La semana pasada hubo una nueva ola de euforia en los mercados bursátiles de Estados Unidos. Fue el efecto de una tasa de interés que subirá más lento de lo pensado y una política de reducción de los estímulos más gradual de lo previsto. Se trata de anuncios de la Reserva Federal (banca central estadounidense) que permitieron que las acciones del Wall Street volvieran a ubicarse en nuevos record.

El avance de la variante delta o las señales de la dificultad para sostener la recuperación de las economías globales no perturbó el optimismo de los fondos de inversión con los principales activos de la bolsa estadounidense. Los analistas que consideran que hay una burbuja insisten en que esta suba de precios no es sostenible. O sea, que esta euforia oculta el problema.

Para los inversores la decisión de salir de las acciones no es fácil. El costo de oportunidad es elevado en el caso de que se mantenga el rally alcista. Esto refuerza la obsesión de la industria financiera para encontrar la fórmula mágica: es decir, la combinación adecuada para diversificar los activos, moderar el riesgo de mediano plazo y mantener niveles de rentabilidad.

La fórmula no es sencilla de encontrar pero la apuesta de los gestores de inversión es buscarla a través de acciones con alto potencial tecnológico. Principalmente empresas que estén a la vanguardia de los desarrollos que transforman la naturaleza. De la misma manera que las empresas de semiconductores registraron subas fenomenales de precio en los últimos veinte años, esos financistas pretenden encontrar cuáles serán las nuevas actividades ganadoras.

La inteligencia artificial es uno de los sectores preferidos en esta dirección aunque no es el único. La moda en Wall Street es buscar compañías que puedan cambiar en forma copernicana la producción y la distribución en los sectores de alimentos, medioambiente y salud. Y para lograrlo nada mejor que las empresas dedicadas a la biotecnología.

Hace años que se lo considera un segmento con posibilidad de alto impacto transformador. Ahora luego de los efectos y las lecciones de la pandemia se potencia esta visión. Uno de los adicionales es que muchas de las innovaciones trabajadas en el sector comienzan a madurar y salir al mercado a escalas masivas. Un ejemplo son las vacunas con ARN mensajero sintético que generan en el cuerpo la producción de anticuerpos sin inyectar un virus muerto.

Empresas como Moderna alcanzaron una capitalización bursátil superior a los 157.000 millones de dólares. Cifra equivale a la tercera parte del PIB argentino. AstraZeneca no se queda atrás al anotar un valor de 129.000 millones. Y si bien estas empresas son las que tienen mayor conocimiento público no son las únicas con montos impactantes. Amgen, IQVIA Holdings, Biontech, Gileada, Ilumina, Glaxosmithkline, Regeneron, Biogen, Vertex, Ionis y Veeva son algunas otras con capitalizaciones superiores a 50.000 millones de dólares.

La industria de fondos de inversión tiene sus propios índices que permiten invertir en una combinación de distintas empresas de biotecnología. En un informe detallado de la agencia de inversiones IO se menciona que los principales fondos de este tipo son iShare Biotechnology ETF, ARK Genomic Revoluciono, SPDR S&P Biotech y VanEck Vectors Biotech.

En el último año, estos fondos generaron ganancias por la suba de precios de hasta 36 por ciento en dólares y están compuestos por empresas que desarrollan tecnología en la que se atraviesa desde la bioinfomática hasta las células madres, la biología agrícola, el diagnóstico molecular, las terapias dirigidas, el cuidado de la salud y las ciencias de la vida.