Daniel Ortega otrora comandante revolucionario en Nicaragua, combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional que depusiera del gobierno al sanguinario Anastasio Tacho Somoza, es en el presente un perseguidor sistemático de sus ex compañeros de lucha.

Recientemente el gobierno encabezado por Ortega y Rosario Murillo encarceló a quienes propiciaron su evasión de las prisiones de Somoza.

El poeta Ernesto Cardenal no sólo era censurado en su país por el régimen orteguista sino que cuando murió irrumpió en el velatorio una horda de esbirros gubernamentales.

El gobierno de Ortega es una dictadura que oprime al pueblo y persigue toda acción revolucionaria con orientación socialista y revolucionaria.

El obsceno pragmatismo de Ortega quedó ya en evidencia décadas atrás cuando se alió a los ex somocistas e hizo un pacto con el obispo de Managua, exponente de la reacción más recalcitrante.

El ex vicepresidente de Nicaragua, el escritor Sergio Ramírez, exiliado actualmente en España, declaró que no vuelve a su país porque a los 79 años y enfermo lo aguarda una celda carcelaria.

No es cuestión de nombres o de iconografías sino de sistemas revolucionarios devenidos despóticos, es la lógica del capitalismo para su reproducción expoliadora y alienante.

Carlos A. Solero