Norma Teresa Cuevas de Aresta tiene 37 años y es madre de 17 hijos. Habla a cámara desde su vida humilde, confía en la vuelta de Perón y justifica su voto a Héctor Cámpora. La película que la privilegia, un cortometraje documental sin títulos ni créditos, había quedado oculta, perdida, en verdad nadie sabía nada sobre ella hasta que se destapó la caja de pizza que la contenía y bajo un rótulo enigmático: San Perón. Estaba en Córdoba. Y afortunadamente llegó a manos de Carlos Müller, programador del cineclub Dynamo. Luego recaló en el programa Filmoteca de Fernando Martín Peña, a través de la Televisión Pública. Y así se descubrió su paradero formal, en la autoría revelada de Héctor Aure y Walter Operto, de la que hubiera sido la primera entrega de una serie documental para Canal 7 durante la primavera camporista.

La cartelera de El Cairo Cine Público ofrece por estos días La Vuelta de San Perón –jueves 21 a las 18, sábado 23 a las 21, jueves 28 a las 18–, el documental de Carlos Müller que revisita y narra los pasos que lo llevaron al descubrimiento de esta película, a sus creadores y protagonistas. Y su disfrute es, a todas luces, emotivo. Para ello y por ello, la comunión que habita en una sala de cine, ámbito que El Cairo ejemplifica y donde el propio Müller presentó su documental el fin de semana: “Pusimos en primer plano que la gente pudiera ver la película en sala, y que no saltara de la sala de edición a las plataformas, porque eso, quieras o no, debilita la exhibición, que está pasando un momento crítico en Argentina y en el mundo. El cine presencial, el cine como lugar de encuentro, como un hecho social, es algo que no se tiene que perder, no hay nada que lo reemplace”, comenta el director a Rosario/12.

-¿Cuándo entendiste que tenías que hacer una película sobre el hallazgo?

-Se fue dando paulatinamente, con el entusiasmo contagiado por los espectadores que veían San Perón. Yo compartía el entusiasmo pero como cineclubista, como quien dice: “¡Tienen que ver esto, tienen que emocionarse como me emocioné yo!”. También desde la propuesta de una “figurita difícil”. Soy cinéfilo y tengo un mapa de lo que es el cine militante en los ’70, y esto no figuraba en ningún radar. Estaba hecho de una manera evidente por gente que sabía de cine, y me llamó la atención cómo en ningún lado aparecían menciones de esta película. El primer hecho llamativo es que nadie la conociera, que no hubiera referencia. Y por otro lado, ¿qué había sido de esta familia y de sus directores, quiénes serían? El no tener créditos ni títulos finales no hacía más que aumentar ese misterio. El corto original consiste en una mujer hablando prácticamente a cámara, en un plano frontal, con un formato de entrevista, podríamos decir. Es muy fuerte, y de alguna manera me sentí interpelado. Pero mi intención primera era que se viera, y si se podía, saber quiénes eran los directores, en qué marco se produjo, con qué intenciones, cuál fue su difusión si es que la había tenido, y quién era esa familia. A medida que avanzaba, entendí que había una película encerrada, había algo interesante que contar. Me llevó algún tiempo, hasta que me convencí yo mismo que tenía que hacer un documental.

-Llama la atención, entre los testimonios de quienes opinan sobre la posible procedencia del corto, las referencias a Fernando Birri y la escuela documental de Santa Fe; algo atinado, teniendo en cuenta que uno de sus realizadores es Walter Operto.

-Completamente, él fue el artífice en gran parte de que la historia de Norma llegara en el año ‘73 al Canal 7. Walter trabajaba en la revista Así, de Héctor Ricardo García. Él conocía la historia de Norma cuando ella tenía 30 años y 10 hijos, y cuando Juan Carlos Gené estuvo al frente de Canal 7, junto con Emilio Alfaro y Héctor Aure –el responsable de la realización de San Perón–, Walter les propuso esta historia. Ya habían pasado 7 años, y Norma tenía ahora 37 años y 17 hijos.

-Es notable el testimonio de los hijos, por cómo hablan de su madre y sobre el fenómeno mismo que es el cine: un “milagro”, dice uno de ellos.

-Por eso es que me concentré en el testimonio de los hijos menores, ya que cuando Norma muere tenían 3 o 4 años, sin ninguna otra memoria de la madre más que alguna fotografía. Lo que esta película pone de relieve con la palabra “milagro” es el poder evocador del cine, de evocar una persona que ya no está. Como dice Pedro, el hijo menor: “Ahora tengo una imagen viva, recuerdo su timbre de voz”. Eso es impagable, no hay premio en el mundo que sea más fuerte para quien hace una película.

-De manera similar ocurre con Héctor Aure, cuando cuenta sobre cómo se encuentra fortuitamente con estas imágenes viendo Filmoteca.

-Fue un viaje en el tiempo inmediato y un tanto inconsciente, él lo explica de una manera elocuente.

-Luego de 40 años, y tras ser expulsado del canal, es también un acto de justicia poética.

-El habla de una revancha amorosa. En un momento, dice que fue una derrota definitiva, de la cual nunca pudo recuperarse. Pero que 40 años después le ocurra esto fue algo milagroso también. Lamentablemente falleció hace cinco meses, me hubiese encantado que estuviese en el estreno del Malba y acá, en Rosario; hubiera estado chocho y pletórico de emoción. El recuerdo enorme al Negro Aure, como lo llamaban sus amigos, ese otro gran protagonista de la película, junto con los Aresta y Operto.