Salteños, llegó el momento de hacer un pacto, pero uno de verdad, que involucre del primero al último y sin defecciones, porque uno solo que no lo cumpla tira abajo todo. El pacto sería básicamente que nos hagamos los giles con todo lo que pasó esta semana, como si no hubiese sucedido nunca, y si algún desprevenido de otra provincia pregunta qué pasó con el homenaje a Martín Miguel de Güemes, a lo sumo decimos que fue un ensayo para más adelante.

Tampoco es que se está pidiendo un imposible con esto de hacernos los giles, porque salvo el primer mes en que el coronavirus nos agarró en falsa escuadra y nos encerramos gustosos a engordar y a hacer teletrabajo, desde mayo del 2020 hasta aquí la piloteamos como campeones quitándole dramatismo a la pandemia. Sin ir más lejos en los últimos siete días se detectaron 4669 casos nuevos, 85 muertos y de los 23 departamentos hay 20 pintados de rojo, pero la ciudad sigue girando a velocidad crucero.

Pero bueno, después de arruinar el evento en honor a Güemes sería interesante analizar punto por punto para ver qué se puede mejorar:

Marchas y contramarchas: Bien ahí ambos lados de la grieta convocando sus respectivas marchas. Mejor todavía los anti Fernández, que lograron combinar a Güemes y Maradona en un mismo slogan: “El poncho no se mancha”, dijeron. Además, impecables con el vestuario, mucho poncho y bandera argentina que los hizo pasar desapercibidos ante el resto de la opinión pública.

Por eso, aprendan los que fueron a vivar al Presidente, que como siempre se uniformaron con remeras y trapos de la organización social a la que pertenecen y por eso se armó lío cuando los dejaron pasar hasta el hotel. 

Si se camuflaban con ponchos y espuelas pasaban como si se tratase del Fortín Movimiento Evita, y ahora no existirían las acusaciones y las pesquisas para encontrar al responsable de dar la autorización para que ingresen por las calles vedadas al resto de los mortales.

Al respecto, hasta el momento las investigaciones internas lograron identificar a los siguientes  sospechosos: el Gran Bonete, Magoya, Montoto, el ministro Pulleiro y aparentemente algún funcionario/a nacional anónimo/a. A punto de desestimarse por falta de mérito las últimas dos opciones, es probable que las culpas queden repartidas entre los tres primeros del listado, como ya ha sucedido otras veces.

Lo único que sí habría que pulir para la próxima con los anti Fernández emponchados y embanderados, es que cuando se haga en el monumento a la medianoche el tradicional toque de silencio en respeto y homenaje al héroe gaucho muerto, aflojen con los bocinazos y los insultos, porque técnicamente se llevaron puestos en la misma jugada los conceptos de silencio, respeto y homenaje.

Gaucho ofendido: Otro punto para la próxima es darle contención psicológica, o por lo menos anímica, al presidente de la Agrupación Tradicionalistas Gauchos de Güemes, Francisco Aráoz, que en una semana pasó de organizar la toma de la ciudad a quejarse ofendido por el ballet y el mapping que se hizo en el monumento (justo lo único que salió bien y prolijo de todo lo que se planificó), ya que considera como único homenaje válido desparramar gauchos por todos lados las 24 horas del 17 de junio. Mientras más gauchos, más homenaje.

Por eso tampoco se privó de hacerle un desplante al Presidente adjudicándole todos sus males, a lo que Fernández lo miró con una cara de: “capo, yo llegué hace dos horas a Salta, no sé de qué me hablas”, y obviamente, no le solucionó ningún reclamo.

Finalmente, Aráoz decidió que no se haga la Guardia bajo las Estrellas, lo que fue aceptado a medias por el gauchaje, ya que, por ejemplo, el fortín de La Caldera se quedó cumpliendo con la tarea que le tocaba.

Suerte que Güemes tenía el umbral de la ofensa bastante más alto que el de Aráoz, porque hoy la historia podría ser absolutamente diferente. El prócer salteño podría haberse enojado con el ninguneo que le hizo Juan José Castelli después de Suipacha y no pelear más, u ofenderse con el castigo que le impuso Manuel Belgrano y quedarse a vivir en Buenos Aires enrolado luego en el bando de los unitarios o de los federales, o indignarse con el hostigamiento de José Rondeau, y en vez de hacer un pacto y allanar el camino al congreso de Tucumán, podría haber seguido el ejemplo de los uruguayos y fundar la República Boreal de Salta. 

El dilema del Presidente: Que la máxima autoridad del país elegida por el voto venga a rendir homenaje a uno de los pilares de la libertad americana, tendría que ser cosa de todos los años y no cada centenario, pero se nos estaría complicando la hospitalidad, con marchas a favor y en contra, gauchos ofendidos, legisladores nacionales y provinciales cuidando la pureza del poncho y llamando a la rebelión, candidatos tras una selfie, y una pandemia que de casualidad no lo dejó aislado por contacto estrecho.

Es verdad que Alberto no tiene suerte con sus viajes a Salta. Antes de ser candidato vino y terminó a los sopapos dialécticos con el urtubeicismo. De candidato llegó para reemplazar a último momento a Cristina, que suspendió la presentación del libro con todo armado. Ese día las pocas horas que estuvo se lo tironearon entre el Oso Leavy y Miguel Isa, los dos precandidatos. Y cuando la tercera venida parecía la vencida, casi termina en escándalo.

Hay que reconocer que Mauricio Macri tenía mejores anfitriones a la hora de organizarle sus visitas a la provincia, porque además de un par de actividades oficiales como presidente y un par de actos de campañas, se dio el lujo de ir a Cafayate a hacer lo que mejor le sale: un finde de relax que incluía golf, reposera y el famoso flan de postre.

Pero, en resumen, a menos que el presidente en vigencia haya llegado ahí porque fue capaz de sacar la espada Excalibur de la piedra, y de esa manera probar que es digno de ocupar el cargo, quizás sea prudente evitar la presencia de mandatarios nacionales en el acto de Güemes, así nos y le evitamos un disgusto. Ya la sociedad salteña demostró hace 200 años que cuando se organiza en serio es capaz de asesinar a su máximo prócer en pleno centro, así que no vaya a ser cosa que quieran repetir la gracia...

Renuncia al COE: Otro gran acto de suspenso para este 17 de junio, fue la renuncia del presidente del Comité Operativo de Emergencia, Francisco Aguilar. Que en realidad es una puesta a disposición de la renuncia, que se concretará efectivamente el día que se consiga un reemplazo, a quien  probablemente también le exijan las cualidades para sacar a Excalibur de la piedra. Así que hasta tanto eso suceda sigue Aguilar, que ahora ostentará el título de director renunciado en vigencia indefinida, algo muy COE modelo 2021.

Esas frecuentes indefiniciones del COE fueron la piedra angular del desmadre del acto, porque si a los gauchos el 17 de mayo, tal como se veía venir sin necesidad de ser experto en el tema, se les decía que un desfile de 10 mil gauchos era imposible, tenían un mes para plantear un plan B sensato o aceptar la decisión con resignación. De esta manera podría haberse evitado este clima enrarecido, que arrancó con Aráoz enterándose cinco días antes que no autorizaban el desfile, lo que disparó su posterior idea de tomar la ciudad.

Ahora se viene, aparentemente, una elección legislativa dentro de dos meses y la procesión del Milagro en septiembre, que junta un millón de personas en la capital salteña. Por suerte, en este último evento aplica el famoso "que sea lo que Dios quiera", a lo que el COE dirá: "Amén".

El desafío Güemes: Acordado entonces que todo esto que se enumeró arriba nunca pasó y que la revancha será con el tricentenario, ahora tenemos 100 años por delante para seguir conociendo la figura de Güemes, que a pesar de haber muerto a los 36 años, fue dueño de una vida increíblemente rica y con un objetivo claro que persiguió por 11 años: la autosuficiencia del territorio argentino.

Tras el olvido, por no decir ocultamiento, inicial a su figura, de a poco le fue llegando la etapa del bronce, primero en Salta y actualmente a nivel nacional. Ahora seguramente será el momento de descubrir otros aspectos del hombre más gravitante en la historia de la provincia.

Poco se conoce de su formación intelectual, casi no hay referencias de sus estudios, a quién leyó, con quién intercambiaba ideas. Resulta cuanto menos llamativo que desde el primer minuto haya tomado partido por la revolución y que jamás haya claudicado en esa idea. Eso demuestra alguna formación teórica, que también se encuentra en San Martín y Belgrano, pero que los historiadores no han descripto en detalle con respecto al salteño.

También es interesante abordar las consecuencias inmediatas de su muerte, como el fin abrupto e impuesto de la guerra en Salta, el inicio de años de inestabilidad política en la provincia, la pérdida definitiva del Alto Perú como territorio argentino y la desarticulación del plan sanmartiniano, que lo obliga a ceder el final de la gesta a Simón Bolívar.

Quedan planteados el pacto y el desafío, hay por delante solamente 100 años para la revancha. Quizás en el 2121 ya hayamos alcanzado la madurez como sociedad y podamos finalmente honrar al general Martín Miguel de Güemes con algo digno de su talla histórica y que su figura trascienda los nuevos billetes que prometieron imprimir con su cara.