En el ingreso a San Fernando del Valle de Catamarca, un cartel de señalética de ruta, informa: Bienvenidos a la tierra de la Virgen del Milagro y de Fray Mamerto Esquiú, flamante Beato desde el último sábado.

Pero en Catamarca no sólo la Iglesia tiene la potestad de declarar milagros, también el Estado. En 2017, fue sancionada una ley promovida por el senador Oscar Alfredo Vera. Desde entonces, cada 7 de septiembre, fecha en que ocurrió uno de los terremotos más fuertes en la provincia (6,5 en la escala de Ritchter), se celebra el Día del Milagro “en agradecimiento a nuestra Madre Protectora, la Virgen del Valle”.

En su artículo 2, la ley expresa: “Conmemórese en coordinación con el Obispado Provincial, cada 07 de Septiembre, el “Día del Milagro”, renovando el agradecimiento de todos y cada uno de los devotos catamarqueños a nuestra Madre Morena”.

Si hasta aquí la adjudicación de un milagro por el Poder Legislativo supera la lógica más simple de un Estado laico, el artículo 3, es en sí una joyita: “Determínese que los hechos acaecidos el 07 de septiembre de 2.004, deberán ser incluidos en la currícula escolar de los diferentes niveles de enseñanza”.

El año pasado perdió estado parlamentario un proyecto de la diputada Cecilia Guerrero que pedía la derogación de esta ley, argumentando que la misma lesiona el principio constitucional de la libertad de culto: “Estando ante un Estado laico, cuya Constitución respeta la libertad de cultos y de no creencias religiosas, no puede imponer a sus ciudadanos la conmemoración de un hecho de la naturaleza y sus efectos, atribuyéndoselos en su no destrucción masiva, a una protección milagrosa vinculada con el culto católico, aunque éste aparezca como mayoritario”, inscribe el proyecto.

Guerrero proponía celebrar en la fecha el Día Provincial de Prevención de Desastre Sísmico. Este año, la diputada insistió presentando otro proyecto de ley que si bien ya no pide la derogación del “Milagro Legislativo”, propone crear el Programa Provincial de Prevención Sísmica con enfoque en Derechos Humanos.

El cartel señalético que da la bienvenida a la Tierra de la Virgen del Valle y del beato Fray Mamerto Esquiú, no puede leerse de otro modo que como la declaración de un Estado católico. ¿Es esta la decisión del pueblo catamarqueño?

Bajo este manto hegemónico se excluye de una pertenencia local teñida de una única religiosidad a otras religiones, a laicos, agnósticos, ateos, pero además se le impone a aquellos que profesan la misma fe católica, participar de ese ejercicio de exclusión en una suerte de complicidad, cuando hay muestras que se puede tener fe, y contribuir a un Estado laico. Cuestiones que pueden dialogar y convivir de manera armoniosa. 

El Estado se escandaliza cuando monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca, realiza algunas de sus declaraciones habituales, como la del acto oficial del 9 de julio cuando pidió: “demos gracias a Dios por la pandemia. El mundo la necesita”. “El tesoro es Dios, no la vacuna”. Pero es el mismo Estado el que le infiere estas atribuciones.

¿Cómo salir desde el arco político a enojarse cuando los carteles de campaña de la diputada Lucía Corpacci amanecen violentados con la frase: “No más aborto”?

Precisamente fue Lucía, la que a finales del año pasado protagonizó un gesto histórico con su voto a favor del Aborto Legal. En su intervención Lucía dijo: “No seré una cristiana que va todos los días a la iglesia, pero creo en Dios y tengo temor de Dios y tengo agradecimiento a Dios. Pero yo creo en un Dios piadoso, que nos protege a todos, que nos perdona a todos y el momento es este. Y nunca fue el momento oportuno para tratar las leyes que generaron cambios importantes”.

Parafraseando a Lucía, nunca será el momento oportuno para la separación de Iglesia y Estado. Para la separación de fe y votos. Nunca es el momento oportuno para generar cambios sustanciales.

Y si no, complete usted el cartel de bienvenida a San Fernando del Valle de Catamarca: Bienvenidos a la Tierra de…