El cine y la relación entre imágenes y palabras, ¿por qué y debido a qué? ¿Dónde está el nexo que las implica? Las preguntas son el móvil filosófico privilegiado, y el cine y los escritos de Gustavo Galuppo Alives encuentran allí su lugar, desde el cual reformular y pensar lo hecho y lo todavía por hacer. Galuppo es un realizador notable, de una trayectoria que suma nuevos pasos con la publicación de Los mecanismos frágiles: Últimas imágenes desde la vida dañada (VerPoder, 2020) y el estreno reciente de la película El árbol de Alejandría (2021) en el sitio web de la prestigiosa revista de cine Kilómetro 111.

“Los trabajos audiovisuales y los escritos son diferentes formas de abordar cuestiones o problemáticas afines, son partes de un mismo proceso. Los mecanismos frágiles está muy ligado a El cine como promesa (su libro anterior, editado por Sans Soleil), porque pienso todas estas cosas como un proceso constante. Son parte de una experiencia de pensamiento y de trabajo que me gusta compartir, aun cuando algunas cosas se reescriban y se repiensen”, señala Galuppo a Rosario/12.

-Tanto en Los mecanismos frágiles como en El árbol de Alejandría, la relación entre imagen y palabra es puesta en entredicho.

-Me estaba dando vueltas la relación entre palabra e imagen, y llegué a pensar el cine desde ese lugar. ¿Qué pasa ahí? En esa distancia, en esa lejanía o cercanía, se juega el modo en el que nos relacionamos con el cine. En Los mecanismos frágiles llego puntualmente a trabajarlo, también desde un lugar que me parecía refrescante, cuando decidí estudiar el cine un poco tangencialmente y desde la filosofía, para ver qué podía aportar para mirarlo de otro modo. Esto es un poco producto de esto, de ver qué herramientas tomar de otros textos y pensamientos que no están pensando el cine. El proceso es interminable y muy estimulante, porque siempre estoy repensando todo desde cero, algo que es parte de Los mecanismos frágiles, donde se propone ir a ese comienzo para volver a pensarlo todo otra vez.

En este recorrido, Galuppo cuestiona la adherencia interpretativa y retórica de la que se revisten las imágenes. Al hacerlo, descubre conceptos y posibilidades, tal como lo señala la comprensión del “fósil”, imagen sobre la cual operar otras prácticas, que desoculten lo que anida y revivan la experiencia original de la luz, previa al lenguaje. “Lo que se está buscando es qué más hay además de la literalidad de lo mostrado, qué tipo de operaciones se pueden poner en práctica para ver más allá de este valor supuesto comprobatorio, que evidentemente se relaciona con este anudamiento entre lo que se ve y lo que se puede decir. El anudamiento entre las palabras y las cosas. Cómo a partir de ese anudamiento, la imagen en realidad empieza a hablar de otras cuestiones. Lo que se busca es qué tipo de operaciones desarman un poco ese poder de la imagen y dejan hablar más allá de lo mostrado”, explica.

-Y descubrirnos en la fragilidad de esas mismas imágenes.

-La idea de la fragilidad se convierte un poco en el eje porque esto implica para mí un pensamiento ético del cine. La película, la obra, como algo frágil, algo que se piensa y se pone en igualdad de condiciones frente al resto de las cosas del mundo. Las obras que abordo no ostentan un poder afirmativo ni jerárquico para hablar sobre el mundo, sino que se mantienen un poco más al ras de la experiencia, interrogándose, abriendo preguntas, en la comunidad de lo frágil de la vida, y no separados desde un lugar asumido jerárquicamente, sino en igualdad de condiciones. Ahí hay un posicionamiento ético del cineasta. Verlo ahora, en las condiciones de la pandemia, creo que lo resignifica.

-El árbol de Alejandría la realizaste en pandemia.

-Se realizó entre abril y octubre del año pasado. Es un laburo muy singular, surge de un proyecto de una serie de videos, de la Bienal de la Imagen en Movimiento en Buenos Aires, donde desde una plataforma se invitaron a artistas internacionales a producir videos. Ahí apareció un poco la idea de El árbol de Alejandría, al pensar y charlar sobre la idea de un proyecto que nunca se va a hacer pero finalmente se está haciendo. Estos videos formados por capítulos iban desarrollando esa historia al mismo tiempo que negaban la posibilidad de hacerlo, planteando temas como la relación entre la palabra y la imagen, hablando de las condiciones del encierro y desde el encierro.

-Ante la imposibilidad de ciertas imágenes, en un momento mencionás y mostrás un cielo: la imagen que esconde imágenes.

-Allí se produjo algo muy lindo y tuvo que ver con el modo de trabajar para la Bienal. Un realizador de Colombia me hizo algunas apreciaciones y charlando le dije: “Seguilo vos, hacé un capítulo”. Ahí la propuesta toma otro giro y aparecen otras preguntas. La idea era dejar que aparezcan las cosas, que el proyecto siguiera por otro lado, ante el desafío de una idea que no estaba resuelta, a partir de la cual buscar recursos sin recursos, y a la vez sostener de alguna forma el relato.