 

"Notamos que la circulación existe, obviamente la gente no deja de ir a trabajar, pero vimos que la mayoría portaba el permiso a través de la aplicación Cuidar", señaló un vocero municipal.

Ayer la conducta ciudadana, a juzgar por el balance de los funcionarios, fue mejor. "En la mañana hubo un flujo vehicular intenso, pero al mediodía mermó, y a la tarde mermó más aún. Creo que a medida que la gente internaliza la norma, la va acatando. No es fácil, claro, menos en esta ciudad donde hay tanta cultura del encuentro, del café, pero confiamos en que mañana (por hoy) se asimilará mejor", estimó Mongia en diálogo con Rosario/12.

La instrucción impartida fue la de contemplar situaciones particulares, como la de trabajadores informales o no registrados que no tuvieran documentación de respaldo para justificar su tránsito laboral. "Estoy constantemente ocupado en hacer contemplar esas situaciones, no por benevolencia sino por una cuestión operativa. El agente de control tiene que advertir si una persona dice que va a trabajar, es posible comprobarlo a la vista. Hay oficios que trabajan en negro, y es parte de lo que ocurre, eso hay que considerarlo", reparó el funcionario provincial.

La intervención destacada del día estuvo en una postal que se hizo clásica en los últimos días: la hilera de personas sobre peatonal Córdoba al 1100, a la espera de ingresar a Falabella, desde que anunció el cierre de la tienda. Labayrú acudió al mediodía con agentes municipales y labró un acta. "Lo que se hizo fue notificar a la empresa de sus responsabilidades tanto en el interior como en el exterior del local, se les abrió las ventanas para que circule aire y se les hizo notar que la cola solo puede llegar hasta donde termine su comercio, no mas allá. Se les limitó la cola", indicó un portavoz del área de Control.

Hacia la noche, las fuerzas de seguridad preparaban un diagrama de patrullaje más intenso que hasta ahora, en contacto directo con Fiscalía para pedir autorización judicial en caso de tener que irrumpir en domicilios privados si se constatara una reunión ilegal.