La reunión de La Trova Rosarina todavía resuena y la buena nueva es la posibilidad de revivir el show realizado en diciembre de 2019 en Teatro El Círculo, con las presencias de Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Jorge Fandermole, Rubén Goldín, Adrián Abonizio y Fabián Gallardo. La cita es el próximo jueves a las 21, por streaming –entradas a la venta en Tickethoy–, y como dice Baglietto a Rosario/12: “el registro quedó muy bien y cobra un valor particular, no sólo por la juntada de La Trova sino porque es en Rosario, además de una cantidad de cuestiones que se amalgamaron para que fuera realmente especial”.

-¡Justo antes de la pandemia!

-¡Totalmente! Nosotros íbamos a volver a hacer un show de cierre, seguramente en el Anfiteatro, para que fuera más abierto y popular. Pero no se pudo nada. Ahora estamos, en alguna medida, como recuperando el tiempo perdido.

-¿Cómo te afectó todo esto?

-A mí me pasó que me costó salir a la calle de nuevo, me costó un poco tomar impulso y tratar de recuperar las actividades que hacía a diario, cosa que no he recuperado del todo. Ahora no estamos actuando con La Trova pero sí con (Lito) Vitale, y teníamos planeada una gira que se postergó. Recién ahora empezamos a salir un poco, y es impresionante el regocijo pero también el laburo que nos da, porque dábamos por sentado que teníamos esa forma ganada naturalmente. Hoy nos damos cuenta que valorizamos la oportunidad de volver a subir a tocar a los escenarios a partir de que nos fue absolutamente esquivo. Tremendo. Te puede cambiar la vida porque pasan cosas, llega gente, se va otra, cambiás de trabajo y de novia, pero de golpe que nada sea posible es tremendo.

El show en El Circulo fue el broche de una reunión feliz, sobre la cual Juan Carlos Baglietto explica que más allá de ciertos encuentros, “no lo habíamos hecho orgánicamente. Nos habíamos reunido casualmente o propiciamos algún encuentro, pero no había sido la reunión que llevamos a cabo durante el 2019. Habíamos vuelto a juntarnos a partir de unas reuniones solidarias, y caímos en la cuenta de que estaba buenísimo, de que había algo que no se perdió después de tantos años. Luego surgió la posibilidad, invitados por Chiqui González, de ir a Cosquín como la embajada santafesina. Eso fue la confirmación de lo que nos pasaba íntimamente. Laburamos como chanchos. No recuerdo haber ensayado tanto en mi vida como con La Trova, porque de golpe nos encontramos con que éramos un sexteto vocal. Rosario 6 (risas). Dio muchísimo laburo pero lo vivimos con muchísima satisfacción. Fue una cosa que se fue concatenando. Vino el Colón, con todo lo que conlleva, más allá de que el espacio impone una cosa importante. Y después algunos otros shows hasta llegar a El Círculo. Sabíamos que era una especie de, no sé si despedida, pero sí de las últimas cosas que íbamos a hacer. Y lo vivimos con mucha emoción. Después vino la pandemia, esos shows tomaron un sentido extra y decidimos hacer algo, por lo menos para que quede como documento”.

Podría decirse que la música viene primero y los nombres después. Con “La Trova” pasó así. Según Baglietto: “Uno hace las cosas primero y después viene alguien y le encuentra un nombre, probablemente en la imposibilidad de meterlo dentro de una calificación, que en realidad para nosotros no existía. No sé si éramos un solista con un grupo, un grupo o un movimiento. No recuerdo qué periodista fue el que nos puso La Trova Rosarina, pero primero tuvo que existir”.

-Y creo que fue un nombre apropiado, en virtud de que en cualquiera de ustedes están implícitos los demás. No podrían pensarse sin la incidencia mutua.

-También tuvimos que hacer un proceso de elaboración interna, de entender que éramos un equipo en el cual convivía gente que tenía funciones distintas. Por ejemplo, Abonizio o Fander no eran de la partida de los que subían al escenario de forma permanente, pero eran parte de la cosa, y una parte fundamental. Un equipo donde cada uno tenía funciones distintas. Nos costó un rato entender eso.

-Por otra parte, lo que pasó con la música de ustedes fue diferente.

-Creo que es una cosa que valoramos a la distancia. En ese momento estábamos metidos en la vorágine de tratar de entender, porque fue desestabilizante en lo personal. Nos hizo temblar un poco lo que pasó. Veníamos acostumbrados internamente a una relación, a una música y una forma de hacerla que no se había modificado por el hecho de que una compañía discográfica apoyara la salida de uno o varios artistas, o que la calle estuviera empapelada con la tapa emblemática de Tiempos difíciles, y que se escuchara por todos lados. Pero internamente tocábamos las mismas canciones que hacíamos de la misma manera, pulidas un poco porque el estudio te da una visión de la música que a lo mejor el vivo no te permite. El estudio es el laboratorio donde probar cosas. Pero a nosotros nos encontró tratando de entender qué era un estudio, cuando en Rosario nunca habíamos grabado en uno de esas características. Lo que nos circundaba nos generaba incertidumbre. Creo que lo entendimos con el paso del tiempo, y entendimos cuál era el aporte que hicimos, que lo hubo. Hicimos algo que creo fue presentar una propuesta de música, de música popular, emparentada con el rock nacional, pero que tenía esos componentes relacionados con la ciudad, con el río, con la vida en una ciudad quizás un poco más chica y abarcable, y que tenía básicamente un lenguaje propio, donde la poesía tuvo un espacio importante. No nos olvidemos que irrumpimos en un momento donde todo era metáfora para poder decir lo que uno quería, y de pronto te encontrabas con cosas que tenían a veces estética a nivel de la palabra pero que decían las cosas de una manera hasta más directa, contaban una historia más explícita. Creo que a la distancia entendimos que habíamos hecho un aporte interesante al universo de la música popular argentina.