River tiene tres frentes abiertos: la Copa Libertadores, el cruce con Boca por la Copa Argentina y el campeonato local. Por la Copa jugará el miércoles 11 de local y el miércoles 18 de visitantes ante Atletico Mineiro; con Boca jugará el miércoles que viene en La Plata; y por el torneo de entrecasa luego de Huracán se medirá con Godoy Cruz y Vélez. 

Por estos días el campeonato local es el que menos urgencias presenta, y por eso Marcelo Gallardo dispuso para esta ocasión un equipo mixto de titulares y suplentes, pensando en Boca. Suárez no jugó porque está lesionado (difícilmente llegue), pero tampoco entró Enzo Pérez. De la Cruz, Angileri y Brian Romero no empezaron como titulares, pero entraron a los 20 minutos del segundo tiempo cuando las papas empezaban a calentarse demasiado.

Jugaron dos River diferentes. Sesenta y cinco minutos uno y 25 minutos el otro. El primero, el de Rollheiser, Girotti y Enzo Fernández acompañando a Zucculini, Carrascal y Julián Alvarez, del medio hacia arriba jugó muy bien hasta tres cuartos de cancha, pero no tuvo creatividad ni precisión ni potencia para quebrar a un rival que armó una trinchera defensiva muy sólida. Los cruces de Merolla, el más expeditivo en el fondo y las manos seguras de Marcos Díaz resultaron escollos infranqueables, y por eso en el primer tiempo se fue de largo sin emociones, sin un solo mano a mano, sin ninguna jugada de verdadero peligro. 

El primer River respetó la idea de jugar a uno o dos toques, de circular, ocupar los espacios, meter presión en todos lados, pero se mostró frágil en los aislados intentos del rival; el segundo, con los cambios, mejoró la imagen general.

En el complemento, mucho más movidito, pasó de todo. Maidana, reemplazante de Paulo Díaz, lesionado, casi le regala un gol a Huracán y un rato después Armani le regaló el palo a Silva y los visitantes se pudieron en ventaja, cuando nadie lo esperaba. Fue una contra muy bien manejada por el mismo Silva, Candia y Triverio que encontró mal parada a la defensa de River. La primera clave para entender cómo llegó River al empate está en los cambios; la segunda en la plancha de Ibáñez, y la tercera en la cabeza eficiente de Romero.

La estantería defensiva de los de Patricios, que ya se empezaba a tambalear por el peso de la presión del renovado River, se agrietó cuando Ibáñez se hizo echar ingenuamente y con más espacios llegó el gran centro de Angileri que cabeceó en soledad Romero a la red. Todavía quedaba más de diez minutos, y River martilló en la búsqueda de una victoria que hubiera premiado su mayor vocación ofensiva.

De todos modos, el planteo del modesto Huracán, consciente de sus limitaciones y de la calidad del rival también se había hecho acreedor a algún premio. Por eso el empate le quedó bien a un partido que fue muy aburrido en el primer período, y levantó mucho en el segundo.

Las preocupaciones que en lo inmediato le pudo haber dejado a Gallardo la idea de que sin los titulares se le hace más complicado todo no son tan graves, si compara eso con la actuación de Boca contra Talleres.