Todo comenzó con un encuentro casual la tarde en que despedimos a Lohana en la legislatura. Algunas ya nos conocíamos y otras, recién nos conoceríamos para luego desconocernos. Tres meses antes había muerto Diana, y unas semanas atrás se había sancionado el cupo laboral trans en la provincia de Buenos Aires. 

Ese verano, el sentimiento de orfandad nos llevó a una idea temeraria: levantar la bandera del cupo en la Ciudad y también a nivel nacional. No sería fácil, lo teníamos por certeza, pero nos empujaba el deseo de que esas muertes no sean en vano y que en nuestras manos estaba la posibilidad de intentar cambiarlo todo. La vida tal cual la conocíamos hasta ese momento era insostenible. La marginación, la intolerancia, el hambre, la soledad, las ausencias insoportables eran cosas que teníamos que cambiar.

Quizás así se explique la pasión con que se lleva una cruzada que puede durar años y cuya victoria es dudosa. Pero las tristezas habían curtido nuestras emociones pesimistas y solo había lugar para la alegría de encarar la lucha. Porque de eso dependía lo que aún depende, y es que la condena social que vivimos por ser trans y travestis sea solo un recuerdo doloroso en la historia de nuestro colectivo.

Fue un tiempo en el que regamos la semilla de lo que hoy empezamos a cosechar. Hubo momentos que significaron la apertura de lugares que hasta entonces fueron negados, y donde abundaron las sonrisas pero no las respuestas concretas, pero seguimos. Y nos fuimos deshojando en el camino, perdiendo pétalos que se fueron soñando un futuro mejor, pero cada vez que chocamos con algún obstáculo, lejos de doblegarnos, nos dió más fortaleza, porque tuvimos la convicción de pelear una lucha justa. Pasamos feroces discusiones para definir la estrategia. 

El objetivo claro: lograr la unidad para generar masa crítica para defender el proyecto de ley. Pero costaba el éxito, intentando unir, algo que a muches les conviene que esté roto. En el invierno de 2016, Cristina se reunía con legisladores de CABA en el Instituto Patria, eran tiempos donde la unidad del peronismo no se veía futura y el macrismo estaba en su nefasto apogeo. Logramos reunirnos con ella, explicarle la situación y el por qué la necesidad de un cupo para acceder al trabajo formal, transmitirle el espíritu con que estaba pensada esa norma. Generar oportunidades donde nunca las hubo. Charló brevemente con nosotras y accedió a sacarse la primera de varias fotos que tengo el orgullo de haberle pedido y ella, con amor, accedió. Lo que sigue en la historia es ya más conocido... Nos espera ahora un hueso aún más difícil de roer, pero con el impulso de una media sanción, que nos permitirá gritar más pronto que tarde que ya será ley. Llegó la hora.