El imputado como partícipe secundario del femicidio de Jimena Salas, Sergio Vargas, sostuvo ayer que hay "una confusión muy grande", negó su participación en este hecho y aseguró que el día del crimen solo anduvo vendiendo un par de alpargatas y dos pares de sandalias de niñas en el barrio San Nicolás de la localidad de Vaqueros, donde se cometió el hecho. También afirmó que no conocía a la víctima y que nunca habló con ella ni con su marido, Nicolás Cajal Gauffín, que está siendo juzgado por encubrimiento. 

Vargas, que está detenido desde 2019, trató de brindar un relato detallado de sus pasos el día en que se cometió el crimen, el 27 de enero de 2017. Contó que salió como a las 7.30 u 8 y tomó el colectivo 2F en el control del barrio San Ignacio, en la ciudad de Salta, para ir a ver a su madre, que vive en la calle Mitre al 2300 de la misma ciudad. Pero como no la encontró, desayunó solo y alrededor de las 9.30 tomó la línea 6C en la estación de servicio Refinor para ir a Vaqueros a vender los calzados y luego quería buscar a conocidos para preguntarles si tenían trabajo en la construcción. Indicó que bajó a la altura de la municipalidad de Vaqueros, pasó la policía y subió a vender en otro sector de Vaqueros pero no lo consiguió. 

Detalló que su principal actividad era ser ayudante de albañil y plomería, pero escaseaba este trabajo, se dedicó a la venta ambulante en un momento de crisis económica, motivado por su pareja, Iris Fabián, quien ya se dedicaba a esta actividad. Especificó que compraban mercadería surtida y de temporada, no en cantidades. 

Aseguró asimismo que desde que llegó a Vaqueros, ofreció los calzados a toda persona con la que se cruzó, que las sandalias que ofrecía habían sido compradas por la abuela materna de su hija, en la ciudad de Perico, Jujuy, y que no le andaban, por ello las vendió. 

Indicó que alrededor de las 11 u 11.30 entró al barrio San Nicolás, donde vio un auto en una esquina del que solo recordó que era tipo "familiar". “Quiero que se pongan en mi lugar. Yo estaba enfocado en vender. Si hubiera sabido que pasaría algo, hubiera estado atento a todo”, expresó. 

Vargas sostuvo que conoce mucho Vaqueros porque estudió en el colegio de allí, y porque trabajó en varias obras de construcción en esa zona. Ademas, una tía vive ahí y su hermana tiene su domicilio cerca. 

Dijo que en el barrio San Nicolás ofreció las sandalias a una vecina, que se paró en la esquina de un pasaje y la calle Las Virginias, frente a "la casa de la chica” haciendo alusión a Salas. Explicó que se detuvo a ver por dónde iba a empezar su recorrido sin pasar dos veces por el mismo lugar, y que no pensó en ofrecer sus productos por el pasaje donde vivía Salas porque esa casa era bonita y grande, y que por ese lugar vive "gente de plata" que no compra a los ambulantes. Así que cruzó la calle y tocó las manos en otra vivienda al frente donde una vecina le dijo que en el pasaje había familias con nenas. Entonces para no quedar mal frente a la mujer que estaba intentando ayudarlo, se paró en el portón “de la chica” y golpeó las manos, pero nadie lo atendió. Sostuvo que permaneció menos de un minuto, se fue y siguió ofreciendo sus productos.

Puesto a tratar de desmentir la acusación fiscal, que le atribuye haber realizado una inteligencia previa al asesinato, Vargas precisó que finalmente vendió las alpargatas a una mujer que cruzó en el camino, a $150. También mencionó que se encontró con la pareja de un conocido, le ofreció las sandalias y mandó saludos a su amigo. Después fue al camping, cuando ingresó cruzó a un patrullero, estuvo hablando con una chica que cobraba las entradas y tenía un bebé en un cochecito, y le ofreció las sandalias también a ella. Al retirarse, señaló que volvió a cruzar un patrullero por el lugar donde había una verdulería. Expresó que "no tenía suerte" con la venta de las sandalias, preguntó en un almacén si se las querían comprar, aunque al final se las vendió a un hombre que le pidió una rebaja por los dos pares que tenía a $250 y $300. "Él no vino a declarar", resaltó Vargas, para quien, si hubiera sido citado este vecino, podría corroborar que sí estuvo vendiendo

El Ministerio Público Fiscal niega que Vargas haya sido un vendedor ambulante, y considera que realizaba inteligencia para marcar la casa y oficiar de campana de los asesinos. Vargas insistió en que eso "es una confusión". Aseguró que nunca le preguntó a ninguno de los vecinos por “una señora que tenía dos nenas”, tampoco por Jimena Salas. Dijo que sí consultaba por “familias con nenas” para venderles las sandalias, que eran de niña. 

Explicó que tenía como estrategia de venta mencionar el nombre de alguna mujer, que usaba los nombres de sus exparejas y eso le servía para acercarse a la gente, para iniciar una charla y para que miraran sus productos. También dijo que para ganar confianza contaba que tenía una tía, Dominga, que vive en Vaqueros, donde es muy conocida porque trabaja en un colegio. Vargas mencionó que dio datos personales a la gente con la que habló, y que no se escondió cuando cruzó a los patrulleros de la policía, para señalar actitudes que no serían consecuentes con una actividad delictiva. 

Después de haber vendido las alpargatas y las sandalias, Vargas indicó que pasó por la obra en la que se encontraba trabajando uno de sus conocidos, Matías Villca, "Cunino" o "Bebeto", que ya estaba terminando la obra. Dijo que cuando este hombre declaró se confundió con los horarios y le "chingueó feo", recordó que él lo hizo pasar, que estaba comiendo milanesas de hígado y compartieron un vino. Él le dijo que se quedaría hasta las 16 y que después a las 18 debía ir al centro a cobrar por su trabajo al jefe."Yo le pregunté por laburo", aseveró. 

Vargas dijo que ya no fue a ver "al gordo Miranda", porque se le había hecho tarde y debía hacer un trayecto largo. Entonces Villca, que se transportaba en moto, lo acercó hasta antes del puente de Vaqueros, donde bajó porque pasando este lugar había un control de tránsito. En el control, tomó el 6A alrededor de las 16.20 o 16.30 y luego bajó en el hospital. 

Sabía que lo iban a detener

Vargas habló también de las tarjetas de Saeta y de los números de celular que manejaba en aquel momento. Dijo que tenía como seis tarjetas y que a veces se las dejaba a su mamá y ella las usaba, al igual que su hermana. “A todas se las entregué a la policía. Yo siempre estuve a disposición. Lo mismo pasó con los números de teléfono. Siempre pierdo los celulares. Le dije a mi mamá que entregue la agenda donde yo le iba anotando los números que iba cambiando”, manifestó el acusado. Él dijo que suponía que la policía tenía sus líneas de teléfono por esto.

Sobre su única visita al sitio web de diario El Tribuno al día siguiente del crimen de Salas -detectada por peritos del CIF- Vargas admitió haber entrado a la página porque él había andado por ese barrio el día del crimen y había dado información suya (en referencia a que le había dicho su apellido a la mujer de un amigo y había mencionado que era sobrino de “doña Dominga”). “Estaba consciente de que en cualquier momento me iba a llegar una citación”, aseveró. Aclaró, no obstante, que si bien no era lector de El Tribuno, sí solía ingresar a otros sitios web informativos locales. 

Vargas también hizo alusión a que cuando fue a la casa vio que le había llegado una  citación del CIF. Dijo que se ocupó de averiguar en una dependencia policial de qué se trataba. Entonces se presentó. “A partir de ahí pasé a ser el asesino. Declaré, tuve un par de contradicciones por la presión que sentí. Me mostraron un identikit y decían que era yo. Estuve ahí hasta la noche. Me hicieron hisopado, me tomaron las huellas. Siempre estuve a disposición”, relató.

Y lloró al recordar el trato que recibió del CIF. Dijo que cuando se presentó a declarar entraban por grupos los policías a interrogarle y lo trataban de asesino, diciéndole que se pudriría en la cárcel. Aunque Vargas no dijo más nada, la sola mención al CIF generó incomodidad en los policías que se encontraban en la sala de juicio, que comenzaron a moverse cambiando de lugar, uno de ellos se acercó a su compañero y se reía, a otro se le cayó el teléfono, un comportamiento que llamó la atención. El abogado Marcelo Arancibia realizó otra pregunta a Vargas y cambió de tema. El abogado Luciano Romano había explicado a Salta/12  cómo se dio su intervención en la causa, contó que una familiar de Vargas lo habló en 2019 porque querían que firmara una declaración aceptando que entró a robar a la casa de Salas. El letrado indicó que él se presentó en la Ciudad Judicial como abogado de Vargas e impidió que firmara ese papel. Allí tomó conocimiento de la causa,  y convocó a Arancibia, un abogado de trayectoria que ya se está retirando de la actividad, quien aceptó colaborar con la defensa. 

Vargas quedó detenido en 2019, “cuando cambiaron el fiscal”. También cambió el procurador general, que antes era Pablo López Viñals y luego fue reemplazado por Abel Cornejo, quien dijo públicamente que resolvería el crimen de Jimena Salas.

Durante la jornada de ayer también declaró la concubina de Vargas, Iris Fabián; su hermana, Verónica Vargas, y un exempleador suyo, Diego Trigona.

El debate continuará hoy, ya con la producción de los alegatos de las partes. Está previsto que las réplicas y contraréplicas se lleven a cabo el lunes y el mismo día se conocerá la sentencia.