Me he reunido con sobrevivientes de los campos. Dos chicos de 21 años. Pasé unas horas con ellos conversando, antes de que los pudiéramos sacar de Rusia. Y fue tan fuerte la sola experiencia de escucharlos que hasta ahora no me recupero. Desde el punto de vista periodístico tenía que seguir el hilo del relato, memorizarlo, mantener la compostura, pero no pude evitar llorar como un niño.  Además del método de cacería de las aplicaciones de citas a modo de anzuelo, el método que más usan es capturar a uno, torturarlo y hacer que bajo tortura dé información sobre otros hombres. Así fue el caso de estos dos chicos. Los llevaron a estos campos de concentración, que son simples oficinas de la policía que han convertido en unas mini cárceles. Cuando los llevaron ya no había más lugar tras las rejas así que los esposaron a los barrotes en un pasillo. Los tuvieron ahí varios días, yaciendo en el suelo. Los humillaron todo el día, cada día, diciéndoles “maricones” de todos los modos posibles. La lengua rusa es tan rica que tiene miles de sinónimos sin traducción. Los torturaron con descargas eléctricas. Llevan a la persona al cuarto de tortura, lo electrocutan hasta que se desmaya, cae al suelo inconsciente. Cuando vuelve en sí, se lo vuelven a hacer. Y esto se repite unas cinco veces al día. Estando esposados en el pasillo, cada policía que pasa los golpea. Me mostraron los hematomas de sus cuerpos. Luego de unos días los dejaron ir y les dijeron que no se podían ir de Chechenia. El simple hecho de habernos escrito a la Red Rusa LGBT pidiendo ayuda muestra un gran coraje. Y también les dijeron que los iban a estar vigilando: “Si nos damos cuenta de que alguno de ustedes ha tenido sexo con un hombre, los traeremos acá y los mataremos”. El sentido de toda esta barbaridad –en la cabeza de la policía– es, como ellos lo llaman, la profilaxis. Ellos creen que pueden torturan a una persona al punto de que deje de ser gay. Es para transmitir el mensaje a la sociedad de que ser gay no va a ser tolerado en Chechenia. Hemos evacuado a decenas de personas. A algunos chicos que les ofrecíamos salir nos decían que no podían dejar Chechenia porque tienen esposa e hijos y no los pueden abandonar. Hay un montón de gente que no puede salir y sigue en peligro. 

No se ha reportado ninguna detención de lesbianas o personas trans. Lo que sí sabemos es que la policía ha ido a la casa de algunas chicas lesbianas para que les dieran nombres de amigos gays. En Chechenia las mujeres están muy limitadas en sus derechos. Aparentemente esta situación las ayudó para que no las detuvieran porque no las consideran importantes. Este trato medieval hacia las mujeres lleva, irónicamente, a que las lesbianas estén más protegidas de este tipo de aberraciones.

Esta semana por primera vez desde que se dio a conocer la existencia de los campos, Putin ha tenido una reunión con la encargada de Derechos Humanos de Rusia. Él respondió que va a colaborar en esta investigación. Algo totalmente inesperado. Que Putin diga públicamente que va a investigar crímenes contra personas lgbti es algo totalmente nuevo. Hace unos días vino Angela Merkel y le mencionó en su cara este tema a Putin –y se lo agradecemos muchísimo porque sin presión internacional sería imposible hacer nada contra esto. En esa oportunidad Putin evadió el tema. Tenemos datos de que la investigación ya empezó y eso es algo sin precedentes en la historia rusa porque Chechenia hace lo que quiere. La palabra del jefe de Estado de Chechenia dentro de la región es ley, y el Kremlin le permite hacer esto porque teme levantamientos populares. 

Seguimos con nuestro trabajo, ya hay decenas de evacuados, incluso hay algunos –cuyas identidades debemos cuidar– que están camino a la Argentina. La Argentina como Estado no, pero sus organizaciones civiles fueron unas de las primeras en ofrecernos ayuda.

Rusia le deja un cierto grado de soberanía a Chechenia, y otras regiones del país, pero es mínimo. Ni dentro ni fuera de ese territorio existe ninguna ley que habilite a Chechenia a hacer algo así. Estamos hablando de detenciones cien por ciento ilegales. Ellos se justifican apelando a las tradiciones. Es una región de mayoría islámica, muy machista. Conociendo gente de Chechenia puedo decir que nadie se atreve ahí a hacer un coming out, porque es realmente muy peligroso. 

En 2013 se aprobó una ley homofóbica en Rusia. Hay debates sobre si esto que está pasando ahora representa una continuidad de esas mismas leyes. Yo diría: sí y no. Estas leyes son parte de una ideología que está creando el Estado. Cada régimen autoritario necesita tener un amigo exterior y uno interior. El exterior ya sabemos que es Estados Unidos. Y el interior ahora son las personas lgbti. La ley dice prohibir la llamada propaganda homosexual. Pero nadie sabe exactamente qué sería la propaganda homosexual. Es un invento. Pero estas leyes dan ciertas señales a la población y a las autoridades de las regiones de Rusia de que las personas lgbti son enemigos, y tácitamente habilitan la represión. La sociedad rusa en su mayoría apoya estas leyes. Las organizaciones de Derechos Humanos estamos batallando arriesgando nuestras vidas, porque yo hablando en los medios del tema, firmando con mi nombre, mostrando mi cara en canales de TV, no sé si mañana me despierto. Aun en todo este contexto, no creo que haya sido la ley de propaganda lo que explica la cacería gay en Chechenia, porque esa región es un caso muy específico incluso dentro de Rusia. La homofobia es una pata del régimen putinista, pero lo que explica esta cacería hay que ir a buscarlo dentro de la historia de Chechenia. Creo que aun si nunca hubieran existido las leyes antigay de Putin, esto podría haber sucedido del mismo modo.