Alex (Margarte Qualley) abre los ojos y sin moverse mira cómo se elevan las costillas de Sean (Nick Robonson) al respirar. Moviéndose lentamente sale de la cama, se viste y busca a Maddy que duerme en su cuna, en otra habitación. La levanta, la envuelve en una manta y la sube en la sillita del auto. Es madrugada y afuera las ramas de los árboles dibujan sombras en el piso de tierra. Así empieza Maid o la traducción que se eligió para el español: Las cosas por limpiar, la serie de Netflix que en 10 capítulos relata el difícil y sinuoso camino para salir de la violencia por razones de género.

Inspirada en las memorias de Stephanie Land, una joven mujer estadounidense que en 2019 publicó Maid: Hard Work, Low Pay, and a Mother’s Will to Survive (trabajadora doméstica: trabajo duro, salario bajo y la voluntad de una madre por sobrevivir) y que se convirtió en un best seller rápidamente. La serie, estrenada a principios de octubre, es una de las más vistas en la plataforma. En los 10 capítulos de 55 minutos va relatando la compleja trama de la violencia y lo difícil que es salir de ella. 

Alex tiene 25 años, vive con Sean, su marido alcohólico y violento y su hija Maddy de casi 3 años. Al primer lugar al que va con su hijita cuando escapa de su casa en medio de la noche, es a la casa de una amiga, compañera de ella y de Sean en el bar donde trabajaban, pero se encuentra con una fiesta y se da cuenta que no pueden pasar la noche ahí. Las redes que podían sostenerla no lo hacen y madre e hija terminan durmiendo en el auto. Temprano a la mañana, un policía le golpea la ventanilla y le dice que no deben estar ahí: “Pueden ir a dormir al estacionamiento de Wallmart”, le aconseja.

“Yo no sufro abuso real”, le dice Alex a la asistente social de un centro al que va a pedir ayuda. “Sólo necesito trabajo y lugar donde vivir”, agrega. “¿Y cómo es el abuso real? ¿Intimidación, control?”, le pregunta la asistente y la recomienda en una empresa de limpieza, pero la deja reflexionando. “Tenemos que pensar en la violencia de género como una problemática compleja con lo cual el abordaje también es complejo: tiene muchas aristas y además la violencia de género no es lo único que les pasa a las sobrevivientes o a las víctimas, les están pasando muchísimas cosas que complejizan la situación, por ejemplo la condición socioeconómica o si han roto todas sus redes de contacto”, explica Luján Costa, psicóloga de la Red de Psicólogas Feministas.

Sin ánimo de spoilear, Alex no puede contar del todo con su madre, interpretada por Andie MacDowell, porque tampoco tiene casa, ni trabajo estable y convive con su novio, adicto al juego, en una casilla rodante. A su padre no lo ve desde sus 5 años y su única amiga es la compañera del mejor amigo de su ex. “Salir de la situación de violencia requiere un abordaje que no se hace sólo desde el consultorio, sino que tiene que ser acompañado por un equipo porque también están las cuestiones legales, sociales, familiares y subjetivas. Lo más importante es respetar los tiempos, esto se ve muy claramente en la serie. Es esperable que tengan recaídas, que vuelvan en algún momento con el agresor y a veces más de una vez”, explica Luján. 

Hay una escena en la serie en la que Alex mantiene un diálogo imperdible con otra mujer víctima de violencia que vive también en el hogar para sobrevivientes: “¿Creés que en la primera cita me dijo pásame la sal, algún día te estrangularé?, no, la violencia va creciendo como el moho”, le dice Danielle (Aimée Carrero) a Alex. Y es la solidaridad de género también la que levanta a Alex de la alfombra cuando Sean consigue un abogado e intenta obtener la tenencia total de la pequeña Maddy.

Los caminos legales, las trabas burocráticas, los trámites interminables, la explotación laboral, se ven también claramente y con detalle en la serie. Todos los días Alex va repasando en su cabeza para qué le alcanza lo que gana por día por limpiar una casa y siempre el crédito es negativo. 

Gisele Coronel, subsecretaria de Asistencia y Protección Integral en la Secretaría de Mujeres, Géneros y Diversidades del Municipio de Moreno cuenta que en Moreno funciona el Hogar de Protección Integral Camila, le pusieron ese nombre por Camila Tarocco, la joven asesinada en abril de 2020 por su ex pareja. El refugio tiene 12 plazas y desde la secretaría de mujeres articulan con dos refugios más, “uno que pertenece al Ministerio de las Mujeres y Diversidades que se llama Las Mariposas y el otro que es de una fundación que se llama Casita de Colores; cuando no tenemos plaza en el nuestro, pedimos ingreso a estos. Junto con la admisión, que se lleva adelante con el Ministerio de Mujeres, políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires, se trabajan las medidas de protección, como la restricción perimetral, con cese de hostigamiento para ella y el círculo familiar, la solicitud al Juzgado de los dispositivos electrónicos y el pedido de la exclusión del hogar”, explica Gisele.

Coronel dice que el tiempo de permanencia en los refugios depende de cada caso: “Trabajamos las salidas de las violencias, en las que se pone en juego también lo laboral, lo habitacional, en qué momento de la ruta crítica se encuentra la víctima y en qué momento emocional porque lo que tratamos es que no haya revinculación con el agresor a la salida o que no se repita la violencia en una relación similar”, agrega.

En Maid, Denise (BJ Harrison), la encargada del refugio, cuenta que ella volvió al hogar violento 5 veces antes de irse definitivamente. “Hay que ver cuáles son los motivos para volver, muchas veces opera el mito del amor romántico, otras veces también hay cuestiones sociales, socioeconómicas que hacen que no tenga otra salida que volver con el agresor que, en muchos casos, también es el proveedor y quien provee el techo también y si hay hijes todo se complejiza”, dice Luján.

Volver a salir al mundo es otro de los temas que está tratado en la serie. “Las redes generalmente están rotas cuando empiezan a pedir ayuda, entonces hay que reconstruir esas redes, construir redes nuevas, acompañar en el proceso de volver a circular por el mundo público, por las instituciones, poder adquirir nuevamente la capacidad de hacer trámites. Hay que ver las posibilidades individuales y públicas: no es lo mismo acompañar cuando hay políticas públicas que sostienen esos procesos y que permiten la salida más rápida que cuando no las hay”, explica Costa.

Carolina Rodríguez tiene 41 años y 6 hijes y es sobreviviente de violencia doméstica, hoy es la referenta del refugio que la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT) tiene en La Plata: “en 2019 en nuestro primer Encuentro de Mujeres de la Tierra, votamos por poder tener un refugio, todas lo queríamos y nos cedieron un espacio a donde las compañeras hicimos jornadas de trabajo para poder dejarlo en condiciones, funciona de la mano de la Secretaría de Género. Las compañeras que ingresan al espacio pasan primero por una compañera que se capacitó en violencia de género, que hace el acompañamiento. El espacio tiene 19 camas, un salón, baños, duchas, cocina y un espacio para micro-emprendimientos”. También les dan alimentos y pueden estar seis meses hasta que encuentren otro espacio para vivir y lugar donde trabajar. “Yo soy una compañera recuperada de la violencia, hay una etapa en donde necesitamos mucho de la ayuda de los demás para pasar lo más difícil y poder salir fortalecidas de esto”, cuenta Carolina.

En cada capítulo, Las cosas por limpiar pone sobre la mesa la importancia de la creación de redes y los años y siglos de sometimiento a los que hemos estado expuestas las mujeres. La relación de Alex con su madre es el mejor ejemplo porque demuestra que la violencia ha sido sistemática y la han sufrido las mujeres de generación en generación. “Muchas veces es muy difícil poder poner en palabras la violencia simbólica porque lo que hay es un deterioro de la autovaloración, una ruptura total de la autonomía, entonces, en muchos casos, dudan de su propia percepción, de si realmente eso sucedió o son ellas que están exagerando, si él no es tan así. Desde la psicología se trabaja poniendo en palabras, generando preguntas, explicando el ciclo de la violencia para poder visibilizar todos los tipos de violencia: que puedan ver que esto es un continuo que tiene etapas y partes, no es algo aislado, a veces se disfraza de amor romántico, de un amor excesivo; lo que menoscaba la integridad es violencia de género, sea o no física”, explica Luján Costa.

Pero no todo es angustia en la serie, hay también lugar para el deseo y luchar por él (Alex ama escribir y sueña con ser escritora), redes que se van tejiendo y sostienen como dos brazos que acunan, relaciones que sanan y caminos que llevan a la libertad.