Bajo el título Realidad & ficción en la novela policial rosarina, el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín 1080) reunirá los días jueves y viernes próximos la presencia de escritoras, escritores y periodistas. Cada día a las 18.30, con entrada libre y gratuita, un panel congregará miradas compartidas, con la lupa puesta en la escritura criminal/policial y la ciudad. De esta manera, el jueves participarán Melina Torres, Marco Mizzi, Eduardo D'Anna y Silvina Tamous (modera: Sebastián Riestra), y el viernes será el turno de Lucrecia Mirad, Pablo Bilsky y Hernán Lascano (modera: Paula Turina).

Rosario/12 les pidió a algunos de los integrantes su apreciación en torno a la realidad cotidiana de la ciudad y su dolor, tal vez ligada de antemano a una historia bastante podrida. Para Marco Mizzi (City Center, Perversidad) “Rosario nace como lugar de paso, y todo lugar de paso junta gente turbia. Acá y en todas partes, una terminal de ómnibus o una estación de servicio en la ruta, tiene sus sitios oscuros. Pensemos que éramos una simple posta de refresco entre Buenos Aires y el interior, entonces es lógico que seamos un sitio oscuro. Y que haya venido el puerto no ayudó, al contrario. La historia misma de la ciudad está podrida: siempre estuvo ligada al comercio ilegal, a los manejes. Primero con el contrabando y la guerra del Paraguay. Todas las mansiones hermosas del siglo XIX tienen túneles hacia el río, por donde metían cosas sin pasar por la aduana. Con los años y la inmigración masiva de contrabando de mercancías pasamos a la trata. Y hoy por hoy, bueno, todos sabemos lo que pasa con el lavado de la guita negra del narcotráfico y el agro”.

"La historia misma de la ciudad está podrida: siempre estuvo ligada al comercio ilegal, a los manejes". Mizzi 

Según Lucrecia Mirad (Crimen en el Pasaje, La ley Muia), “el momento rosarino supera cualquiera de mis ficciones. Aunque de algún modo elegido, mis tres novelas policiales se enfocan en el ‘menudeo’. Esa trama de ilegalidades que están cerca de las vidas ‘comunes’, cuando hoy lo que sería imprescindible como paso previo sería ‘Defina vidas comunes’. El delito cerca. El delito al alcance de la mano. Ese delito que está naturalizado en esta sociedad y que no por eso deja de ser un crimen. El delito y el delincuente conocido, casi primos, casi tíos, casi socios, casi vecinos”. Por su parte, Pablo Bilsky (Herodes, Taxi) señala que “la violencia, el dolor, la injusticia y, sobre todo, la destrucción del orden simbólico que lleva a la psicosis colectiva, vertebra con la historia de Rosario, de la Argentina y del mundo. Pero en el mundo ficcional de Taxi, Rosario está en el centro del Universo. Contiene a otras ciudades. Varias ciudades ocupan el mismo lugar en el espacio junto con Rosario, superpuestas. Y todas las miserias de Rosario y el mundo, que tienen como origen la violencia fundante del sistema capitalista, estructuran la mente del asesino serial que es protagonista. Y que se define a sí mismo como un ser execrable y repugnante. Pero no tanto como policías y jueces, asegura”.

Según Melina Torres (Ninfas de otro mundo, Pobres corazones) “el litoral es el lugar del que puedo hablar, el que respiro y me respira. Al momento de escribir una historia sobre esta ciudad, Rosario, que me conmueve, que me hace querer narrarla, meterme con ella, sus fantasmas, sus contradicciones, tuve la intención de buscarle la vuelta, es decir, hilvanar el trabajo sobre la escritura, despegarme del día a día o de la crónica del diario. Y eso es buscar los pliegues. Detener la mirada ahí: en el detalle. El deseo estuvo en narrar las contradicciones de una ciudad donde la violencia tiene un rol instrumental y a la vez muy simbólico desde un plano diferente a la noticia del periódico, sería algo así como caminar por la banquina”. 

"Lamentablemente, la política no registra la dimensión de tanta gente que está ahogada en esta soledad”. Lascano

Para el periodista Hernán Lascano, “que hay una ciudad que come y bebe de la violencia inédita que conocemos hace diez años es bastante obvio, en el mundo donde la plata conseguida con sangre se canaliza en financieras, concesionarias, firmas de bienes raíces. Pero son mucho menos obvios el dolor, la injusticia y el rencor que genera una sociedad que a seis de cada diez jóvenes no le dio laburo hace tres generaciones. En eso tan notable que sigue sin verse, está lo podrido y lo roto. Me acuerdo de ‘Kincón’, el cuento de Briante, donde el personaje que hace cosas terribles dice ‘yo quería vengarme de mi soledad’. Las historias que vemos de tantos nenes de 18 para arriba que agarran una nueve están cruzadas por eso, una búsqueda de una moneda pero también de pertenecer a algo donde son mirados y tenidos en cuenta. Lamentablemente, la política no registra la dimensión de tanta gente que está ahogada en esta soledad”.

Ahora bien, ¿por qué persistir en la narrativa policial? Lascano cuenta que “la potencia de los hechos policiales en cuanto a conectarnos con nuestras emociones y terrores más profundos es pura narratividad. Hace poco en el final del caso Smolski, en un juicio donde estaba Guille Cantero, un hombre de barrio Rucci contaba que se había metido a vender marihuana porque nadie le daba trabajo. Un tipo sin antecedentes y sin violencia que hacía dos años que estaba encerrado en preventiva en Ezeiza. Cuando le tocó hablar dijo: ‘No pertenezco a ninguna banda. Estoy con deseo de ver a mi madre. Quiero darle esos besos que le mandé en cartas, quiero tomarla del brazo y pasear con ella. Cada día, cada hora pueden ser únicos a los 86 años que ella tiene’. Esas cosas que chorrean en las historias para mí son materia prima literaria”.

"Elegir el policial te permite trabajar con el contexto –describirlo, reinventarlo– a partir del crimen, el delirio de una mente extraviada y las perversiones". Bilsky 

“El policial establece una relación, una homologación con el contexto social, político, económico y cultural –añade Bilsky–, y sobre todo con el sistema de producción y las formas del trabajo de cada época. Lo hace de una manera indirecta, no lineal ni mecánica. Elegir el policial te permite trabajar con el contexto –describirlo, reinventarlo– a partir del crimen, el delirio de una mente extraviada y las perversiones. Todos elementos que la sociedad ya contiene”.

Cuenta Melina Torres que “Silvana Aguirre, el personaje principal de mis dos libros, salió por una consigna de taller. Ahí llegó Aguirre, la oficial de policía, a mi vida, de una forma tan nítida y tan real, que la puedo escuchar susurrarme al oído cada vez que yo hago taca-taca-taca en el teclado. Me gusta el género porque soy insobornable con una cuestión: el entretenimiento, y quizás ese sea uno de los ingredientes principales de la novela negra. Pongo mi empeño, digamos; le rezo a Ellroy cada noche para lograr algo de su mirada sarcástica y sus frases incorrectas. Pero después de algunas cuestiones claras, es decir ese pacto de la trama, un crimen y su posible resolución, lo que más disfruto es irme por la tangente, perderme en ese abismarse que es la literatura, ese no saber que tiene un valor potencial y que me hace querer seguir”.

"Me gusta el género porque soy insobornable con una cuestión: el entretenimiento, y quizás ese sea uno de los ingredientes principales de la novela negra". Melina Torres.

“El policial –resalta Mizzi– es una forma de la épica. Hay un héroe, o una heroína, peleando contra un monstruo. Y si como artista no te gustaría hacer algo, aunque sea una vez, medianamente épico, sos un amargado y ni vale la pena leerte. Segundo porque es profundamente moral, en el buen sentido de la palabra. Hay buenos y hay malos. Hay cosas que están bien y cosas que son terribles. Y lo groso es que en su variante negra, el policial se permite jugar con los límites: el protagonista es un héroe pero no un santo. Esa ambigüedad es muy atractiva, porque el vehículo de la narración puede llegar a lugares bastante intensos. Y tercero, por economía simbólica. Si digo policial negro no te tengo que explicar mucho más. Es un pacto que uno como autor hace con el lector: esto va por acá. Y al existir ese pacto, se pueden trabajar cómodamente otras cosas más interesantes”.

“El policial es un lugar donde el armado de la trama convoca a mi parte racional y lo disfruta. Atar todos los cabos, decidir si algunos quedarán sueltos". Mirad. 

Más tarde o más temprano, la vena policial toca seductora y ennegrece, no hay modo. “Mi llegada al policial es extraña. En mis otras novelas debo arrinconar a la razonadora lógica que soy para permitir que las sensibilidades emotivas se expandan. El policial es un lugar donde el armado de la trama convoca a mi parte racional y lo disfruta. Atar todos los cabos, decidir si algunos quedarán sueltos. Funcionar como un reloj. Decidir el modus operandi del delincuente, su pesquisa y su final. Pautas de orden que de tan naturales, cada tanto me molestan. Y cuando no molestan, se disfrutan y llega Triputti que se pone a investigar. Y con él aparece el humor. Negro”, concluye Mirad.