Darío Sztanjszrajber es un pensador inquieto, prolífico y comprometido. Su regreso a la ciudad así lo confirma: este viernes, el filósofo, docente e investigador brindará una nueva función de su espectáculo Desencajados (ver recuadro) mientras que, para esta noche, se había anunciado el inicio de su seminario anual Filosofía en 8 libros en la Facultad Libre. Sin embargo, la apertura del ciclo se postergó hasta el miércoles 31, atendiendo a la participación de Sztanjszrajber en el acto de apoyo a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. "Al coincidir el inicio del curso con el acto se da una contradicción, ya que gran parte de la decisión que anima a la Facultad Libre, y no te quepa duda a mi curso de filosofía, tiene que ver con cierta defensa irrestricta de los Derechos Humanos --remarca a Rosario/12--. De algún esa política por los DDHH tiñe a todo lo que hacemos. Entiendo de hecho a la filosofía, con su rol de cuestionamiento permanente, como una forma de pelea permanente contra todo acto de violencia y sujeción al otro. Nos resultaba realmente imposible pensar en empezar un curso cuando todo nuestro ánimo, nuestra voluntad y hasta nuestra inconsciencia llamaba a ser parte de las distintas marchas".

- ¿Es posible delinear la filosofía política de un gobierno a partir del análisis de sus determinaciones? Si bien el fallo del 2x1 no pertenece técnicamente al Gobierno, está junto a muchas otras manifestaciones y decisiones políticas que llevan a presuponer que hay una filosofía que los va guiando.

- Creo, primero, que toda filosofía es política, con lo cual cuando uno analiza a la inversa cualquier práctica política encuentra detrás un dispositivo filosófico, evidentemente. En el caso de la alianza de Gobierno, lo que nos permite, desde la filosofía, es ir comprendiendo algunas de sus decisiones y prácticas en función de todo un paradigma que está muy ligado a lo que es el marketing político. La filosofía lo que te permite es salir de la coyuntura más lineal, más urgente, y poder entrever los fundamentos, o los marcos teóricos que te permiten en todo caso entender un tipo de dispositivo funcionando. El problema que tiene la filosofía es que, a veces, esa extemporaneidad la corre de la "calentura de lo actual", pero al mismo tiempo te permite tener una mirada diferente que termina sumando cuando volvés a la coyuntura. Es como una especie de péndulo: cuando hacés filosofía salís un poco del foco del presente y te vas a los márgenes del pensamiento. Parece que te estás demorando, pero cuando volvés, el péndulo vuelve cargadísimo de reflexiones, conceptos, que te permiten encarar la realidad desde otros lugares. Porque la realidad enceguece: el problema de la actualidad es que está tan iluminada que no visualiza su sombra. Ahora, en relación directa al tema del fallo, te diría que es cierto que es una decisión de la Corte Suprema, una decisión del Estado argentino, pero también es cierto que desde el cambio de gobierno hay una reaparición de lo que es la ideología de la reconciliación. Me parece que la Corte se decide por este fallo porque se sube al tren de este discurso de la necesidad de suturar la grieta a partir de un proceso de reconciliación, extrapolando la idea de grieta a todos los supuestos conflictos que "desunen" a los argentinos. Se confunde una vez más lo que es la paz con la justicia. En nombre de una supuesta paz, que une a todos los argentinos, lo que se genera es una grieta más profunda: en nombre de esa unidad lo que queda latente son heridas no cerradas que se agudizan con la sensación de una impunidad abierta.

- En este sentido, mucha gente manifiesta un temor a la grieta. ¿Lo que los atemoriza no es en realidad el hecho de darse cuenta que hay un otro, distinto, situación que los enfrenta al ejercicio de pensar las diferencias? ¿Puede tener que ver con una pereza intelectual que caracteriza a una gran porción de la sociedad argentina?

- Creo que hay distintos tipos de grietas, que es un concepto polisémico. Lo que pasa es que el periodismo más coyuntural rápidamente asocia el tema de la grieta a las diferencias ideológicas, y lo concentra en la oposición macrismo-kirchnerismo. Si la grieta lo que implica son diferencias ideológicas en las concepciones de la sociedad y el Estado en el que vivimos, entonces la primera conclusión rápida a la que habría que llegar es que lo propio de la democracia es el conflicto de posiciones. No entendería otra manera de pensar la democracia si no es en este trabajo arduo y permanente de tener que lidiar no sólo con el que piensa diferente a mí, sino de entender que mucha de esa diferencia puede transformar los dogmas de los que yo parto. Por eso molesta tanto el que piensa diferente, porque pone en jaque mis propias seguridades. Ahora, un pluralismo que sólo acepte las posiciones previamente reglamentadas, no es un pluralismo. La democracia se juega en esta conflictividad originaria que es la puesta en juego de diferencias, que a pesar de no ponerse de acuerdo, tienen que igual convivir en el armado de una comunidad. Lo propio de la comunidad no es lo común, a pesar de su supuesta etimología, sino lo que nos diferencia del otro. Muchas veces ha pasado que, en nombre de lo que nos une, se suprimen las diferencias. Me parece interesante darle esa vuelta: la democracia y la verdad no pueden coexistir. Si existe la verdad, alguien cree poseerla, y por lo tanto niega la democracia. La democracia necesita de la muerte de la verdad, para poder de algún modo seguir creciendo en sus diferencias. Ahora, hay otra grieta, y también uno puede analizar el término, que se juega en una situación de desplazamiento social, una grieta más vieja, donde tenés a la mitad del mundo afuera del sistema. Esa también es una grieta, y superarla tiene que ver con una reforma muy importante de las condiciones materiales de existencia. Cuando vos elegís utilizar la palabra grieta para hablar de las diferencias ideológicas y no de los que quedan adentro y afuera de una sociedad, estás tomando partido también por un tipo de vocabulario y un tipo de lectura de las cosas.