Se va a acabar: Relatos de la resistencia de los trabajadores en dictadura

(Argentina, 2021)

Dirección: David Blaustein, Andrés Cedrón.

Guion y Montaje: Andrés Cedrón.

Producción ejecutiva: David Blaustein.

Producción: Graciela Mazza

Fotografía: Leonardo Val, Augusto De Antoni.

Material de archivo: Silvina Segundo.

Investigación: Francisco Yofre.

Música: Juan Tata Cedrón y el Cuarteto Cedrón.

Música original: Lolo Micucci.

Testimonios: Carlos Leguizamón, Roberto Digón, María Luisa Rodríguez, Germán Valdivieso, Ana María Putelli, César Loza.

Duración: 115 minutos.

Hoy por la Televisión Pública a las 22.30

8 (ocho) puntos.

En la noche de hoy a las 22.30, la Televisión Pública estrena Se va a acabar: Relatos de la resistencia de los trabajadores en dictadura, el documental que dirigen David Blaustein y Andrés Cedrón, y que participó de la programación del último Bafici. La película toma como base el libro del mismo Andrés Cedrón –cuyo tío, “Tata” Cedrón, se encarga del apartado musical– para indagar de manera fundamental en la memoria reciente y los años trágicos de la última dictadura cívico-militar. Su aporte, como se dice, es fundamental porque lo hace desde un lugar que el cine no había tratado de manera preferencial, como lo significa la resistencia de las trabajadoras y los trabajadores en tiempos de dictadura; a partir de un accionar que hizo posible pensar un horizonte.

Este horizonte debe resaltarse, y es allí donde el trabajo de Blaustein/Cedrón deposita su atención. No lo expone de manera explícita o aleccionadora, sino que deja que éste asome como un lugar de encuentro natural entre los testimonios, diversos, donde cada uno y cada una relata historias íntimas y enormes, personales y grupales. De este modo, Se va a acabar recala en entrevistas a Carlos Leguizamón (delegado de la fábrica Cattaneo), Roberto Digón (Secretario general del Sindicato del tabaco), María Luisa Rodríguez (delegada textil- Alpargatas), Germán Valdivieso (delegado de subterráneos), Ana María Putelli (delegada bancaria) y César Loza (Secretario general del Sindicato Portuario).

El abordaje de cada entrevista oficia desde la construcción de una suerte de crónica compartida. Son historias diversas, y en cada una se repara de manera intensa. Pero entre todas se construye un mismo fresco, donde el protagonismo asumido por la clase trabajadora y la tarea sindical aparecen como un escollo insalvable para la dictadura. En este sentido, la filiación peronista que exhiben los entrevistados dan cuenta de una concepción política que dialoga y debate con la muerte de Perón, la figura de Isabel, y el golpe del ’76. Una sumatoria de elementos que privilegia también la génesis contestataria de los protagonistas, en donde se perfila una genealogía social que llevó a la consolidación de un movimiento obrero insoportable para los dueños del capital y la fuerza militar. Además, vale recordar que se trata de un film que oficia como eslabón consecuente con la trayectoria de sus realizadores, entre quienes Blaustein destaca de manera prominente a través de títulos como Cazadores de Utopías, Botín de guerra y Hacer Patria.

Entre los testimonios, lo que también se cuela es el contraste entre la evocación y el presente, con fábricas exultantes de trabajo y hoy convertidas en recuerdos o esqueletos de ladrillos. Un panorama de época que es atravesado de manera sensible por las historias de vidas de quienes persistieron en la lucha por sus derechos. Los relatos de estas voces son acompañadas por el rescate de material de archivo, de donde se recuperan imágenes de huelga en fábrica Cattaneo así como la ebullición de gente que hervía en Alpargatas. También sobresalen las internas, como la relacionada con la “patria peronista” y la “patria socialista”, en donde las coincidencias, tal vez, eran más que las desavenencias, aun cuando primaran lamentablemente éstas. O el intercambio de afectos que para la prensa ensayan Henry Kissinger y José Alfredo Martínez de Hoz durante el mundial ’78, donde el norteamericano dice nunca haber visto “tanto entusiasmo y tanta unidad social”.

Recreación de la detención de los líderes. 

Se suman archivos del momento conducente al cierre del BIR (Banco de Intercambio Regional), en donde la acción sindical –en la que destaca Ana María Putelli– permitió a los trabajadores ser indemnizados y sostener sus puestos laborales; así como la evocación de la Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra, en 1978, a la que asistieron representantes del movimiento obrero para exponer sobre la situación del país: “Ustedes, cuando vuelvan al país, la van a pagar”, le dijeron a Roberto Digón y compañeros mientras permanecían detenidos en la embajada.

El trabajo de Blaustein y Cedrón se deja atravesar también por testimonios gráficos de la prensa, desde una apoyatura visual que es efectiva porque devuelve un clima de época (y de información) necesario, y por determinadas reconstrucciones animadas e ilustradas (de Víctor Caballero, Leandro Piccarreta), que ofrecen movimientos mínimos, ajustados, de colores ocre, que abisman al espectador en un momento social donde el terror de estado era moneda corriente. Lo que también se percibe, y de manera sutil, es la colaboración de las industrias hacia la dictadura, en un escenario doblemente complejo, donde los empleadores replicaron la lógica de la delación y del escarnio hacia sus empleados.

En síntesis, Se va a acabar es la constatación de la importancia que el movimiento obrero y sindical tuvo durante los años de la última dictadura cívico-militar. Esta aseveración es acompañada de datos, como lo corroboran los intertítulos donde se informa de la pérdida de 700 mil puestos de trabajo durante la dictadura, las alrededor de 50 mil pymes cerradas, y de forma evidente, que de los 30 mil desaparecidos, “las organizaciones de derechos humanos calculan que el 66% fueron trabajadores activistas y delegados sindicales”.