Si hay algo supuestamente binario es el deporte. Las competencias son entre mujeres o entre varones, qué pasa entonces con las personas no binarias? Podemos repensar esas categorías del deporte? Tienen fundamento científico?

Lo cierto es que tan arraigado está el binarismo en el deporte, que las pruebas de sexo en el COI son comunes para las atletas, con la particularidad de que, al menos hasta la actualidad, solo se realizan a las mujeres. Fueron obligatorias desde 1968 hasta 1992, cuando quedaron como una opción, “por si acaso”.

No se puede pasar por alto lo que simboliza que estas pruebas se hagan solo a mujeres. Básicamente se infieren dos importantes y preocupantes razonamientos estereotipados, disciplinantes y discriminatorios: primero, que de los varones no se desconfía, y segundo, se presume y pretende enfatizar la “superioridad” de ellos, dejando entrever que ninguna mujer se va a atrever a desafiarlos.

En abril de 2016, el entonces Relator especial de las Naciones Unidas para la salud, Dainius Pūras, señaló que “las políticas de segregación por sexos han conducido a múltiples violaciones de los derechos en el ámbito del deporte. La segregación por sexos se ha justificado históricamente en aras de la seguridad y la igualdad, basándose en el supuesto de la superioridad física masculina. En varios fallos judiciales se ha señalado que esa afirmación no es más que una generalización y se ha reconocido el derecho de algunas muchachas y mujeres a participar en competiciones deportivas masculinas, aunque no se ha hecho a la inversa. Aunque es importante reservar espacios para que muchachas y mujeres puedan practicar el deporte con confianza, eso no debe hacerse a expensas de la exclusión de otros, como las personas trans.”

Por su parte, los Principios de Yogyakarta + 10 establecen en sus recomendaciones adicionales que “Las organizaciones deportivas deben integrar los Principios de Yogyakarta (2006) y estos Principios adicionales (2017), así como todas las normas y estándares de derechos humanos relevantes, en sus políticas y prácticas, en particular: (…) 3. Eliminar o abstenerse de introducir políticas que fuercen, coaccionen o presionen a las atletas a someterse a exámenes, pruebas y/o procedimientos médicos innecesarios, irreversibles y perjudiciales para participar como mujeres en el deporte.

La testosterona es la hormona generalmente identificada con la masculinidad, pero también está presente en las mujeres cis.

Para Katrina Karkazis “La testosterona no es el único factor que es importante para el desempeño atlético de una persona. Existen otros factores fisiológicos como el VO2 max, el tamaño del corazón y muchas otras cosas. Pero también hay factores que no tienen nada que ver con la fisiología de alguien”. Factores como la nutrición, el entrenamiento y el equipo, juegan un rol en el desempeño de la atleta. Así que no está claro cómo es que la testosterona esté siendo señalada como el factor definitivo.

Lo cierto es que un nivel alto natural de testosterona no necesariamente tiene como resultado un mejor desempeño atlético.

En definitiva, las mujeres con niveles altos de testosterona son más comunes de lo que la gente cree, y también lo son los hombres con testosterona baja. Ambos grupos sobresalen en sus deportes. La realidad es que “No existe un campo de juego con igualdad para todas las personas”. Todos los cuerpos son diferentes.

El problema de dividir a las y los atletas por sexo no tiene nada que ver con su género. Está basado en el supuesto sexo y la incapacidad de los funcionarios del deporte de encontrar un criterio que con justicia divida a lxs atletas en dos categorías de hombres y mujeres. ¿Será que es porque este criterio no existe científicamente?

La historia demuestra que cada vez que el deporte es dividido por sexo, las atletas que califican como mujeres cambian dependiendo del criterio utilizado para trazar esa línea.

¿Acaso el sexo es biológico? O por fin estamos en condiciones de afirmar que es una construcción social, y que negarla afecta los cuerpos y la salud de las personas, entre otros derechos humanos fundamentales.

El sexo no está determinado sino sobre la base de categorías y las categorías son construcciones sociales, por ende también netamente políticas. Si no entonces ¿Qué definimos o consideramos en un cuerpo para “clasificarlo” como femenino o masculino? ¿Qué parte del cuerpo seleccionamos a los efectos de dividir los cuerpos en masculinos y femeninos? ¿Quién decide esta elección? Pero además, el sexo no es estático, no es invariable en el tiempo.

Es por ello que los Principios de Yogyakarta +10 no hablan de sexo, sino que definen a las características sexuales. Hablar de características sexuales implica individualidad. Entender que no hay dos sexos, sino que cada cuerpo tiene sus propias características. De eso se trata. De respetar as corporalidades, para respetar las identidades.

Como dice Amalia Fischer Pfaeffle “dentro de la lógica binaria funciona el mundo occidental en el que vivimos: si se es hombre no se es mujer. Salir de la lógica binaria implica dejar de pensar linealmente, y aceptar la posibilidad de que no existan universales, ni trascendencias, ni identidades fijas, intentar no pensar dicotómicamente, es un reto cotidiano”. Ese es el reto.