El recuerdo y la reivindicación de la figura de Julio Maier permanece inalterado y continúa siendo un referente de las garantías constitucionales y de la democracia. A un año de su muerte y a modo de homenaje publicamos la carta que le envió a Milagro Sala en julio de 2016, cuando la referente de la Tupac Amaru llevaba recién unos meses detenida por la justicia jujeña.

Estimada Milagro:

Permítame que la llame por su nombre de pila, aunque Ud. no me conozca y yo tampoco la conozca a Ud. Acabo de volver del Perú (Lima) y leí en el periódico de ayer acerca de sus infinitos sufrimientos, sobre los cuáles ya había tenido noticias que me indujeron a leer sobre Ud. y sobre la gran sociedad cooperativa -en términos de Derecho comercial occidentales- que Ud. Fundó y dirigió; leí con la esperanza de conocer un mundo del que, en verdad, poco conozco. Algunos de sus comprovincianos y, especialmente, de sus connacionales podrían contarle el cariño que yo y mi señora tenemos por su provincia y, especialmente, por su pueblo.

Me he propuesto conocer algo más sobre su organización y sobre Ud. y en eso ando actualmente, cuando de pronto leo sobre sus sufrimientos carcelario-judiciales y su voluntad próxima de desaparecer de nuestro mundo y así abandonar su obra. No puedo evitar o tan solo mitigar sus sufrimientos que comprendo y deploro, ni tengo derecho a pedirle que “aguante” desde mi cómodo escritorio, pero quiero hacerle llegar mi apoyo en forma de ruego de quien sabe que no está a su altura ni tiene derecho a pedirle nada. Quería visitarla en el mes de “la Pacha”, pero quiso la vida colocarme ante un problema familiar en el mes de agosto y, posiblemente, deba postergar mis deseos de conocerla para satisfacer los cuales ya había comenzado a conectarme con amigos. Le pido, sin derecho, que cuando sufra y quiera despedirse de nuestro mundo, piense en los que no estamos a su altura -quizás por ello no nos persiguen-, que necesitamos ser auxiliados para poder subsistir con alguna dignidad, en especial, en aquellos a quienes Ud. ayudó sobermanera con las obras de su organización cooperativa, en los niños que rescató de la exclusión y en todos aquellos a quienes Ud. les enseñó a ser dignos, a no doblegarse frente a las angustias y limitaciones que les impuso su origen o la propia vida. Lo que Ud. logró -y creo que no sólo para su Provincia natal- no pudo lograrlo, al menos en nuestro país, movimiento político alguno.

Estoy seguro de que yo no sería capaz de hacer todo lo que Ud. hizo por sus semejantes, pero también estoy seguro de que, precisamente por ello, no estoy a su altura, ni merezco contestación alguna a este ruego. Pero quiero, quizás con egoísmo, que Ud. honre el nombre que eligió para su movimiento y así demostrarle a sus perseguidores que la crueldad y morbosidad de los actos que ellos desarrollan no se retribuye con odio ni con injusticia.

Hágame saber si cree que yo puedo ayudarla en algo a Ud. o a su movimiento social. Discúlpeme si publico esta carta, porque no sé como hacérsela llegar a la cárcel con seguridad.

Atentamente y con cariño

Julio Maier