Hasta fines de los 70, quien se acercara a la localidad de Jáuregui a 8 kilómetros del centro de Luján iba a encontrarse con más de 400 hectáreas de campo sembrado con cannabis. Era la materia prima de un proyecto experimental llevado a cabo por la empresa Linera Bonaerense que plantaba cáñamo, una variedad de la planta de cannabis con bajo contenido de THC, para uso industrial. El proyecto de ley para regular la industria del cannabis que espera obtener su aprobación definitiva en la Cámara de Diputados invita a rememorar la única experiencia argentina que podía convertirse en un polo productivo de esta plantación hasta que fue desmantelada por la última dictadura militar.

Gracias a su resistencia fibrosa, los linacos que trabajaban en la Linera usaban la planta para fabricar suelas de alpargatas y paneles aglomerados de Linex, una madera de lino y cáñamo. Eran empleados del belga Jules Steverlynck, quien decidió en 1928 instalar la algodonera Flandria y una iglesia en un pueblo que ni siquiera tenía electricidad. Diez años más tarde fundó Linera Bonaerense, y también una escuela industrial para terminar de instalar el oficio textil en el pueblo.

Hacer un recorrido por las calles de Jáuregui y reconstruir la memoria colectiva de sus habitantes permite dimensionar la herencia que dejó el belga en la identidad del pueblo. Basta con recorrer la calle que lleva su nombre, doblar en Los Lineros, entrar a ver las casas que otrora ocupaban los gerentes de la empresa cuyas aberturas, el tiraje de los extractores y los techos fueron cubiertos con paneles de linex que resistieron sin filtraciones de humedad medio siglo de historia. Pasar de camino a la entrada de la ex algodonera por la Pasarela, el puente sobre el Río Luján donde aún se puede ver el dique que encargó Steverlynck para generar la energía eléctrica del pueblo.

"En unas vacaciones en Gesell me hice amigo de un mantero que vendía artesanías en la playa. Cuando le conté que era de Jáuregui conocía el lugar por las plantaciones de chala", cuenta Patricio, uno de los diez mil habitantes de un pueblo que tiene un Club de Fútbol en primera b y el club náutico El Timón que fue semillero de campeones provinciales y regionales de remo. También tenía cine, teatros, escuelas; todos construidos por Steverlynck.

La gente del pueblo se refiere a él como "Don Julio" o "el viejo". Un personaje al que Eva Perón llamaría para decirle que ella y el General no le perdonaría que "haya sido peronista antes que Perón". Es que en una época en que aún no existía el artículo 14 bis que ampliaría los derechos laborales de los y las trabajadoras argentinas, los dos mil empleados estables que tuvo a su cargo tenían sueldos más altos que el promedio, derecho a vacaciones pagas, aguinaldo, licencia por matrimonio y un bono por el nacimiento de cada hijo.

Los registros de la empresa muestran que llegó a sembrar 400 hectáreas de cáñamo. Y que en 1976 empezaron los problemas: “Se informa a las autoridades las molestias por la sustracción de hojas y flores a pesar de la vigilancia y el control. Se considera cesar de producir el cultivo para evitar los perjuicios económicos que estas depredaciones traen acarreadas”.

La gente confundía las plantas con unas de cannabis psicoactivo y se las robaban para fumar o sembrar en sus casas. Claudio Nuñes, hijo de uno de los encargados de la fábrica, explica que el cultivo de cáñamo en el pueblo estaba naturalizado, hasta que los hippies e intelectuales comenzaron a acercarse para fumar la planta: "Lo hemos visto a León Gieco venir a Jáuregui a buscar plantas de cáñamo". Atrás de los hippies, llegaron los militares que hacían operativos especiales para desmontar la planta. La pequeña localía de Jáuregui era nota de tapa de los diarios hasta que la empresa decidió no producir más cáñamo. En 1977, el gobierno de facto de Rafael Videla llevó preso al gerente por la existencia de plantas gauchas en la zona al título de "se incautaron 2.000 kilos de marihuana". 

La algodonera Flandria y Linera Bonaerense siguieron funcionando por casi diez años más hasta que la política neoliberal de los 90 terminó por fundirlas y, con ellas, a un pueblo entero: “Con la quiebra del 95 empezó la época triste de Jáuregui. Ese pueblo maravilloso con trabajo y oficios tuvo que salir a changuear. El pueblo también tuvo que reconstruir su identidad”, cuenta Patricio.

En los terrenos de la vieja linera funciona hoy el Parque Industrial Villa Flandria, donde hay mayoría de empresas alimenticias: Quento Snacks, Babasal, Alimentos Vimag. También hay alguna empresa textil, pero en Jáuregui dicen que eso se perdió, que ya no hay más orientación a lo textil, que no hay conocimiento de cómo se trabajaba. También dicen que la mayoría de las personas que trabajan en el Parque Industrial no son del pueblo: hay gente de Mercedes, de Luján, de Capital. 

Flexa Correa López, activista de Acción Cannábica, será el director de un mini documental que le encomendó el proyecto Las Cañameras 420 (primeras zapatillas realizadas en base a este producto) de Valery Martinez Navarro. El objetivo es reconstruir esta historia para difundir las bondades de la industria del cáñamo y acompañar el camino que viene recorriendo el proyecto de ley que ya obtuvo media sanción en la Cámara de Senadores y espera su tratamiento y aprobación definitiva en Diputados. 

Y, por que no, empezar a cosechar en Jáuregui una nueva semilla para retomar la plantación de este cultivo: "Ahora la intención es reunirnos con funcionarios del Municipio. Sería muy interesante que vuelva a resurgir su producción con la ayuda del Estado. Crear nuevos trabajos e investigar”, culmina Nicolás Milione, titular de Acción Cannábica, otra de las asociaciones que junto con Proyecto Cáñamo acompañan el proyecto.