El viento es el compañero eterno del pueblo wichí para Caístulo (Juan de Dios López), cacique de una comunidad de Tartagal. “En muchos lugares se afirma que los susurros de la memoria colectiva están presentes en los vientos, y que los seres humanos podemos escucharlos y llevar en nuestro andar mensajes como canciones que son semillas”, dice la argentina Andrea Fernández, curadora junto con la alemana Inka Gressel de La escucha y los vientos. Relatos e inscripciones del Gran Chaco, exposición integrada por textiles artesanales, cerámicas, paisajes sonoros, escritos y ensayos audiovisuales de artesanas y activistas de pueblos originarios, que se inaugurará el próximo 8 de julio a las 17 horas en el Museo Provincial de Bellas Artes Lola Mora de Salta. Esta apertura será el inicio de la tercera edición de la Bienalsur, organizada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), que se realizará en 23 países y el Vaticano, 50 ciudades, 124 sedes, con la participación de unos 400 artistas, y continuará recorriendo los cinco continentes hasta el mes de diciembre.

Lejos de la frivolidad

A esta edición se presentaron 5500 proyectos, provenientes de 85 países, que fueron evaluados por un jurado internacional de reconocidos curadores. La cifra superó las presentaciones de las anteriores ediciones de la Bienalsur del 2017 y 2019. A las principales capitales del arte como París, Madrid, Japón, Berlín, Buenos Aires y Bogotá, entre otras, en esta edición se suman el Cuzco en Perú, Manama en Baréin, en el golfo Pérsico, y Jeddah en Arabia Saudita, moderno centro de comercio y punto de partida del peregrinaje hacia las ciudades santas de La Meca y Medina. Vuelven a ser sede la ciudad fronteriza de Cúcuta en Colombia y Parcour Crans-Montana en Suiza, sitios reconocidos por su importancia política y social. Los ejes de trabajo de la Bienalsur 2021 son “conciencia ecológica”, “constelaciones fluidas”, “modos de habitar”, “mundos digitales” y “políticas del arte”. Artistas como la coreana Kimsooja, los japoneses Nelo Akamatsu y Katsuhiko Hibino, el francés Christian Boltanski, el austríaco Gernot Wieland, la alemana Mariele Neudecker, la chilena Voluspa Jarpa, los argentinos Jorge Macchi, Matilde Marín, Mariana Tellería y Agustina Woodgate y la uruguaya Paola Monzillo son algunos de los participantes de esta edición, que también contará con obras de la argentina Graciela Sacco (1956-2017) y la cubana Belkis Ayón (1967-1999).

“Bienalsur no es una bienal de arte como las tradicionalmente conocidas, sino un proyecto irreverente e indisciplinado que rompe los moldes para convertirse en el paladín del derecho a la cultura y la diversidad”, cuenta el sociólogo Aníbal Jozami, director general de la Bienalsur y rector de la Untref. “Para nosotros el sur no es un aspecto geográfico sino un estado de pensamiento; por eso nuestro sur también está en los grandes museos del norte geográfico como en las comunidades quilmas calchaquíes, en Fuerte Apache o en las principales instituciones latinoamericanas. De cada lugar hacemos un centro”, propone Jozami. “Es posible concretar un proyecto de vastísima expansión mundial sin estar ligados al comercio del arte (que es necesario y debemos apoyar su desarrollo) ni a la frivolidad que hace que a veces se evalúe una muestra en función de los integrantes del jet set que participaron en la inauguración. Por el contrario, hemos creado un ámbito de encuentro igualitario entre artistas, teóricos, gestores y funcionarios culturales, donde cada uno expresa en su lengua y a su manera sus particularidades. Los cambios en la sociedad tienen que impulsarse desde la política, pero desde la cultura podemos hacer pensar a la gente”, subraya Jozami.

Diana Wechsler, historiadora del arte y directora artística de la Bienalsur, se refiere a cómo este proyecto cambió el concepto norte-sur al delinear una cartografía sin fronteras. “Nos situamos en el sur como lugar de enunciación. El sur es un estado de pensamiento; entonces el sur puede estar en cualquier sitio y como dice nuestro amigo, el artista Charly Nijensohn, si te parás en el polo norte cualquier paso que das es al sur; por lo tanto, desde esta perspectiva todo quedaría en el sur”, explica Wechsler. “Queremos poner de relieve la posibilidad de volver a pensar todo de nuevo, que es de donde partió la Bienalsur: no trabajar en contra del sistema sino con el sistema, atravesándolo y tratando de reinstalar dinámicas solidarias, colaborativas, inclusivas y convivir en y con la diversidad, que es un ejercicio complejo y que hay que llevar adelante cada día y en cada contexto. Avanzamos de manera muy flexible con la humildad del migrante, de aquel que necesita conocer la lengua de otro lugar y sus lógicas para poder entender”.

Modos de escuchar

En La escucha y los vientos se presentarán textiles artesanales realizados por mujeres del pueblo wichí que son parte del colectivo Thañí (viene del monte), de comunidades de la zona de La Puntana y Alto La Sierra del Municipio Santa Victoria (Salta). Los paños de lana acrílica y plástico son titulados por sus autoras como “olä'itilkätwuet'a t'a hochuma'as” haciendo referencia a que la materia prima tradicional para hacer tejidos, la fibra de chaguar, se está acabando, está cada vez está más lejos “y entonces nos reinventamos en reciclar, como mujeres trabajadoras”. Las obras recrean las formas presentes en el monte de las que las mujeres se sienten parte, hijas, y muestran sus saberes que son herencia, creación y mensajes de resistencia.

Tejido que integra la muestra. Foto gentileza Victoria Tomaschko

Andrea Fernández, una de las curadoras de La escucha y los vientos, nació en Cutral Co, Neuquén (1983), pero creció en un barrio del oeste de San Miguel de Tucumán. Estudió desde el inicio de su adolescencia en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, donde se especializó en pintura. Licenciada en Artes Plásticas con un posgrado en antropología social y política en FLACSO, Fernández trabajó como docente de educación artística en escuelas rurales desde 2005. Hasta que en 2015 comenzó a visitar Santa Victoria del Este, en el norte de Salta, convocada por personas que conoció en espacios de militancia y trabajo desde la comunicación comunitaria, para realizar talleres con las artesanas del pueblo wichí.

Desde mediados de 2017, acompañó el proceso de organización de las tejedoras, con el objetivo de que pudieran mejorar la comercialización de sus textiles artesanales realizados con fibra de chaguar, una planta del monte nativo. Esa organización hoy se llama Thañí (viene del monte), a la que están vinculadas más de 150 mujeres de diferentes comunidades del Municipio de Santa Victoria Este. “En este proceso de trabajo, como tallerista y técnica territorial, fui aprendiendo mucho sobre los tejidos de este pueblo, investigando, estando atenta”, cuenta la artista y curadora que a comienzos del 2018 se mudó a Tartagal, donde conoció a la antropóloga Leda Kantor, una de las fundadoras de la Radio Comunitaria La Voz Indígena. “Comencé a pensar en la posibilidad de vincular esos proyectos en los que trabajaba desde la economía social para apoyar a mujeres indígenas y los relatos por la memoria y visibilización de diferentes presencias (de los pueblos originarios pero también presencias vivas no humanas) con el territorio del arte contemporáneo, que siento como mi territorio, al menos el territorio del que me siento parte, porque es donde encontré mis afectos fundamentales y es donde me siento libre de proponer, de decir, posiblemente porque crecí estudiando arte y lo comprendo como una posibilidad de diálogo y militancia”, reflexiona Fernández.

La curadora alemana Inka Gressel visitó Salta en 2019 como parte de su investigación sobre narrativas globales en los textiles artesanales. Como directora de la ifa-Galerie de Berlín, una institución del gobierno alemán, le propuso a Fernández organizar una exposición en la que mostrara el trabajo de mujeres de esta zona, haciendo foco en los materiales textiles que narran las relaciones de diferentes pueblos originarios con la naturaleza. Fernández había empezado a trabajar también con la ceramista de Jujuy Florencia Califano, a quien convocó para que coordinara talleres en la comunidad Tutiatí, conocida como Campo Durán. Califano y Fernández acompañaron a las mujeres del pueblo chané que formaron un grupo que se llama Orembiapo Maepora, que en idioma chané significa “nuestro trabajo es hermoso”. En octubre de 2020 pudieron inaugurar La escucha y los vientos en Berlín, con obras de las mujeres del pueblo wichí que trabajaron en diálogo con el artista de Salta Guido Yannitto, las ceramistas del pueblo chané y también registros audiovisuales y sonoros vinculados a otros pueblos del Chaco salteño.

“La escucha es la acción clave para conocernos y comprendernos”, advierte Fernández. “Nombrar a los vientos fue una decisión tomada de la mano de Leda Kantor. Ella realizó durante años charlas con un cacique de una comunidad wichí de Tartagal que se llama Juan de Dios López y de esas charlas surgió un libro sobre la espiritualidad del pueblo wichí que se llama Las cuatro voces del viento”, recuerda la curadora de La escucha y los vientos, exposición más amplia que la se exhibió en Berlín porque en el Museo Provincial de Bellas Artes Lola Mora tienen más espacio físico y porque continuaron trabajando con las mujeres de las comunidades wichí y chané para que realizaran nuevas piezas pensadas para ser expuestas en una sala de arte y no para ser vendidas como artesanías. Además se sumaron artistas, cineastas e investigadores que trabajan con comunidades indígena para reunir relatos e inscripciones del Gran Chaco, “una región en la que las fronteras políticas son difusas”, aclara la curadora.

Muchos sueños

La trama sonora y visual de La escucha y los vientos forma una red intensa. El realizador sanjuanino Brayan Sticks dirige un ensayo documental titulado Territorio, en diálogo con una investigación del Taller de Memoria Étnica de la organización de mujeres ARETEDE de Tartagal sobre el cacique del pueblo toba/qom Taikolic, líder de las últimas resistencias a la ocupación de la zona de los ríos Bermejo y Pilcomayo. Esta producción contó con el acompañamiento de Leda Kantor, una de las autoras del libro Un Peyak danzando en el viento. Lucha del pueblo toba del Pilcomayo: 1843-1917, escrito conjuntamente con Lidia Maraz y Benito Arias. Los estudiantes de magisterio del Instituto Terciario Nº 6029 de Tartagal se dispusieron a interpretar esta historia, poniendo sus cuerpos para la representación de “un otro”, para complejizar las memorias del lugar del que son parte y así comprender también su propia identidad.

“El contacto, la convivencia, con los pueblos originarios de esta región me transformó profundamente –reconoce Fernández-. Escucho, observo y constantemente me hago preguntas y hago preguntas. No preguntas para tener más información, trato de estar atenta para no actuar yo también como una ‘extractivista’. No elegí quedarme en Tartagal para llevarme cosas de ahí sino para hacer desde ese lugar, y porque estando allá pude entender qué puedo hacer con las herramientas que tengo como una mujer trabajadora del arte, también desde ahí entendí que soy eso. A partir de la escucha, hago preguntas (no necesariamente con mi voz sino con acciones) para pensar por qué hacemos las cosas de determinada forma, por qué naturalizamos ciertos comportamientos, por qué negamos la presencia de lo que nos resulta incomprensible”.

Durante el confinamiento del 2020 en Tartagal, Fernández construyó una amistad con Juan de Dios López. “Hace poco tiempo me permitió llamarlo por su verdadero nombre: Caístulo -revela la artista y curadora-. Él me visitaba casi todos los días en mi casa del Barrio Roberto Romero, cerquita de la ruta 86 donde yo vivía sola, fue un gran compañero en ese tiempo. En una de sus visitas me dijo: ‘a mí también me gusta estar en la felicidad, muchos sueños tenemos en el mundo, a veces soñamos con encontrar familia, a veces soñamos con no saber dónde estamos, a veces soñamos con tener alegría’”. Dan ganas de abrazarlo muy fuerte, desde la distancia, a Juan de Dios López, este cacique wichí que cuenta que “el viento es como el mundo, es todo para nosotros, es nuestra vida, mediante él podemos ser felices, si podemos escucharlo y entenderlo”.

Trabajo en red

La Bienalsur nació en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref) como una herramienta de integración. Las obras incluidas son el resultado de convocatorias internacionales abiertas y libres. A partir del trabajo en red, colaborativo, horizontal y solidario también apunta a la comunidad, local y global, se apropia del espacio público, une artistas conocidos con desconocidos de todo el mundo y toca temas que se mantienen en el centro de la atención. Además de las actividades en sedes tradicionales, Bienalsur incluye proyectos especiales como la Sede Virtual, Sede Audiovisual, Nodo Verde, Museo Digital a cielo abierto y Programas Públicos. En la tercera edición participarán el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (España), National Museum (Arabia Saudita), Museo Nacional de Arte (La Paz, Bolivia), Museo de Arte Moderno, Mambo (Bogotá, Colombia) y el Museo Regional de Pintura José Antonio Terry (Tilcara, Jujuy), entre otros.