Volco, Gignoli, Samalea… Tres potencias se saludan. En este caso, ni boxeadores ni políticos. Músicos. Y se saludan porque tienen motivos de sobra para hacerlo, claro. Grabar un disco que haga del riesgo una bandera es el principal. Es el caso del epónimo --ya disponible en las plataformas digitales-- que tiene como propósito versionar clásicos inmortales de la música argentina, y algún que otro temita de afuera. Entre los primeros, la cosa es variopinta. Conviven Gardel y Le Pera con Luis Alberto Spinetta, Eduardo Rovira, la dupla Leguizamón-Castilla y Astor Piazzolla. Entre los segundos, David Bowie y Freddie Mercury. “La selección es bastante ecléctica, sí, pero básicamente siempre nos proponemos tocar música que nos guste y nos identifique, o que podamos adaptarla a la perspectiva estética del grupo”, sostiene Pablo Gignoli, bandoneonista y programador del trío fantástico, cuyos orígenes se remontan al año 2012, cuando Gignoli fundió intenciones con Sebastián Volco, en París.

Ambos habían sido parte de la Orquesta Metafísica, y tenían la intención de rockearla con el tango, o tanguearla con el rock, siempre cubiertos por el manto del jazz. Bajo tales coordenadas publicaron su disco debut, giraron por Europa y Estado Unidos, y terminaron sumando a Fernando Samalea, baterista que algo sabe de cruces. “En lo personal, al principio me sentí un poquito de colado”, admite Samalea. “Pero al zambullirme se hizo fácil: ellos ya habían grabado sus partes básicas con alto vuelo, al punto que me encontré con programaciones guiando las estructuras, y también con melodías estimulantes. Fue solo percutir buscando la atmósfera y agregar 'de prepo' sonidos no tan convencionales de percusiones o batería. Lo que buscaba era la hipnosis del ritmo. Y acá lo ven”.

El trabajo tiene siete piezas en total. Las de acá son “Volver”, “Los libros de la buena memoria”, “A Evaristo Carriego”, “La Pomeña” y “Buenos Aires Hora 0” –sus autores figuran en el mismo orden, líneas arriba-- mientras que "de allá" están “Life on Mars?” (Bowie) y “Bohemian Rapsody” (Mercury) todas a la manera del trío, claro. Esto es elegir un tema, aprenderlo de oído y arreglarlo. “Sucede de manera espontánea y natural”, asegura Volco –pianista, guitarrista y compositor-- desde París. “No existe un pensamiento calculado onda ´vamos a hacer una versión de Gardel que suene a Charly…´. No. Lo que sucede, más bien, es que después de definir nos damos cuenta de lo que hicimos y lo podemos explicar. También sucede al revés. Por ejemplo, en el tema de Rovira (“A Evaristo Carriego”) escuchábamos un sonido hip hop y trabajamos para pintarlo de esa manera. El resultado por supuesto no es hip hop…pero el pensar así nos hizo agrandar la paleta”.

Para el también melómano y escritor Samalea, tal paleta puede ser vista como una especie de tango futurista y cosmopolita, “chopiniano”, con flashes de rock, percusiones ancestrales y programaciones minimalistas. “Hilando más, también le veo un halo romántico de principios de siglo XX, un guiño a los artistas de Montparnasse, al Montmartre atrevido de los bailes de antaño, el surrealismo, o todo lo que se ubique fuera de la comprensión ordinaria. El disco podría sonar en una fiesta de disfraces de la belle époque”, sostiene el experimentado Samalea. Gignoli, en cambio, opta por no arriesgar definiciones. “Yo preferiría no ponerle un título a esta música. Hay ciertos rubros inclasificables que a veces sufren de ese estigma, de no tener ´batea´, y el resultado puede ser que se vuelve difícil de presentar”. Volco se expide en un sentido bastante parecido: “Clasificar lo que hacemos me suena demasiado metafísico”, ríe.

El guiño enlaza directo con el proyecto que compartió con Gignoli, antes de crear el dúo: la Orquesta Metafísica. Hacía allí va ahora. “La orquesta está omnipresente cuando abordamos texturas o climas misteriosos, en los arreglos de sintetizadores y también en el sentido del humor surrealista”, compara Volco, para volver sobre el hoy: “El trío nace precisamente como una evolución natural del trabajo que empezamos a hacer con Gignoli en Europa. Luego pasó que el sonido de piano y bandoneón quería agrandarse, alejarse del tango clásico y dar rienda suelta al crisol de influencias que llevamos dentro. Mantener la identidad original. Sumar otro instrumento e integrante para esto parecía muy difícil hasta que en un momento de iluminación se lo propusimos a Samalea. La verdad es que no solamente todo se desarrolló de manera fluida, sino que su aporte potenció de manera natural --y sobrenatural-- el sonido universal y para todo público que buscábamos para este álbum. Esto se da sobre todo porque sus aportes son en función de la música, y no del músico”.

--¿Cómo trabajan las versiones?, ¿asumen riesgos, respetan, son más o menos autónomos?, ¿cómo vivencias esta situación?

Pablo Gignoli: --En general, lo que hacemos es zapar sobre los temas hasta que van apareciendo arreglos, detalles. Una premisa que tenemos es la de no arreglar algo que no está roto. Por lo tanto, tratamos de evitar la deformación de las melodías, sobre todo cuando aparecen algunas tan arraigadas en el oído popular como las que elegimos ahora. Yo, como bandoneonista, lo que trato de evitar es el vicio típico del “pripripri” tanguero, o el falso sentimentalismo anacrónico, del cual muchas veces somos presa los fueyistas.

Sebastián Volco: --Con los años vamos aprendiendo a ser más flexibles en muchas cosas y más firmes en otras. Hoy en día estamos bastante interesados en hacer cosas más lindas que locas. En este disco nos pusimos un filtro cuando notamos en algún momento que nuestra tendencia a la disonancia o a la exageración quería tomar demasiado protagonismo.

--¿Cómo se manejan respecto de las partituras?

P.G.: --Bueno, por ejemplo, la introducción de un tema como “A Evaristo Carriego” (clásico de Rovira) tiene una armonización que, para que no fuera un puro delirio, tuvimos que escribirla en un papel, con el lápiz en una mano y la goma en la otra. Y la progresión armónica de “Life on Mars?” (gema de Bowie) es otro ejemplo… Porque es una canción tan rica en modulaciones que merece ser analizada, aunque no le cambiamos ni un acorde a la versión original.