Cuatro acontecimientos en cuatro provincias nos han conmovido a la vez que nos interrogan acerca de la ética, la responsabilidad que tenemos frente a otres como así también qué entendemos por nuestro prójimo. Estos actos no son aislados y tampoco nuevos, dado que la crueldad es ese aspecto humano que nos devuelve lo horroroso que nos habita, pero que al estar coartado por la ternura su aspecto más descarnado se transmuta en amorosidad.

Son estos hechos los que nos hacen pensar que los avances que se dan en materia de derechos y sus ampliaciones generan tanto odio de raza, de clase, de etnia. Para algunos sectores de la sociedad y sus instituciones son fuertemente resistidos. Butler sostiene que “no todas las vidas merecen ser vividas, por lo tanto, no merecen ser lloradas”.

Esos cuatro hechos son los siguientes: “la gravísima denuncia realizada en los distintos medios de comunicación y redes sociales de Rosario, en la que según relatan los mismos, un psicólogo secuestró, drogó y violó a una consultante”. Página/12 titula: “Justicia por Victoria y Fátima. Basta de trasvesticidios” (uno sucedido en la provincia de Entre Ríos, otro en Formosa), en la misma línea de abusos de poder el “tiro a Chano” en supuesta defensa propia (¿otro gatillo fácil?). Lo paradójico de esta última noticia es que los policías habían sido convocados porque la vida de Chano estaba en peligro.

Todos estos hechos revisten la misma gravedad, es la destitución subjetiva de quienes necesitan ser cuidades, alojades, son víctimas de abusos de poder que cometen las personas que protegidas en uniformes, acreditaciones académicas, instituciones de salud, justicia, educativas cometen actos de crueldad.

Adrián Abonizio escribe “dios y el diablo van susurrando cosas a mi espalda . . . entre tanto, la virgen como mujer les recuerda que a la vuelta siempre hay que pagar . . . y los invita a que vayan a laburar”. En la mitología hebrea, estos personajes son antagónicos, este mito se ha instalado en la sociedad y se ha constituido a modo de un universal, basado así en una lógica binaria y excluyente. Este poder se fue constituyendo en un poder despótico y omnímodo que arrebata las vidas de quienes van deviniendo por fuera del modelo hegemónico (adultocéntrico, heteropatriarcal, resultante de un neoliberalismo depredador), la ausencia de ternura, que actúa como dique dejando a los aspectos crueles en su modo más descarnado, donde lo que importa es el aniquilamiento, la misma lógica perpretada por los genocidas.

Las personas que llegan a consulta vienen con un sufrimiento, buscando alguna respuesta, tratando de comprender algunos acontecimientos de su vida. Si a ese padecimiento le agregamos más dolor, el consultorio se transforma en un lugar violento. Es decir que si no aliviamos en algo el dolor, nuestra práctica carece de ética. Sabemos que la violencia es protagónica en distintas instituciones y hoy más que nunca estamos en condiciones de afirmar que muchas veces el diván suele transformarse en otra práctica violenta.

Las personas que consultan tienen derechos, nos lo cuentan Peyrú y Brusca (1988): “Todo paciente tiene derecho a que se le confirme la realidad de sus percepciones, incluyendo aquellas que se refieren a sus psicoterapeutas. Les pacientes tienen derecho a que todas sus intervenciones sean realizadas de tal modo que no dañen su autoestima”.

Es una proclama a les analistas sobre el compromiso con sus pacientes,  Bleichmar señala que no debemos confundir neutralidad con falta de compromiso, ya que aliviar el dolor debiera ser uno de los objetivos principales para quienes trabajamos como analistas. En tanto Baum afirma que el terapeuta ayuda al paciente mediante el mecanismo de transferencia a regresar a la infancia y revivir en el encuentro terapéutico los conflictos infantiles no resueltos. El paciente queda a merced del terapeuta. Es decir que cuando un terapeuta violenta a su consultante tanto física como psicológicamente, no solo la desubjetiviza transformándola en un objeto de consumo. Es tan grande el daño que le produce que la deja devastada, estallada y en un desamparo mayor del que llega. Tenemos que incluir lo importante que es nombrar estos actos como tienen que ser nombrados, así las violaciones son violaciones, el incesto es incesto, su no nombramiento despolitiza los mismos (DasBiaggio).

El aniquilamiento del otre, el desligamiento en relación a su padecer, son las conductas arraigadas del neoliberalismo en nuestra sociedad, y de este accionar no quedan afuera las instituciones de salud, justicia, educativas, policiales. Todas ellas son lugares de poder y desde allí ejercen sus violencias, amparades en la impunidad que les otorga el Estado, el saber, y las acreditaciones académicas en las que se perpetúan para ejercer su autoritarismo y su odio sobre las personas.

Por eso es que como Psicólogues por el Derecho a la Salud, suscribimos a los Derechos de les Consultantes, al Derecho a la Salud en tanto Derechos Humanos y nos pronunciamos en contra del silencio o la tibieza de nuestro Colegio de Psícólogues 2da Circunscripción de Rosario, en relación a la gravísima denuncia que se hiciera pública el día 21 de Julio de 2021. 

Volviendo a la mitología hebrea, la tibieza de Poncio Pilatos y el beso de Judas, fueron cómplices de la muerte de Jesús. No de ese Jesús estigmatizado por la iglesia, sino el que vino a comer con las trabajadoras sexuales, aquel que dijo que les pobres (las personas con otras discapacidades) tenían los mismos derechos que todes nosotres, el que echó a les mercaderes del templo.

En repudio a estos actos violentos que replican una y otra vez estas instituciones señaladas en párrafos precedentes, pedimos y exigimos justicia para todas las personas cuyos derechos les son vulnerados en un consultorio psicológico, en la justicia, por la fuerza policial, o en una escuela o facultad.