Para el filósofo y crítico de cine japonés Jun Fujita Hirose, en medio de la crisis generada por el coronavirus, el capitalismo se encuentra en una etapa "agónica" y de "destrucción creativa". Así lo explica, en comunicación con Página/12 desde Tokio: "En la transición actualmente en curso, el capitalismo destruye o deprecia los viejos capitales ligados al régimen norteamericano y petrolero, al mismo tiempo que crea o aprecia los nuevos, ligados al régimen chino y de metales raros". Esta es una de las conclusiones de su libro ¿Cómo imponer un límite absoluto al capitalismo? Filosofía política de Deleuze y Guattari (Tinta Limón ediciones). 

En otras palabras: el nuevo coronavirus es el "virus de destrucción creativa" con que se opera la "transición hegemónica" de Estados Unidos a China; el "estallido definitivo de un régimen de acumulación de capital que estaba en crisis permanente desde hace 50 años". Hirose cree que el capitalismo puede haber creado el virus, haberlo "deseado" para salvarse a sí mismo; o que por lo menos se hace evidente que está extrayendo "beneficios" de él. "En los primeros meses de la pandemia, Bolsonaro y Trump no aceptaban el fenómeno. Tampoco el gobierno japonés. Había dos campos: uno insistía en que era muy importante y otro que no. Los corona-escépticos eran los del viejo régimen, el norteamericano, y el campo-corona era el del chino", contrasta. Y completa: "Cuando observás lo que está pasando en el mundo te das cuenta de que tenés que estar del lado chino para seguir tu crecimiento. Cuatro, cinco meses después del comienzo de la pandemia, Estados Unidos, Brasil, Japón acabaron por aceptar la existencia del fenómeno. Hay una formación de consensos de todas las economías del mundo".

A su vez, en el momento actual se están formando "dos grandes máquinas de guerra en paralelo" y en su alianza el autor encuentra un potencial revolucionario: se trata de "lxs trabajadorxs metropolitanxs abandonadxs por los viejos capitales en destrucción y los pueblos minoritarios en lucha para defender sus territorios contra las explotaciones neoextractivistas organizadas por los nuevos capitales en transformación". 

A estas conclusiones llega en su nuevo libro después de un delicado análisis en torno a tres trabajos políticos fundamentales de Gilles Deleuze y Félix Guattari que contienen la pregunta de cómo derribar al capitalismo. En cada texto los filósofos ubican un agente central del proceso revolucionario: los proletarios en la lucha de clases, en El anti-Edipo (1972); las minorías en su lucha en torno a los axiomas, en Mil mesetas (1980); y el hombre, el ciudadano ante lxs marginadxs, en ¿Qué es la filosofía? (1991). El japonés actualiza la pregunta y ofrece su hipótesis en un momento en que el capitalismo (y su posible derrumbe) se ubicó en el centro de los discursos filosóficos, por lo menos en el mainstream de la disciplina.

Una rareza del pensamiento de Hirose es que él posa su mirada en Latinoamérica. En efecto, señala que la alianza de potencial revolucionario está ocurriendo ahora mismo en Chile. "Desde la aparición del zapatismo en 1994 hasta el actual proceso constituyente chileno no cesan de multiplicarse experiencias políticas verdaderamente innovadoras en América latina", sugiere. Hace 20 años que en su país se encarga de "presentar nuevas prácticas y teorías latinoamericanas, dado que hay muy poca gente que lo haga". Junto al colectivo Situaciones publicó el único libro en japonés sobre el desarrollo de "los nuevos movimientos en Argentina en la primera mitad de los años 2000"; y es el autor del primer texto en japonés sobre Ni Una Menos. Aprendió español en París, cuando vivía en una residencia universitaria junto a estudiantes mexicanos.

"Lxs trabajadorxs metropolitanxs devienen-revolucionarios cuando entran en alianza con los pueblos minoritarios, dado que la formación de los nuevos capitales corresponde perfectamente al interés de clase de lxs primerxs, por cuanto les crea nuevos empleos", asegura el profesor de la Universidad Ryukoku (Kioto). "El actual proceso constituyente chileno está acompañado de la formación a nivel nacional de una alianza muy parecida a la que acabo de dibujar de manera hipotética, y es un devenir-mujer transversal el que la posibilita."

-¿Puede explicar esta idea?
-Por un lado, desde mediados de los años 2010, el feminismo constituye el movimiento social y político más potente en el ámbito metropolitano en muchas partes del mundo y en América latina en particular. Por otro lado, las mujeres indígenas y afrodescendientes latinoamericanas luchan contra el colonialismo neoextractivista bajo el lema: “¡No se puede descolonizar sin despatriarcalizar!”. En Chile, lxs metropolitanxs devienen-mujer al aire de Lastesis, al mismo tiempo lo devienen los pueblos indígenas. A través del devenir-mujer lxs metropolitanxs se componen con los pueblos indígenas en un gran movimiento destituyente y constituyente. En Mil mesetas Deleuze y Guattari dicen que “todos los devenires comienzan o pasan por el devenir-mujer” (una forma del devenir-minoritario, en la cual los hombres se arrancan junto con las mujeres de la binaridad patriarcal de lo masculino-mayoritario y lo femenino-minoritario). Todo esto explica cómo lxs chilenxs llegaron a elegir a una mujer mapuche, Elisa Loncon, como presidenta de su asamblea constituyente.

Gentileza Javier Bendersky

-La idea de un potencial revolucionario para cambiar el sistema suena esperanzadora. Pero incluso usted advierte en el libro cómo las revoluciones pueden quedar integradas al capitalismo. ¿Por qué en este caso habría una diferencia?
-Es muy difícil contestar ese tipo de cuestión. No tengo respuesta. Una crítica muy común a Delleuze y Guattari consiste en decir que no se puede devenir-revolucionario sin la revolución. Pero cuando vemos lo que está pasando en Chile podemos invertir esta crítica para decir que no se puede hacer una revolución sin devenir-revolucionario. En Mil mesetas los autores se preguntan qué pasará cuando la máquina de guerra sea vencida por el aparato del Estado. Y dicen que sobrevive en el interior de los individuos y como una especie de sociedad secreta. Mantiene siempre su potencia para poner en cuestión al Estado.

-¿Cómo sería una revolución en el contexto actual?
-Si actualmente la supervivencia del capitalismo depende de la formación de nuevos capitales industriales y ésta última depende del desarrollo de explotaciones extractivistas, su pregunta se puede traducir en la de cómo impedir que se lleven a cabo los proyectos extractivistas en todas partes del mundo. Esos proyectos no se realizan cuando rechazamos todxs trabajar para ellos. ¿Cómo podemos llegar a tal rechazo generalizado? Cuando liberamos nuestro deseo de su subordinación a la lógica del interés, es decir, cuando todxs devenimos-revolucionarios. Es esa subordinación la que nos hace desear entrar o quedarnos en las relaciones salariales con el capital. En resumen, la revolución no se hace sin nuestro devenir-revolucionario.

-¿Cómo se vivieron las restricciones por la Covid-19 en la sociedad japonesa?
-Frente a la extraña coexistencia de los Juegos Olímpicos con la pandemia (y, además, con una central nuclear accidentada que sigue emitiendo radioactividad en el aire, en el suelo y en el mar), creo que muchxs habitantes en Japón se dieron cuenta de hasta qué punto Deleuze y Guattari tenían razón al definir el capitalismo como “axiomática”, es decir, un conjunto abierto de axiomas. En matemáticas se llama “axioma” a una proposición independiente, mientras que un “teorema” es una proposición que depende de un axioma o de otro teorema. Lo que la situación japonesa nos muestra bien es el hecho de que las políticas sanitarias son axiomas capitalistas que pueden coexistir con todos los otros axiomas capitalistas completamente indiferentes a la cuestión sanitaria, como aquellos con los cuales se celebran los Juegos Olímpicos. En su última coloboración Deleuze y Guattari dicen de los derechos humanos que son axiomas capitalistas que pueden coexistir --y coexisten de hecho-- con aquellos genocidiarios. Podemos decir lo mismo en lo que respecta a la cuestión medioambiental: los acuerdos internacionales de protección ambiental pueden perfectamente coexistir con las actividades que los ponen en suspenso o ignoran, tales como las explotaciones extractivistas en el sistema capitalista. Definiendo el capitalismo como axiomática, Deleuze y Guattari lo presentan como un conjunto de problemas para los cuales no hay soluciones más que creativas. Lxs humanitarixs, por ejemplo, deben hacer un esfuerzo más, el cual consistirá en crear una solución más general que la de la universalización de los derechos humanos. Lo mismo para lxs ecologistas, que deben ir más allá de su lucha por los axiomas verdes y crear una solución más general, capaz de imponer un límite absoluto a la axiomática capitalista misma.