A partir de lo que queda, relanzar el deseo. De eso se trata la experiencia de escritura que Tania Scaglione (alias Naranjita), Amalia Prado (alias Bibliotecaria), Darío Alejandro Crosa (alias Zurdito) y María Antonela Pierotti (alias Remadora); integrantes del colectivo La Muchedumbre, propusieron al taller que coordinaron en la recuperada Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, en el barrio Tablada de Rosario. Del que participaron como narradorxs: Jesús Ademar Argüello (alias Gomera), Liliana Bernal (alias Antiparra), Gary Méndez (alias Ficción), Nancy Ruiz (alias Picante) y una "persona de identidad reservada" (alias Brócoli). La respuesta a la convocatoria, dirigida en febrero de 2020 a personas sin conocimientos previos sobre literatura, y con el nombre y el retrato de Rodolfo Walsh en el flyer, fue muy buena pero se topó con un obstáculo: "pandemia mundial". Transformando la fórmula del alcohol en gel en el primero de una serie de rituales colectivos (no menor de los cuales fue el de darse mutuamente nombres de guerra), abordaron a lo largo de varios encuentros el juego creador de rodear una reescritura imposible.

Al trauma colectivo de la dictadura (1976-1983) se le sumaba uno nuevo, que más allá de las obvias diferencias entre ambas situaciones también sembraba el miedo, favorecía el aislamiento, empobrecía la experiencia;  y esto, la posibilidad de seguir teniendo experiencias (no hay palabra, ni escritura genuina, sin ellas; un antecedente del "empobrecimiento de la experiencia" lo halló Walter Benjamin en la primera posguerra mundial), esto, decíamos, fue lo que les talleristas buscaron apuntalar. Y cuentan cómo lo lograron. A veces pudieron reunirse, con protocolos; otras, solo en forma remota. Publicado e impreso este año por la Editorial Biblioteca Vigil y sus talleres gráficos El Molinillo, El común oficio de escribir. Rodolfo Walsh y las derivas de un cuento aparecido presenta, junto al texto creado a partir de lo poco que se conservó del cuento desaparecido del autor de Operación Masacre, un testimonio de taller de código abierto, escrito con la intención de que otres repliquen el método. 

Es significativo que el último cuento que se conoce del escritor argentino Rodolfo Walsh, desaparecido junto con él por los genocidas del gobierno de facto, se trate de un hombre que está por cruzar un río. En la poesía clásica, el Leteo es el río del olvido que las almas cruzan al morir, guiadas por figuras conductoras entre las cuales es decisiva la del barquero. Así llegan al Hades o inframundo de los muertos, del que ya no regresan. El héroe clásico es aquel que puede cruzar el río, conversar con los muertos del Hades y volver al mundo de los vivos. Hay tal vez en esto un resabio de la función de aquella figura social que genéricamente la antropología llama el chamán, o la chamana: alguien con el poder espiritual necesario (poder en el sentido de potencia, no de dominio) para ir al inframundo a buscar las esencias perdidas, y volver con ellas. El juego colectivo que La Muchedumbre propuso y describe no se trata exactamente de eso, pero hay algo de eso. No recobra ni reconstruye; tampoco retoma desde cero. 

La dictadura nos dejó frente a un dilema ético, donde cerrar las heridas implicaría una desaparición de la desaparición, una inadmisible dilución de los crímenes que aún esperan justicia; pero una memoria sangrante en el largo plazo es un modo de que los crímenes perpetúen sus efectos. Al mal absoluto es imposible oponerle un bien absoluto, por eso nada de lo que pueda hacerse quedará impecable. El taller asume de entrada esta imperfección inicial y aprende, antes que a escribir, a hacer algo con ella. Disfraces, canciones y bailes integran el proceso creativo, basado en la experiencia, y que recuerda a cómo componían los actores del método Stanislavsky, o a un cuento de Borges: Pierre Menard, autor del Quijote. Y a un Walsh criptólogo, detectivesco, espía: el lado lúdico del investigador. Y que el libro nos presenta a través de un acertijo para "jugar un rato".

"Esta versión buscó construir lazos, en un espacio que está recuperando, de manera reinventada, los deseos de quienes levantaron sus paredes hace más de cincuenta años". 

"Juan Antonio lo llamó su madre. Duda era su apellido. Su mejor amigo, Ansina, y su mujer, Teresa". Este único fragmento reconstruido de "Juan se iba por el río" insiste repetido en varias páginas. Rodolfo Walsh (se nos cuenta) atravesó una gran transformación hacia 1956, de donde surgió su obra más conocida, la crónica de no ficción Operación masacre. Fue periodista y a tres meses de iniciada la dictadura de 1976 propuso a la organización Montoneros la Agencia Clandestina de Noticias ANCLA. A un año del golpe de Estado, tras publicar su Carta Abierta a la Junta Militar, fue secuestrado con sus papeles (entre ellos el cuento) y asesinado. Su compañera Lilia Ferreyra y un compañero de cautiverio pudieron evocar el comienzo del cuento y su tema. A 40 años de su desaparición en 1977 (el mismo año en que la misma dictadura arrasó con La Vigil), se publicó El violento oficio de escribir, su obra periodística reunida, cuyo título se basa en el de un ensayo de Raymond Chandler e inspira el de este libro, que fue escrito entre 30000 libros desaparecidos y luego recuperados.

"Este taller es un acto político, artístico y comunitario", escriben les coordinadores, según quienes "esta versión buscó construir lazos, en un espacio que está recuperando, de manera reinventada, los deseos de quienes levantaron sus paredes hace más de cincuenta años". La nueva escritura no conserva en forma literal lo que se transmitió oralmente como el tema original del cuento: "un argentino derrotado del siglo XIX que ha participado en numerosas batallas y las recuerda sentado en un banco frente al Río de la Plata... un día el río se seca y Juan, sacudiéndose su melancolía, se lanza a caballo a cruzar el río...". El Juan epigenético de este sueño colectivo (epigénesis: nacimiento vital de lo nuevo) es más contemporáneo: es alguien capaz de leer la personalidad de un rival en la estampa de la remera que lleva puesta. La versión 2020 tiene un lenguaje coloquial, toques de humor ("Pasa que la Tere se vestía siempre igual. Era fácil encontrarla") y capta (en otra locación y entre las brumas de una fantástica atmósfera de misterio a cargo del fantasmal amigo Ansina) la estructura de sentimiento de un lugar preciso en tiempo y espacio: la Vigil, el barrio Tablada, la generación joven actual. No las describe; las expresa. Y este es su mayor logro. Final abierto: la deriva recién empieza.