Casi por descarte y sin imaginar los logros que alcanzaría, Juan Manuel Losarcos descubrió una gran pasión por la geología que lo llevó a formar parte de un equipo que trabaja en la conformación de un robot para enviar a la luna. Luego de ganar una competencia organizada por la empresa Open Space, el equipo de jóvenes estudiantes y profesionales tiene la tarea de diseñar un dispositivo capaz de brindar información sobre cómo es la vida en el satélite.

El joven de 24 años nació en Santiago del Estero, pero al poco tiempo se mudó con su familia a Santa Rosa, La Pampa, donde divide el tiempo entre su trabajo en un local de ropa y sus estudios en la Licenciatura en Geología de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam).

Luego de participar en diferentes becas, en 2020 Losarcos fue convocado para conformar el equipo que ganó la competencia y que se autodenominan “Space Bee”. El objetivo de la empresa fue que diferentes profesionales encontraran posibles soluciones para los futuros asentamientos humanos en la luna.

Cuando lo llamaron para ofrecerle participar del proyecto le manifestaron que necesitaban sumar un geólogo que contara con conocimientos en machine learning, un área que había estudiado algunos meses antes durante una beca en la que participó en Estados Unidos.

En la distribución de tareas, Losarcos se encargó de coordinar el subsistema de geología dentro del equipo, donde tuvo que definir qué trabajo realizará el robot una vez que llegue a la luna.

La idea del equipo es que el RoverTito –con ese nombre lo bautizaron- pueda recolectar información sobre los lugares posibles para que los humanos vivan, y encontrar y caracterizar el agua en el polo sur de la luna. Lo curioso de este robot es que, pese a la complejidad de su conformación, su peso es menor a los 2 kilos. “Una de las condiciones que nos ponían era que el robot tenía que pesar eso porque mandar un kilo de materia a la luna puede costar hasta un millón y medio de dólares”, explicó el joven.

Por otro lado, según señaló Losarcos, el objetivo de la NASA es que los asentamientos humanos estén por debajo de la superficie de la luna, en una especie de cuevas a las cuales llaman “tubos de lava”, y que serían aptas para la supervivencia de las personas.

Gracias a esa información, el equipo pudo poner a prueba su proyecto, ya que en el oeste de La Pampa también hay tubos de lava donde pudieron comprobar la eficacia de la tecnología que quieren aplicar en la luna. “La tecnología que usamos es la de los acelerómetros. Son instrumentos sumamente livianos que el robot, en tan solo 2 kilos de peso, los puede llevar”, aseguró.

El robot contará con un modo automatizado y otro manual, por si surge algún tipo de problema. El objetivo del equipo, que en la actualidad busca financiación para crear el prototipo de vuelo, es que esté en la luna en 2024.

La competencia se dio en medio de un contexto donde empresas y naciones disputan por ver quiénes son los primeros en desarrollar asentamientos en la luna, con el objetivo, luego, de llegar a Marte. El problema es que este planeta se encuentra a una distancia muy amplia y el consumo de combustible de las naves, que salen de la atmósfera terrestre, es muy grande y no alcanza. En ese sentido, la idea es que los cohetes salgan de la tierra, hagan una especie de paraje en la luna, puedan recargar combustible y seguir el camino a marte, según explicó Losarcos.

Por último, el joven reflexionó sobre la situación de los científicos argentinos y manifestó: “Está bueno que estas cosas sean noticia, pero deberían ser más normales; es decir que haya más pibes en estas cuestiones porque tenemos muy buenos profesionales, pero no se les presta atención y siempre quedamos últimos en la agenda política”.