San Lorenzo, 3 de febrero de 1813. El coronel José de San Martín dicta debajo de la sombra reparadora del pino del convento San Carlos el parte de la batalla breve contra tropas realistas. El teniente Mariano Necochea escribe al Superior Gobierno: “Los granaderos de mi mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo a las armas de la patria. Los enemigos en número de 250 hombres desembarcaron a las 5 y media de la mañana en el puerto de San Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al colegio de San Carlos conforme al plan que tenía meditado en dos divisiones de a 60 hombres cada una, los ataqué por derecha e izquierda, hicieron no obstante una esforzada resistencia sostenida por los fuegos de los buques, pero no capaz de contener el intrépido arrojo, con que los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano (...) Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubiera terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná si la proximidad de las bajadas, que ellos no desamparan, no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor, que este escarmiento será un principio para que los enemigos no vuelvan a inquietar estos pacíficos moradores”. 

El Pinus pinea -una conífera de la costa del mar Mediterráneo que plantaron los franciscanos en el sur del mundo- pudo haber sido un mojón, una marca para señalar el pago de San Lorenzo dentro de la estancia de San Miguel, que perteneció a los jesuitas. En 1902, el gobierno argentino ordenó construir una verja de bronce a modo de protección del pino, en 1940 fue declarado Monumento Histórico Nacional y seis años después el gobierno de Perón lo declaró Árbol Histórico. 

Katsusaburo Miyamoto lee una carta de lectores que advierte que el pino de San Lorenzo estaba por secarse. Le pide a su amigo Oliva que lo lleve hasta esa ciudad. Una vez en el lugar examinó al árbol: observó que estaba descuidado y por el suelo anegado las raíces se estaban pudriendo. Con un tratamiento adecuado se podía salvar. Oliva, de contactos fluidos con los jefes del Comando de Ejército 1 que participaron de la llamada “revolución libertadora”, inicia las tratativas para obtener la autorización oficial para iniciar el trabajo. El jefe del Arsenal San Lorenzo, encargado de la custodia del pino desde que fue declarado monumento histórico, decide visitar con una comitiva militar a Miyamoto para ultimar detalles. Le asignaron 26 soldados y una camioneta del Ejército que lo llevaba cada día al lugar de trabajo. 

En octubre de 1956 se inician los trabajos de recuperación. Miyamoto ordena a los soldados a su cargo retirar la tierra que cubría las raíces, cavar una fosa de 50 centímetros de ancho por dos metros de profundidad alrededor del tronco. Se obsesiona en no lastimar el árbol, por eso se emplean dos palas y un machete de madera. Con el paso de los días se amplía la fosa, se coloca una cañería de drenaje construida especialmente para que filtre el agua de lluvia, se tapona con escombros y ladrillos y se instalan cuatro cámaras de inspección que culminaban en un resumidero de seis metros de profundidad por 1,5 de diámetro. Sobre las raíces descubiertas del pino se deposita una capa de arena de 20 centímetros y a continuación de la línea del foso cuatro hileras de fardos de alfalfa. 

El método Miyamoto continúa con una capa de tierra y pasto verde con un año de preparación a la que se le agregan más tierra y expeller de soja, y más tierra y hueso molido, hasta conformar un talud. Esta preparación, al entrar en fermentación, produce vitaminas que alimentaron las raíces del pino. Un año después, el pino de San Lorenzo está fresco nuevamente, gracias a la aplicación de la hormona auxesina, cuyo preparado había conseguido Miyamoto hacía algunos años. 

Ha hecho el trabajo desinteresadamente, no pide nada a cambio, apenas decide por su cuenta, como si fuera una travesura, sembrar sobre la última capa de tierra algunos árboles enanos de palo borracho, ombú y araucarias que, obviamente, se encargó de donar. 

6 de marzo de 1958. Carta con membrete del Ministerio de Guerra: "Tengo el agrado de dirigirme a Ud., por especial encargo del señor comandante del 1. Ejército, General de Brigada D. ARISTIDES RENATO RUIVAL, para agradecerle su patriótica y desinteresada labor desarrollada para obtener la revitalización del Pino Histórico de San Lorenzo. Asimismo, cumplo en informarle que es deseo de este Comando que Ud. en su carácter de Director ad honoren del Museo Botánico Histórico en el recinto del Pino de San Lorenzo, continué vigilando y cuidando a tan querida reliquia, aconsejando a este Comando sobre las medidas que considere oportunas para conseguir su total restablecimiento. Agradeciéndole nuevamente todos sus desvelos y colaboración prestada". 

8 de julio de 1959. Carta del Ministerio de Defensa Nacional. "Tengo el agrado de dirigirme a Ud. para comunicarle que la Dirección Litoral Rosario de la Dirección Nacional de Arquitectura ha comunicado que se han terminado los trabajos de instalación del sistema de riego del Pino Histórico de San Lorenzo. Este Comando ha ordenado que el Jefe del Arsenal San Lorenzo se haga cargo de dicha instalación, bajo inventario, como así también que un suboficial reciba el asesoramiento técnico sobre el manejo y cuidado de las mencionadas instalaciones". PEDRO ALFREDO TIBILETTI. Coronel. Jefe del Estado Mayor Comendo Ej.1. 

Durante sus más de 220 años de vida, el pino soportó la acción de la naturaleza que fue generando un deterioro en su estado. Una tormenta de granizo y viento, en octubre de 2012, terminó por vencerlo. El pino, una especie exótica poco adaptada al litoral argentino, vivió lo que tenía que vivir. Pese a los intentos por preservar el follaje, el pino se murió.

Fragmento del libro "Mi obra maestra", la biografía de Katsusaburo Miyamoto (Homo Sapiens ediciones y UNR Editora). Hoy a las 18, Horacio Vargas, jefe de redacción de Rosario/12 lo presenta en el auditorio del Complejo Museológico de San Lorenzo.