Es pequeño pero cumplidor: desde este viernes y hasta el próximo domingo tendrá lugar un Homenaje a Krzysztof Kieslowski, organizado por la Embajada de la República de Polonia en Buenos Aires, en colaboración con la Fundación AVA Arts y el Cineclub Núcleo. El homenaje obedece a que este año se cumplen 80 años del nacimiento del realizador y 25 de su muerte temprana. Consta de tres películas inéditas en Argentina: un corto documental (La oficina, 1966), un largo de ficción (El azar, 1981) y la entrevista de una hora de duración que es eje del documental postrero Krzysztof Kieslowski: I’m So-So (“Estoy más o menos”, 1995). Podrán verse en forma gratuita en el sitio Cinee - Cine de Europa del Este

Como todos los cineastas polacos de nota --Andrezj Wajda, Roman Polanski, Jerzy Skolimowski, Krzysztof Zanussi y siguen las firmas-- Kieslowski, nacido en 1941 y muerto a los 54 años en 1996, estudió en la célebre Escuela Nacional de Cine de Lodz. Aunque antes de ello y como cuenta en I’m So-So, su padre lo inscribió en la escuela de… bomberos. Allí, el realizador de La doble vida de Verónica refiere también que después de la fallida experiencia como aprendiz de apagador de incendios quiso estudiar dirección teatral, pero le exigían estudios previos. Para cumplir con los requisitos debía elegir alguna, eligió cine y se quedó ahí para siempre. Eso, después de haber sido aplazado tres veces en el examen de ingreso y aprobando recién a la cuarta. El modo en que fue a dar con la que sería su vocación es particularmente interesante, teniendo en cuenta que uno de los temas más persistentes de su obra, como lo explicita el mismísimo título del largo de ficción programado en este ciclo, es el azar.

Con una duración de 5 minutos y algunos segundos y filmada en blanco y negro mientras aún cursaba sus estudios (egresó en 1968), La oficina es la pequeña ópera prima del realizador de El Decálogo. Su primer documental, campo en el que afilaría las uñas a lo largo de los siguientes tres lustros. La oficina del título es una dependencia estatal donde se (des)atiende a jubilados y pensionados. Máquina de decir que no, la burocracia rige en esa oficina de modo implacablemente kafkiano. Los ancianos no entienden lo que se les pide, se les exige siempre una firma más de la que tienen, si un formulario está sellado con un sello rectangular deben ir a otra oficina, a solicitar que les pongan uno circular (literal). Versión aplastante de la empleada pública de Antonio Gasalla, esa oficina es obviamente una metonimia de todo régimen para el que los ciudadanos son una mera cosa. El joven Kieslowski la filma fragmentando el espacio de un modo que más adelante no repetiría, captando al vuelo rostros estriados y expresiones de desorientación. Por supuesto que también aparece la inevitable toma de los millares de carpetas arrumbadas en un sótano, como si se tratara de un depósito de cadáveres de solicitudes incumplidas.

Desde ese momento y hasta los primeros años 80, Kieslowski filma una enorme cantidad de documentales --cortos, medios, largos--, actividad que continuará incluso luego de debutar en el campo de la ficción. Tres de sus primeros cinco films de ficción, incluyendo el inicial The Scar (1976) y sin contar un telefilm previo (Personel, 1975), son resueltamente políticos. No por nada dos de ellos fueron estrenados con varios años de retraso. Es lo que sucedió con The Calm (telefilm de 1976, estrenado en 1980) y El azar (Przypadek, 1981, estrenada en 1987). Incluso después de todo ese tiempo El azar se estrenó con ocho minutos censurados. Esos minutos fueron repuestos en un reestreno de 2014, ocho años después de la muerte del realizador. “Ésta es la única escena que no se pudo recuperar”, dice una placa en El azar, congelando la imagen en el momento en que la policía está por apalear al protagonista.

Política y metafísica

Esos primeros largos de Kieslowski sintonizan con la voluntad de denuncia política de sus colegas Andrzej Wajda y Krzysztof Zanussi para la misma época, el primero con El hombre de mármol (1977), Sin anestesia (1978) y El hombre de hierro (1981), el realizador de Iluminación Íntima con Camouflage (1977). Todos ellos testimonio del coraje civil de sus realizadores y de la impotencia del régimen para acallar la ira creciente de la oposición. Kieslowski completa El azar en el mismo año de la formación del sindicato Solidaridad, que a fines de los 80 se convirtió en la principal fuerza política en forzar (junto con la caída de la URSS, por supuesto) el fin del casi medio siglo de comunismo en Polonia. Inscripción al instante: en el curso de El azar, Radio Europa Libre informa sobre una primera huelga en los astilleros (las huelgas estaban lisa y llanamente prohibidas en Polonia, y de hecho The Calm fue censurada por incluir una huelga).

El azar

Testimonio de esa decisión de alzar la voz, el periplo del protagonista de El azar, Witek, está marcado por el presente polaco de ese momento. Pero el opus 5 del autor es el punto justo en el que su obra se abre a cuestiones metafísicas, lo cual da por resultado un cuento moral que en verdad son tres. Un momento crucial se repite tres veces en la película, pero por la intervención de la fuerza del título, manifestada en detalles casi infinitesimales, se resuelve de manera distinta. Esas tres alternativas determinan tres destinos para el héroe. Witek corre para alcanzar un tren y en el camino choca con un par de personas que están en el andén. La primera vez alcanza a colgarse del tren. La segunda no llega y es arrestado por un policía. En la tercera tampoco llega, pero el policía no lo arresta. En el primer caso abandona la carrera de Medicina y se convierte en agente al servicio de la policía secreta. En el segundo afronta el destino inverso, integrándose a una célula de jóvenes disidentes. En la tercera ocasión se recibe de médico, se casa, tiene hijos, lleva la vida de un integrante de la “mayoría silenciosa”. Castigo “de los dioses” a la indiferencia política, esta última es la que termina peor. Pero las otras tampoco terminan muy bien.

La paradoja que circula a través de las tres partes o variaciones es que no hay que perder las esperanzas, aunque las esperanzas siempre se frustran. “El futuro es para mí un agujero negro”, dice casi con orgullo Kieslowski en I’m So-So, filmada un año antes de su muerte, producto de un corazón muy castigado. Algo que sus películas traslucen.