La idea a Yacaré Manso se le despertó hace unos años en una guitarreada en Diamante, Entre Ríos. Después de tocar canciones de Mario Bofill, Teresa Parodi y Tarragó Ros, se quedó sin repertorio chamamecero “en el tintero” y se mandó con una versión litoraleña de “Muy despacito”, de Los Piojos. “El disco nació jugando, con la idea de seguir tocando chamamé pero con las canciones de mis bandas preferidas de la adolescencia que me quedaron de viejas guitarreadas”, explica el cantante, guitarrista y compositor correntino, que con YacaRockNacional inaugura su faceta de intérprete. En este trabajo, el músico versiona en clave de chamamé canciones de Luis Alberto Spinetta, Sui Generis, Moris, Gustavo Cerati, Virus y Kapanga, todos artistas que formaron parte de su educación musical y sentimental.

El correntino llevará su peña al CAFF (Sánchez de Bustamente 772) el sábado 4 de septiembre a las 20, pero la presentación oficial del disco será en noviembre, en lugar a definir. El primer lanzamiento de YacaRockNacional fue la versión chamamecera de “Canción para mi muerte”, de Sui Generis, con la participación de Hilda Lizarazu. Y hace unas semanas, salió el video de “El oso”, de Moris, junto a Ricardo Mollo. “Fue un aprendizaje hermoso, porque Mollo es uno de mis grandes referentes. Admiro la potencia de su voz y es también mi escuela”, resalta. El repertorio, que está en orden cronológico, abre con una versión instrumental de “Muchacha ojos de papel”, de Almendra, a cargo del acordeonista Enzo Demartini; y cierra con “Vivo”, de Siempre es hoy (2002), de Gustavo Cerati.

“Las tres primeras canciones, ‘Muchacha...’, ‘El oso’ y ‘Canción para mi muerte’, son las que aprendí a tocar primero en la guitarra, cuando un amigo me cayó con tres tablaturas escritas a máquina y fotocopiadas”, cuenta el músico. “Algo lindo que sucedió es que muchos se sintieron identificados y me escribieron contándome que también fueron las primeras canciones que aprendieron a tocar o que se las cantaban de chicos”, destaca. En la versión en vinilo, habrá dos canciones más: “Para qué?”, de Las Pelotas, y “Ala delta”, de Divididos. Y a modo de bonus track, grabó una versión litoraleña de “Agua”, de Pau Donés, de Jarabe De Palo.

Otra de las particularidades del disco que es cuenta con un invitade en cada canción. La entrerriana Noelia Recalde le pone voz y sentimiento a “Al lado del camino” (Fito Páez), la porteña Loli Molina suma una cuota justa de melancolía para convertir en chamamé “Hoy reggae” (Kapanga), El Plan de la Mariposa le imprime su fuerza y su carisma a la versión de “Muy despacito” (Los Piojos), y la bajista y cantante cordobesa Clara Cantore aporta su talento a “Imágenes paganas” (Virus). “El único objetivo del invitado en cada canción es acercarle la sonoridad de mi región y mi tierra a estos artistas”, dice Yacaré, que también se permite “regionalizar” algunas letras. “Si bien sabemos, por ejemplo, que a Mollo le gusta el folklore, nunca lo habíamos escuchado cantando chamamé, sino más bien vidalas o chacareras”.

-¿El rock argentino te acompañó tanto como la música litoraleña?

-En la escuela nos enseñaban la música del Litoral en las clases de música. Ya en la secundaria, llegó el rock como descubrimiento personal. Pero uno agradece también la mano de los docentes, que nos fomentaban a Tarragó Ros, Teresa Parodi y Mario Bofill. A la larga, uno valora mucho eso porque lo que estaba haciendo el docente era sin dudas seguir dándole valor y entidad a la música de la región. La idea es tratar de mostrar en el disco cómo suena el chamamé, y cómo se puede adaptar a otra poesía y otras sonoridades, como el rock, en este caso. Fue un desafío versionar estas canciones que están recontra asentadas en su habitat y volverlas chamamé.

-¿Y sentías que estas canciones en particular podían adaptarse a este lenguaje, a este ritmo litoraleño?

-Son canciones que realmente marcaron mi camino y son las que más me gustan de mis bandas preferidas. Y por suerte tienen esa facilidad de entrar en la clave del chamamé. Algunas no han podido ingresar porque era imposible versionarlas. Pero las que quedaron en el disco son exclusivamente canciones que amo y que me nutrieron como artista. De chico no tuve la posibilidad de estudiar música, entonces mi escuela era esa. Fue un disco que me costó hacer también porque en mis otros discos siempre aposté a mis composiciones.

-El disco suena natural y orgánico. ¿Fue un desafío como intérprete no caer en lugares comunes o no forzar alguna canción?

-Sí, sin dudas. Fue una búsqueda muy natural. Así como nació en una guitarreada, así se fue desarrollando el resto, sin forzar nada. Y pensando siempre en lo genuino de cómo plantear y abordar esas versiones. Porque hemos escuchado tantas versiones de algunas de estas canciones, que también era un desafío encontrarle otra personalidad, más allá de que ya tenía el tinte chamamecero. Y ahí tuvo mucho que ver Juampi Espina, que fue el que armó varias de las guitarras. Yo le tiraba ideas y él terminaba de redondearlas. Pero la idea fue intervenirlas y tocarlas como si fuesen mías. Y uno de los ejes del disco fue interpretar el chamamé como es: con guitarras y acordeones. No incluir batería ni percusión ni piano. Mi idea era mantener y respetar esa sonoridad. Entonces, eso facilitó mucho la naturalidad del disco.

El proyecto cobró mayor impulso a fines del año pasado, cuando el chamamé fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. “Fue otra frutilla del postre la declaración y ahora en noviembre se va a cumplir un año. Me parece que es uno de los reconocimientos más significativos de los últimos treinta años para la música folklórica argentina”, sostiene el también productor. “El correntino tiende a apropiarse del chamamé, pero yo insisto en que es una música de nuestra región y que también permite romper fronteras, porque en el sur de Brasil y en Paraguay se toca chamamé”, resalta.