The Velvet Underground                      8 Puntos

Estados Unidos, 2021

Dirección y guion: Todd Haynes.

Duración: 121 minutos.

Estreno en Apple TV+ el viernes 15.

Contar la historia de una banda de rock en un documental de 120 minutos. El método usual es sencillo, directo, sin vueltas: se amasa y selecciona una gran cantidad de material de archivo y se realizan entrevistas a los miembros, colaboradores y familiares; luego, gracias al montaje, se narran cronológicamente ascensos y caídas, éxitos y trapisondas y, si fuera posible, se apela a la emoción. En cierto punto, el nuevo largometraje de Todd Haynes, primer documental en su filmografía, es todo eso, pero también es otra cosa. Y es mucho más. La excusa podrá ser The Velvet Underground, la banda formada por Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Moe Tucker –más la incorporación de la cantante Nico antes de la grabación del primer álbum, en 1966–, pero el film se abre a otras rutas y recorre toda una era en la historia cultural de los Estados Unidos y el mundo, con paradas creativas que abandonan lo estrictamente musical para entrar en los terrenos del cine, la literatura y las artes plásticas.

Haynes no es extranjero en tierra rockera –sus películas de ficción I’m Not There y Velvet Goldmine describieron con imaginación los mundos creativos de Bob Dylan y David Bowie–, pero en The Velvet Underground el realizador californiano logra en cierta medida reinventar el doc musical, experimentando con el formato sin dejar de lado la información ni, desde luego, la música. La película no abandona casi nunca la pantalla dividida en dos, concepto inspirado sin duda en las exhibiciones originales de Chelsea Girls, el largometraje de Paul Morrisey y Andy Warhol de 1966 originalmente exhibido con dos proyectores de 16mm, lanzando sendos rollos de celuloide en simultáneo. Lejos de encarnar en capricho, Haynes transforma la split screen en un mecanismo ideal para narrar en paralelo, comentar, completar o poner en tensión ideas, conceptos, instancias. Mientras en uno de los recuadros se aprecia en su totalidad la “prueba de cámara” que el propio Warhol filmó luego de conocer a Reed (y decidir que iba a lanzarlo al estrellato, previo paso por su fábrica de arte), en el otro las fotografías del niño Lewis Allan complementan el relato de la hermana del músico.

Algo similar ocurre con el digesto de la vida y la obra de Cale antes de conocer a Lou. El resultado es un caleidoscopio de imágenes y sonidos que, lejos de aturdir, encanta y enamora. El nutrido archivo de imágenes y sonidos –integrado por copias restauradas de la Fundación Andy Warhol y el material donado por Laurie Anderson, última pareja de Reed, a la Biblioteca Pública de Nueva York– es funcional a la narración, que recorre antecedentes y formación del cuarteto neoyorquino hasta el momento de la grabación del celebérrimo álbum debut, el de la banana. The Velvet Underground toca entonces la marca de la primera hora y, a partir de allí, el guion avanza hasta la desintegración de la banda y el inicio de las carreras solistas de los integrantes. Desde el presente, Jonas Mekas, el patriarca del cine experimental estadounidense, aparece en pantalla en una entrevista realizada poco antes de su muerte en enero de 2019, y el propio Cale desgrana reflexiones y recuerdos, entre otros entrevistados de fuste.

El de Haynes es un poema de amor nada sensiblero dedicado a una de las bandas más influyentes de la historia, cuya música, aunque suene a cliché desgastado, estaba adelantada a su tiempo. Es también un retrato secretamente enardecido sobre una época de efervescencias creativas y cielos como límite, los naturales y los artificiales. Claro que también hay lugar para la oscuridad: egos inflamados, adicciones, celos, dolores individuales y compartidos. Para quien conozca un poco la historia y la música de “la Velvet” –como se la suele llamar con desacierto por estos pagos–, el documental de Haynes es un arcón de tesoros exuberante y generoso; para quienes sepan al dedillo datos, temas, tópicos y acordes será una ocasión para reencontrarse con todas las fiestas de mañana, pero iluminadas con nuevos colores.