La música de Astor Piazzolla, vaya donde vaya, es prenda que se parece al dueño. Lleva la marca de origen, rasgos que de distintas formas la hacen inconfundible. Con esas expresiones de temperamento poderoso y carácter disruptivo suele suceder que tarde o temprano quedan al acecho de formas de respeto por el original que, al final de cuentas, se traducen en inmovilidad y conservación. Ante esa identidad que suena monolítica, cualquier intento de traslado, intrusión, adaptación, o más formalmente de “arreglo” (ese término que en un momento de extravío la lengua castellana adoptó sin mayores cuestionamientos para nombrar a lo que en música no siempre es una solución), es una empresa arriesgada: fácilmente las puede fagocitar el original o sencillamente quedarse en la superficie, como una forma de cosmética. En la encrucijada de encontrar la hendija necesaria para conmover lo que parece definitivo, el ensamble de percusiones Paralelo 33° aborda la música la música de Piazzolla en un disco formidable. Un trabajo que maneja las proporciones con gracia y destreza para que Piazzolla suene distinto, sin sacrificar identidad.

Hora cero se llama la producción independiente que desde hace unos días circula como disco en formato físico y como una forma de esperanza por las plataformas digitales. Con adaptaciones propias y casi sin mover al compositor de su naturaleza, Fabián Keoroglanian, Marcos Cabezaz, Martín Diez y Pablo La Porta proponen originales relecturas desde un universo tímbrico diverso, a partir de un amplio despliegue instrumental y un superlativo trabajo de interpretación. Distintos reflejos de maderas, metales y cueros (o sus sucedáneos sintéticos) se golpean, se rozan, se friccionan, retumban, para reconfigurar el aura sonora de un repertorio que combina piezas poco frecuentadas con otras más conocidas de la producción del compositor del que este año se celebra el centenario de su nacimiento.

La percusión como reflejo del aliento popular que representa el ritmo y la diversidad tímbrica como cifra de la complejidad sonora, son los puntales de la relación que Paralelo 33° establece con la música de Piazzolla. Como quien busca un lugar común como punto de partida, el tema que abre el disco es “New tango”, que sale de la colaboración entre Piazzolla y el vibrafonista Gary Burton. La química se escucha enseguida y se va a mantener en todo el disco. De aquel encuentro entre Piazzolla y Burton, que es el registro de un concierto en el Festival de Montreaux en 1986, sale también “Laura’s Dream”, pieza en la que el cuarteto da cuenta de un amplio abanico de ideas puestas al servicio de la traducción. Como se escucha también en “Buenos Aires hora cero”, “Escualo” y “Fuga y misterio” –esta última de la operita María de Buenos Aires–, versiones en las que el gran despliegue instrumental no atenta contra el equilibrio sonoro.

Con cierto aire funky en el comienzo y en el cierre, y un vigoroso desarrollo de tambores en el centro, la versión de “Allegro tangabile” –otro momento de María de Buenos Aires– desacraliza el clima de homenaje, antes de “Milonga del ángel”, una lograda prueba de lirismo que se desprende del universo rítmico: como separando lo celeste de lo terrestre, las placas de metal –y el sugestivo sonido del steel drum–, se elevan con delicadeza por sobre la profundidad de las placas de maderas. La versión de “Libertango” del cuarteto –más Pipi Piazzolla como invitado– aparece como un colorido torbellino rítmico, que hacia el final termina de construir el celebrado tema. La generosidad de las obras y la solidez de los arreglos terminan de consagrarse en las estupendas interpretaciones.

La prehistoria de Hora cero –que se grabó en estudio en diciembre de 2020– se remonta a 2018, cuando el cuarteto realizó una residencia artística en la Usina del Arte para elaborar sucesivos conciertos monográficos dedicados a la música de Frank Zappa, Cuchi Leguizamón, Johann Sebastian Bach, Theloniuos Monk y Astor Piazzolla. Fue otra muestra de versatilidad de Paralelo 33°, una formación como las que seguramente hay varias, pero que por la capacidad de poner en juego hasta el extremo los recursos instrumentales y por la manera en que se acerca a la música, con esa forma de vértigo que agita la dialéctica entre los géneros, es posible definir como única.