Treinta años lleva The End persiguiendo la huella del gigante. Tocando –o intentando tocar— a Pink Floyd. Un paso más en la batalla será el de este sábado cuando, a partir de las 19, el noneto active su maquinaria de músicas, luces y escena en el Estadio Obras (Libertador 7395). “Es mucho tiempo, pero tampoco suficiente”, sopesa Jorge “Gorgui” Moffatt, cantante y fundador de la banda, en un intento por medir el tiempo. “Durante estas tres décadas hemos transitado etapas muy distintas, tanto en el entorno como en nuestras vidas personales, lo cual implica mucho, ya que hemos desarrollado gran parte de nuestras vidas con esta música”, sostiene el músico, de cara al concierto que promete estar a la altura de las circunstancias. Esto es hablar de una puesta de “altísimo nivel” escénico y musical, pese a protocolos, cuidados y restricciones. “Fue todo un tema organizar”, admite Moffatt. “Se nos mezclaban las ideas con las ganas de innovar y a la vez con las de gozar de un reencuentro con los clásicos… Hubo que pensar mucho”.

--Se sobreentiende por contexto, lógico. ¿Dónde han puesto el foco, finalmente?

--En el reencuentro con los shows en vivo, y en la interacción con el público, porque el año pasado debimos suspender algunos shows con muchos condimentos adicionales que esperamos retomar en breve. Tiene que ver esto con la puesta en escena, y con una gran novedad vinculada a la técnica de sonido. Igual, la expectativa es que con la actividad regular podamos volver a las sutilezas en el repertorio, y a más novedades técnicas.

El pico de la segunda ola de la Covid, como ocurrió con tantos proyectos, impidió a la banda hacer este mismo show en abril, y al aire libre. La suspensión, claro, obligó a modificar sobre la marcha la interacción con colaboradores del grupo, pero sobre todo gravitó mucho el nivel de incertidumbre que genera en ellos la respuesta del público. “Todos nos estamos acostumbrando a que todo es distinto en estos tiempos. En períodos anteriores ya teníamos bien claro el perfil de nuestro público, especialmente en el sentido de cómo comunicarnos…y hasta sabíamos más o menos los tiempos de respuesta. Pero en estos momentos no lo tenemos tan claro. Afortunadamente la gente está respondiendo y está con tantas ganas como nosotros de disfrutar de la música de Pink Floyd”, se esperanza Moffatt.

--Se habrá tornado complejo sostener la infraestructura que conlleva un proyecto como el The End en estos días aciagos. ¿Ha emergido algo de la oscuridad?

--Fue muy difícil, y en alguna medida lo sigue siendo, porque somos esencialmente una banda de vivo. Uno se acostumbra a un ritmo de actuaciones y es muy difícil renunciar a esa adrenalina. No obstante, hicimos algunas grabaciones caseras y también convocamos a Durga McBroom para hacer una versión acústica de “Shine on you crazy diamond”.

McBroom es nada menos que aquella negra impresionante que dio la vuelta al mundo como corista del remozado Floyd de Delicate sound of thunder. Su participación fue uno de los mojones de The End, que también llegó a codearse con otros seres cercanos al planeta pink, caso Jon Carin, habitual colaborador de David Gilmour y Roger Waters desde mediados de los ochenta; el bajista Guy Pratt; y Lorelei, la hermana de Durga. “La verdad es que lo que conseguimos fue grandioso, siempre buscando trascender dentro de nuestras posibilidades, y buscar siempre proyectos nuevos. Creo que no tenemos nada en el debe, pero a su vez seguimos buscando opciones. La pandemia nos bajó unas fechas muy fuertes en el exterior, más allá de Sudamérica, algo que podría ser un próximo objetivo, normalidad mediante”. 

--¿Van a tocar alguna pieza de los Floyd que no hayan recreado nunca?

--Con tantos años de trayectoria queda muy poco para innovar en ese sentido. Lo que sí vamos a hacer es combinar los hits con algunas versiones para fanáticos que no hemos tocado tan seguido.

--¿Nombres?

--No, no me gustaría adelantar esos temas distintivos de este show, pero podría comentar que uno de ellos es el más extenso de la discografía… Otro que es totalmente instrumental ¡Hasta acá llego! (risas) Por lo demás, siempre tuvimos la actitud de interpretar los hits que la gente espera. Es un poco subjetivo, pero por la experiencia conocemos bastante bien cuáles son los temas que no pueden faltar. Me animaría a decir que de los hits más conocidos van a estar todos.

La big band, que completan hoy Charly Kleppe, en teclado y guitarra; Hernán Simó, en piano y teclados; el tándem Matías Dietrich-Mariano Romano, en guitarras; Alejandro Pérez Sarmenti, en batería y percusión; Juan Folatti al bajo; Alejandra Peralta, en coros; Martín López Camelo, en saxo y Eugenio Tripar en FX Stage, sigue al pie de la letra las apariciones públicas –y no tanto—de sus máximos referentes. “Por supuesto que estamos atentos a todo lo que dice y hace Waters”, asegura el “Gorgui”. “Él tiene una sensibilidad social muy grande y nos provoca una gran emoción cuando de alguna manera se involucra con nuestras situaciones. Pero nosotros, como banda que interpreta su música y con tantos integrantes, no estamos ni capacitados ni con la autoridad para continuar u opinar sobre su discurso”.

--¿Y de Gilmour?

--También estamos atentos a sus actividades, e incluso tenemos algunos contactos en común. Sin dudas, ambas son personalidades muy fuertes y únicas dentro de la historia del rock mundial y, a pesar de sus conflictos personales, seguimos pensando y disfrutando del repertorio que han creado juntos, que sin dudas fue el mejor momento de Pink Floyd.