Krabi, 2562                                           7 Puntos

Reino Unido/Tailandia, 2019

Dirección y guion: Ben Rivers y Anocha Suwichakornpong.

Duración: 94 minutos.

Intérpretes: Arak Amornsupasiri, Nuttawat Attasawat, Primrin Puarat, Achtara Suwan, Oliver Laxe.

Estreno en Mubi.

Favorito en las secciones más osadas de los festivales de cine, donde sus cortos y largos experimentales se vienen presentando desde hace tres lustros (en nuestro país, el Bafici y el Festival de Mar del Plata han sido el destino natural), el cine del británico Ben Rivers atraviesa estéticas y temáticas con un norte inflexible: la libertad creativa total. Viajero incansable, el director de Two Years at Sea y Now, at Last! colaboró hace tres años con la cineasta tailandesa Anocha Suwichakornpong en el corto The Ambassadors, prólogo de la realización del largometraje Krabi, 2562, híbrido indiscernible entre el documental y la ficción estrenado en el Festival de Locarno y rodado en la ciudad de Krabi, región turística del país del Sudeste Asiático (en la isla Phi Phi Leh se filmó La playa, de Danny Boyle). El proyecto de Rivers y Suwichakornpong dista mucho de los formatos dramáticos tradicionales con estrellas famosas en el reparto, aunque el universo del cine forma parte esencial de su(s) historia(s), en sentidos más profundos que los evidentes.

Un grupo de escolares canta el himno nacional de Tailandia ante la cámara, primer atisbo –para el ojo entrenado– del material analógico con el cual fue rodada la película: un viejo favorito de los realizadores independientes, el 16mm. Una mujer joven llega a Krabi y todo parece indicar que se trata de otra turista. Error: la muchacha se instala en un pequeño hotel y parte en busca de locaciones para una película junto a su guía. La visita a las islas permite descubrir un particular altar poblado por enormes falos, lugar de peregrinaje para aquellas parejas que ansían tener hijos. En otro paraíso cercano, un equipo de filmación comandado por el realizador franco-español Oliver Laxe (O que arde) encara la producción de una publicidad protagonizada por un famoso actor y cantante tailandés. Esos jirones de ficción emplazados en la realidad concreta de los sitios y ambientes se quiebra con la entrevista a cámara de un viejo habitante del lugar, un anciano exboxeador que recuerda los tiempos en los que se erigió su humilde hogar, décadas atrás.

A esas dos capas de registro –lo real, lo creado por la imaginación– los realizadores le suman una gruesa pátina fantástica, mitológica, que incluye el relato de apariciones fantasmales en los lugares más inesperados y la presencia de una pareja de neandertales en los parajes boscosos, que parecen haber viajado en una máquina del tiempo hasta el presente (¿o acaso ellos viven en la temporalidad correcta y es el resto del mundo el que se ha dislocado?). Krabi, 2562 no propone un viaje narrativo en sentido convencional, sino una serie de micro relatos, muchos de ellos apenas descriptivos, entrelazados por signos visuales y cuyo sentido último es, en gran medida, inasible. A pesar de los concreto de las imágenes y acciones de los personajes –hay un dedo amputado, turistas que no comprenden el idioma, una sesión de karaoke– se impone una potente cualidad onírica, como si el cine se describiera a sí mismo no tanto como máquina de narrar sino como una fábrica de movimientos, cuerpos, colores y sonidos.

No es casual que la misteriosa desaparición de una persona se produzca en una sala de cine abandonada, cuya pantalla está habitada por un grupo de aves y su enorme platea, según dicen, es visitada regularmente por un espíritu. Tal vez un dios. ¿El dios del cine? En las paredes de una caverna, unos trazos primitivos recuerdan al espectador la necesidad vital de generar reflejos del mundo real, primer ejemplo del impulso artístico en la historia de la humanidad. Mientras tanto, Rivers y Suwichakornpong se suben a un bote e ingresan en un enorme recinto hueco natural, lugar de misterio y fascinación. Las virtudes esenciales de Krabi, 2562 no son nada invisibles a los ojos.