En 1995 me gané una beca para terminar la secundaria en un Colegio del Mundo Unido en Norteamérica. Una experiencia que me cambió la vida para siempre. Ganarme la beca fue un laberinto con final feliz pero laberinto al fin.

Todo comenzó con un cartelito en el Politécnico, colegio al cual yo iba. El cartelito, pegado en un pizarrón del primer piso decía: ¿Querés participar de una experiencia internacional? Los Colegios del Mundo Unido fueron creados después de las atrocidades de la segunda guerra mundial. Una serie de educadores creyeron que la educación internacional podía promover la paz en el mundo. Así que crearon colegios donde 200 estudiantes de alrededor de 80 países estudian y comparten su vida cotidiana. En la actualidad hay 20 colegios por todo el mundo, en aquella época, cuando yo me gané la beca había sólo 10. Uno de ellos apenas inaugurado en Noruega.

Después de leer el cartelito y cuando llegué a mi casa le conté a mi viejo. Él entusiasmado me dijo: dale, yo te ayudo. Había que hacer un curriculum y yo nunca había hecho uno. Eso fue un martes y el jueves cerraba la inscripción. Había que llevarlo a Buenos Aires. Por suerte mi viejo iba a la capital los jueves porque estaba haciendo un posgrado así que llevó los papeles. A la tarde me llamó y me dijo que me esperaban en 15 días para hacer un examen de cultura general. Dios mío. Yo pensé que solo era enviar un curriculum.

Durante esos días fui varias veces a la iglesia a rezar, a pedirle a Dios que me iluminara para hacer ese examen. Finalmente llegó el momento. Fue en un colegio. Había un montón de pibes, 200 tal vez. Los organizadores hicieron una introducción, nos contaron que se estudiaba el Bachillerato Internacional, un programa de seis materias que uno podía elegir según el perfil que se le quisiera dar a su formación, nos dijeron que el presidente del movimiento era Nelson Mandela y que había solamente ¡ocho becas! De los 200 pibes que rendíamos 20 iban a ser seleccionados para una final dentro de un mes más o menos.

Cuando agarré el examen me di cuenta que era casi imposible aprobar. Era un multiple choice con preguntas desde astronomía a historia pasando por geografía y matemáticas. De todo. Hasta había preguntas de música. Una sensación muy extraña me llenó el alma. No voy a aprobar, me dije, pero voy a disfrutar este examen como nunca he disfrutado otro. Lo hice con pasión, como si fuera un juego, pensé cada respuesta con entusiasmo. No iba a aprobar pero aprobé. A la semana mi hermano apareció por mi cuarto, una tarde, y me dijo: te llaman por teléfono de Colegios del Mundo Unido. Yo le contesté: si me estás haciendo una joda te cago a piñas. Pero no era una joda, ahí estaban llamando para decirme que estaba en la final.

No podía creer lo que me estaba pasando. La final duró un fin de semana. Entrevistas, juegos de rol, debates, escribir, recrear, una tarde de trabajo comunitario. Volvimos con mi viejo en colectivo desde Buenos Aires. Yo venía triste, sentía que no me había ido bien, yo era demasiado tímido, en los debates no había participado demasiado, en las entrevistas tal vez hubiera podido decir otras cosas, en fin, venía con la cabeza gacha. Mi viejo me dijo: tranquilo, tenete fe.

A la semana llamaron para decirme que no había quedado seleccionado. Que eran 8 becas y yo había quedado noveno. Esas cosas me pasan solamente a mí. Me quería pegar un roscazo. Caminaba por las paredes de la bronca. Lloraba ríos de dolor. Volvía una y otra vez sobre folletos de Colegios del Mundo Unido y no podía entender cómo eso me había sucedido. Entonces empecé una larga marcha. Llamé para ver si no quedaba alguna posibilidad. Me dijeron que no. Entonces llamé otra vez, y otra vez me dijeron que no. Volví a llamar, y así llamé y llamé, mil veces, hasta que una vez, casi un mes después me dijeron: hay una posibilidad. Una posibilidad, Dios mío. Fui corriendo hasta la iglesia, me puse a rezar con todo mi corazón, le pedí a Dios y a todos los santos que me dieran esa oportunidad.

Debido al gran deseo de Sebastián de concurrir a un Colegio del Mundo Unido hemos conseguido una beca más para ir a Estados Unidos. Felicitaciones. Eso me dijeron una tarde. Estaba en el living y grité como si fuera un gol de Maradona, me tiré al piso, me arrodillé, agradecí, salté de la emoción. Nunca fui más feliz en la vida que en ese momento. Así empezó una maravillosa experiencia. El 18 de agosto de 1995 yo partía para estudiar en un Colegio del Mundo Unido en Estados Unidos. Me esperaban alegrías y frustraciones, amores y odios, mucho estudio, muchos pibes genios, conocería lugares y viviría la vida a pleno. Vivir la vida a pleno ¿Quién no quiere eso a los 18 años?

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