…hablando de los niños que escriben en el cielo

spinetta

A mitad del camino entre el veneno de Ofiuco y las vanidades de Casiopea, cientos de miles de puntos centelleantes se esparcen desordenadamente por el campo visual. Brillo encastrado en el sustrato mental más profundo. Cúmulo estelar hermoso, celebración en luz fosilizada por el tiempo. En ese momento el ojo percibe rayos emitidos hace 1.800.000 años. Ahora, siempre al amparo de sus altos períodos de revolución, condensa una intensidad que de inmediato cae en el pasado. (El período de revolución alrededor de un centro equivale a 7.200 meses por semana). Al flujo de tanta electricidad, los cúmulos estelares, lejos de haberse encontrado casualmente en una parte limitada del espacio, son asociaciones de objetos creados con alguna forma pre-física de la materia.

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Hijos del ver, no gasten fuerzas en algo vano. Es imposible desdoblar ópticamente a este par de cancerberos del infinito cuadrado. Can Menor, un híbrido de caballo y rinoceronte, y Can Mayor (cuya atención fue distraída por Liebre escabulléndose entre las piernas de Orión) portan rabia celeste. Sus límites, brotados por esquejes de ángulos rectos, en 3.472 siglos estarán concentrados en un volumen de espacio muy pequeño, prácticamente una cabeza de alfiler, o el ojo de una aguja y lo que eso acarrea...

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Al reparar en el brillo superficial de Rubber Soul, alambicadamente pálido, Usted apenas vislumbrará una verde manzana girando sobre sí. Más la situación cambia si se fija la atención por 10 segundos en esas manchitas límpidas de persistente titilar. Su esplendor, cabalgando la más rabiosa falta de absolutos, arribará con desorden cromático. Enjambre de épocas. Halos de luciérnagas. Vahos de oscilación, cada fulgor consume 80 millones de toneladas de su sustancia.

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Un ejército de hipocentauros, arqueros poco certeros, parten desde septentrión hacia las entrañas del quinto punto cardinal. Presagio esculpido en agua, prodigio tallado en el polvo de la repetición.

pd.

cefeida naranja de cielo y azahar, 100 kilómetros cúbicos de su aire pesan lo mismo que dos plumas de jilguero

…le atribuían a los asnos siderales un voraz apetito pastando en las praderas mismas de la eternidad imaginaria

la imagen que acompaña, captada por la pluma de un iluminado, es registro fiel a 18 minutos del sol

@dr.homs