Desde Santa Fe.

 

Autora de numerosos ensayos en las últimas cuatro décadas y media sobre la obra del escritor santafesino Juan José Saer, la ensayista y crítica literaria Beatriz Sarlo cerró el Coloquio Internacional Juan José Saer (organizado por el Ministerio de innovación y Cultura en el marco del programa Año Saer) con un gesto que desafió todas las expectativas. A sala llena, en la Sede Auditorio Altos del Hotel UNL/ATE, ante un público atento que festejó cada una de sus salidas ingeniosas con risas distendidas, emocionado a la vez por estar participando de un momento histórico, la autora de Zona Saer dejó de lado la ponencia que traía escrita y prefirió citar las exposiciones de Noé Jitrik y de dos colegas rosarinos, llegando a una conclusión final sobre lo escuchado en el Coloquio: la de que este marcaba la consagración definitiva del escritor nacido en Colastiné y fallecido en París en 2005, que en junio de este año cumpliría 80.

Fueron tres días intensos, atravesados por las urgencias políticas de la actualidad, como la marcha contra el fallo del 2x1 a represores, a la que Sarlo y otros participantes del coloquio no dejaron de plegarse. El viernes pasado al final de la tarde, luego de anunciarse que Sarlo iba a leer su ponencia, "Escribir lo real", ella comenzó, con singular modestia: "Aprendí muchas cosas en estos días y me pareció mas atinado contar los descubrimientos que había hecho".

A continuación, se refirió a las ponencias de dos rosarinos: la que presentó Edgardo Dobry (Universidad de Barcelona) en la tarde del primer día, el miércoles en el Museo de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez: "¿Novela (desintegrada) + Poesía (en prosa) = Narración?" y la que dio Nora Avaro el viernes por la mañana en la Sede Auditorio Altos del Hotel UNL/ATE: "Lo imposible: una novela mala de Saer".

"Dobry dijo en su intervención: 'celebramos o estamos asistiendo a la posteridad de Saer'. Y Nora Avaro reclamó un derecho: '¿Se puede decir que una novela no es tan buena como las otras?' Y lo dijo en este tono, en este tono de desafío", destacó la ex directora de la revista Punto de Vista. "Podemos decir que una novela de Balzac nos gusta menos que las otras... podemos decir que Cimbelino no es la mejor obra de Shakespeare, que tiene muy superiores y por tanto Cimbelino es una obra inferior... ahora, hubo como una especie de defensa de Lo imborrable que yo creo que (estoy atribuyéndole esto a Nora Avaro) provocó ese tono desafiante en su intervención y que a mí me gustó mucho y me interpeló mucho. Es decir, ¿se puede decir de Saer, como se dijo de Homero, que a veces duerme, Quandoque dormitat Homerus? ¿Se puede decir Quandoque dormitat Saer (sic)? ¿O no? Esto es parte de la entrada a la posteridad. Cuando se puede decir es porque ya está definitivamente en la posteridad. Ya le firmaron todos los pasaportes, ya le pusieron todas las visas y está definitivamente en la posteridad porque todo eso lo va a poder tratar como parte de la gran herencia argentina, latinoamericana, occidental; donde podamos, queramos o pensemos que tiene que estar esa herencia", resumió.

"Si yo tuviera el privilegio de vivir en dos dimensiones temporales y fuera una historiadora de la literatura dentro de diez años, diría que en esta reunión se ha cerrado el primer período de la crítica saeriana", declaró Sarlo. Con una contundencia performativa del discurso que contrastaba con la modestia del inicio, la crítica mencionó, como marca del comienzo de ese período de 45 años que terminaba allí en ese mismo instante, "una nota muy temprana de Carlos Altamirano encargada por Héctor Agosti y publicada en la revista comunista Cuadernos de Cultura". Sarlo caracterizó a "esta primera crítica" como centrada en "defender el lugar de Saer y establecerlo".

 

El escritor Juan José Saer con Sarlo, alrededor de los '70.

 

"No mañana, no esperemos que mañana abramos un diario y entre la nueva etapa", bromeó. Según Sarlo, este nuevo período se caracteriza "porque ya no hay que defenderlo. Ya no va a haber una reseña como la que salió en Primera Plana... nadie lo va a tratar con esa distancia. La otra razón es porque pasó de moda la teoría en base a la cual hasta hoy se lo sigue discutiendo, la teoría del personaje. Lo otro por el cual este coloquio me hace esperar una nueva etapa, digamos, es que Saer ya no es un nuevo escritor. En tanto no fue un consagrado, siempre mantenía esa cualidad de nuevo escritor, como si fuera una solterona que se conserva muy bien, digamos (risas). Pero cuando es un consagrado, entonces la crítica tiene otros derechos. En mi período de la crítica, que yo doy para mí por terminado, nosotros teníamos la idea de que no había que entregarle armas al enemigo, es decir, que no se podían hacer sobre Saer afirmaciones que entregaran armas a quienes pensaban que Saer no era un gran escritor. Sino que había que defenderlo siempre, como los caballeros del rey Arturo, ¡éramos los caballeros del rey Arturo! Ahí teníamos que estar", evocó.

Luego de señalar en el léxico del coloquio la reiteración de palabras como "memoria" y "experiencia", y sugerir (en relación con lo que traía en la ponencia) posibles "léxicos nuevos de la crítica", Sarlo se refirió al lugar del escritor en el mercado editorial y dijo que "la última razón por la cual Saer terminó de establecerse es porque terminó su desdicha editorial". Aclaró que no se refería a "las primeras publicaciones amistosas, las del corazón, las de la Editorial Biblioteca Vigil, sino las que vinieron después": Sudamericana, que le publicó Cicatrices a pesar de que "en ese momento tenía comido el cerebro por el boom"; Jorge Álvarez: "yo era testigo, corregía galeras. Se les hacían happenings de presentaciones a todos los libros que Jorge Álvarez editaba. ¿Responso? Naranja. Nada. Y después las editoriales españolas que le fue mal, El limonero real y A medio borrar. Yo creo que el momento en el cual Saer se estabiliza es sin duda el de Alianza Seix Barral, el editor que tuvimos estos días con nosotros, Alberto Díaz. Pero hay un capítulo que a mí me gustaría mencionar por una justicia que no es poética, sino histórica, que son las ediciones del Centro Editor de América Latina. Y yo diría que ahí falta investigar el número de ejemplares. Porque levanto una apuesta, doble contra sencillo, que en las ediciones del Centro Editor de América Latina, Saer vendió más ejemplares en conjunto que todo lo que lleva vendido hasta hoy. Y la levanto doble contra sencillo. La puedo perder. Pero eran ediciones de 80.000 ejemplares semanales. Son muchos. Y fueron cuatro libros de Saer. O sea, antes de aposentarse definitivamente y amicalmente, pasó ese reconocimiento del que es responsable una gran crítica latinoamericana, Susana Zanetti, que fue la que tuvo esa colección. O sea que sus desgracias habían terminado".

Sarlo terminó su conferencia de cierre citando la anécdota que su colega Noé Jitrik contó en la conferencia inaugural: "Saer y Noé iban en un auto en una carretera, y Noé se pasaba por izquierda a los que iban adelante. Ahí, se pusieron todos muy nerviosos, y Saer dijo: 'No tenemos apuro'. Noé agrega que el tono que usó Saer era el de su abuelo de origen árabe. Me gustó mucho la anécdota por aquello de que esas anécdotas se resignifican. En aquel momento no significaba nada ni para Noé, ni para Saer, ni para nadie, pero uno las resignifica a lo largo del tiempo, y en efecto, Saer no tuvo apuro. Desde ese comienzo de En la zona hasta llegar a comienzos de los años '90, no tuvo apuro. Tenía por supuesto una fe bien fundada en lo que él estaba haciendo, pero supo esperar y no aflojó nunca en cuanto a los términos de su literatura, en cuanto a los términos de su escritura, nada. Saer era el hijo de un inmigrante que no tuvo apuro, y quizás por eso sea tan grande", concluyó, inmediatamente antes del sostenido aplauso.