El Reportaje       8 puntos

Texto: Santiago Varela

Dirección: Federico Tombetti.

Elenco: Patricia Rozas y Néstor Villa.

Música y diseño sonoro: Mirko Mescia.

Diseño de luces: Augusto Sanguinetti y Juan Ignacio Aldays.

Asistencia de dirección: Yamil Zalazar.

Funciones: domingos de agosto a las 16 en el Teatro Picadero (Pje. Santos Discépolo 1857).

En agosto de 1981, llegó a la Argentina, por primera y única vez, Frank Sinatra. Hizo algunos shows para la farándula local en el Hotel Sheraton y coronó su visita con dos presentaciones en el Luna Park gracias a las gestiones -entre otros- de Palito Ortega, quien esperaba ganar tres millones de dólares y terminó perdiendo un millón y medio. El 6 de agosto, mientras Sinatra cantaba sus clásicos, a pocas cuadras el Teatro del Picadero –primera sede del ciclo Teatro Abierto– era incendiado por la dictadura cívico-militar que había tomado el poder en 1976. “Aquí La Voz; allí el silencio”, resume el general, uno de los personajes de El reportaje, obra escrita por Santiago Varela y dirigida por Federico Tombetti.

Una periodista portuguesa (Patricia Rozas) coordina una entrevista con un general del Ejército Argentino (Néstor Villa) para conocer su versión de los hechos ocurridos aquel 6 de agosto de 1981 en el Picadero. La puesta de Tombetti elige la asepsia para recrear el encuentro en ese espacio neutro que podría ser un estudio de TV, pero que pronto se revela como la cárcel donde el general cumple condena por su participación en los actos de terrorismo de Estado perpetrados entre 1976 y 1983. Él, claro, prefiere llamarlo “Proceso de Reorganización Nacional”, un término que resulta insuficiente para describir ese período, pero que muchas personas siguen utilizando hasta hoy. Y esa es otra de las claves para abordar esta pieza: la voz del general no representa sólo al sector militar sino a una parte de la población que continúa avalando la censura, los secuestros, la tortura y la desaparición de personas durante esos años.

El general se define como “un hombre de la cultura” y “un tipo leído”. A cargo, en su momento, de Controles Culturales Especiales, asegura que no fue un simple censor y se empeña en aclarar que los militares no eran unas bestias. Aún así, confunde Brasil con Portugal y se declara fan de Doña Rosita la soltera, aunque odia profundamente a su autor, Federico García Lorca. “Cuando uno está en el poder lo primero que tiene que hacer es conservarlo, y la censura ayuda a construir poder”, argumenta. El tono con el que está amasado el personaje permite aproximarse a la mirada que los militares tenían sobre la cultura y también reconstruir el rol que adquirió la escena del teatro independiente hace 40 años, en una de las épocas más siniestras del país.

Pero detrás del general no acecha un monstruo ni un loco; es un hombre consciente de sus actos y eso, quizás, es lo que más aterra. Él sigue sosteniendo la teoría de los dos demonios y justifica la decisión de quemar el teatro porque era una orden: “Sin saña, sin maldad. Táctica de combate pura”, alega. La construcción de Villa es sólida y se sostiene durante los 60 minutos. Rozas, por su parte, encarna a una interlocutora un tanto incómoda, por momentos cercada por la vehemencia con la que el condenado defiende sus argumentos. Sin embargo, aunque el peso del relato recae en la criatura de Villa, la actriz tiene momentos de gran intensidad: uno es cuando se adelanta al proscenio y enumera los nombres de actores y actrices desaparecidxs; otro es la lectura que revive aquel manifiesto inaugural de Teatro Abierto, escrito por Carlos Somigliana y leído por el actor Jorge Rivera López.

El reportaje aborda una temática dolorosa, pero el contrapunto entre los personajes (interpretados en puestas anteriores por Federico Luppi y Susana Hornos bajo dirección de Hugo Urquijo) no está trabajado desde la solemnidad y tampoco resigna el humor, que opera como una suerte de respiración en la puesta. En esa incomodidad, que surge del choque entre los acontecimientos históricos y las múltiples versiones sobre ellos, aparece la potencia de este texto que homenajea a Teatro Abierto, hito innegable de la resistencia cultural en la Argentina. La memoria sigue siendo la herramienta más poderosa para que –tal como reza el programa de mano– “nunca más se utilice en contra de los pueblos el armamento que debe ser para defenderlos”.

  • El reportaje puede verse los domingos de agosto a las 16 en El Picadero (Pje. Santos Discépolo 1857) y las localidades pueden adquirirse por Plateanet.