“Ven, mira las flores reales de este mundo doloroso”, invita la fotógrafa Kathryn Martin en la homónima muestra que se exhibe por estos días en la galería Egg, en Londres, donde esta artista inglesa -que orienta su práctica a tópicos ambientales- pone en foco a la Verbascum blattaria, la Ranunculus acris, la Anthyllis vulneraria, la Silene dioica y un largo etcétera de “flores silvestres, nativas de huestes británicas, cuyos hábitats están en fuerte declive a pesar de ser una fuente vital de alimento y refugio para innumerables especies”. Son a razón de 50 las imágenes florales que componen Come, See Real Flowers of this Painful World, tal es el nombre original, en inglés, de esta serie bautizada en honor a un encantador haiku del gran poeta nipón Matsuo Bashō (1644-1694), “cuyas palabras, sencillas y honestas, sin pretensiones, resuenan con fuerza en mí”, dice Martin. Al respecto, amplía la mujer nacida en 1972, con residencia actual en East Sussex: “Vagando por Japón en busca de vistas y experiencias nuevas, un Bashō errante celebró la Naturaleza, fueran los truenos o el canto de las aves que llegaba a sus oídos, fuera el barro o las plantas que rozaban sus pies; era intensamente consciente de cuán precioso era lo que el mundo compartía con él”.

En comunión con ese ideario, este flamante trabajo, que tuvo su génesis durante sus caminatas diarias “por South Downs Way, desde los arroyos en Southease hasta la cima de Itford Hill, entre 2019 y 2020”, observando a la vera del camino florecillas silvestres como un modo de conectarse con el paisaje. “Me gustaría que mis fotografías animasen a la gente a conectar con esta faceta de la naturaleza, quizás incluso a sembrar sus propias parcelas”, confesó la artista en una reciente charla con el rotativo británico The Guardian. Donde se explica además otra inspiración de la artista: los grabados en cobre antaño publicados en Flora Londinensis, revista ilustrada con descripciones botánicas, editada en Inglaterra por el botánico y entomólogo William Curtis hacia fines del siglo XVIII. “Quería resaltar la delicada y frágil belleza de lo que a menudo es pasado por alto, descartado como mala hierba”, subraya KM sobre su laburo, donde optó capturar cada ejemplar sobre papel cuadriculado como un guiño a “ciertos estudios científicos, donde se analiza en forma aislada cada flor. Mi meta, después de todo, era exponerlas en su gloriosa individualidad, para recordar no solo su belleza única: también su fragilidad, su vulnerabilidad”.