Una camioneta se sube de pronto a la vereda del bar Rodney y ahí se queda. Sus puertas se abren y bajan dos personajes extraños que, a los gritos, se acusan de cosas que no alcanzan a escucharse con claridad. Sentados dentro del bar, los espectadores están frente a la calle: apuntan hacia esa escena que sucede del otro lado del ventanal, si bien los separan unos metros de la esquina en la que ambos están discutiendo. Pero la dificultad para entender lo que pasa no tiene que ver con la distancia ni con los vidrios que se interponen, sino con el caos que rezuma la discusión. ¿Qué es exactamente lo que lo que genera toda esta exaltación? Tan pronto el relato tome consistencia van a enterarse: el padre de ambos se acaba de morir, y el desorden de ese intercambio verbal no es más que un reflejo de la cabeza de estos dos hermanos cuyas vidas se irán contando durante la próxima hora.
Mucho más que una obra de texto, De la mejor manera es una obra de sensaciones y emociones transportadas a través de la actuación. De la mano de Federico Liss y David Rubinstein –que escribieron, actúan y dirigen, aunque casi desde el inicio sumaron al proyecto a Jorge Eiro para que aportase su mirada como director externo–, el público acompaña a la dupla en esos primeros momentos que siguen a la partida de la figura paterna. Miguel y Laureano no tienen demasiadas herramientas para poner en palabras lo que sienten, pero esa imposibilidad y la manera tosca en que se vinculan con el lenguaje –sobra decirlo– también cuenta cosas. Durante las horas de organización del velorio que transcurren en el bar familiar, los hermanos hacen eso que suele hacerse con un muerto muy querido: evocar con insistencia, porque extremar la presencia es una manera más tolerable de empezar a nombrar la ausencia. Todavía es un poco temprano para que la pregunta por el legado aparezca con fuerza, pero algo de ese orden ya se cuela en el intercambio de estos dos personajes perdidos ante esta situación nueva.
Más ineludible para los espectadores es, sin embargo, la cuestión de la masculinidad que se pone en juego desde el relato y desde los cuerpos de Miguel y Laureano. Para componer a estos dos hermanos de hombría anticuada, un poco decadente, los actores dicen haber buscado cierta energía disparadora en la vecindad de Federico, que hace años vive en –maravillosa coincidencia del lenguaje– el barrio de Paternal. “La zona de Juan B. Justo, cerca de mi casa, es una zona donde viven muchos gitanos. Es un mundo que a mí siempre me llamó la atención, que me resultaba bastante atrapante: esa cosa histriónica que tienen, de tomar la calle, de gritar, a nosotros nos parecía interesante para trabajar, sobre todo en una obra que estaba planteada para suceder, en parte, en la calle”, cuenta Federico. “La gitana es, además, una cultura súper patriarcal. El hombre por lo general es el que está afuera, en los espacios públicos. La mujer, adentro de la casa. Mirando ahí se nos apareció bastante claro ese relato de una masculinidad en decadencia, que podía inscribirse muy bien en ese mundo que nos interesaba contar”.
Sin embargo, De la mejor manera está lejos de ser una recreación fiel de una colectividad y en absoluto intenta ir por el camino de la documentación. Dice Eiro: “A los tres nos interesaba indagar en el mundo gitano, pero sin nombrarlo. A diferencia de otros trabajos que hemos hecho, donde teníamos una necesidad de meternos con un mundo determinado, como el conurbano, el vínculo laboral de los migrantes en Buenos Aires, acá se trataba de algo así como robar un poco de ese tono. La premisa nunca fue ‘hagamos una obra de gitanos’, sino subirnos un poco a ese mundo, a esa poética, a esa energía. A la posibilidad de actuar cierto histrionismo y, si querés, de echar mano a algunos elementos patriarcales”. Guiados por esa convicción, decidieron no incluir música ni diálogos en romaní –un camino que en un principio los había tentado– para que esa evocación a un mundo medio corrido resonara en el público sin cerrar la posibilidad de otros caminos.
El Rodney es el cuarto espacio en el que se puede ver De la mejor manera. Cada uno de ellos le fue regalando al trabajo una textura distinta y a los espectadores, un marco diferente para entender a estos personajes y su mundo. El estreno de la obra fue en 2018, en el festival Vicente López En Escena, cuya premisa era hacer la obra en sitios no convencionales. En el bar de billares Santa Paula, muy cerca de la estación de trenes de Florida, Federico y David empezaron a encontrar el tono de estos dos hermanos en el estado de shock que antecede al duelo. Al año siguiente formaron parte de la Maratón Abasto del FIBA, y por algunas funciones la dupla actuó entre las mesas de madera y los escudos de El Banderín, con esos privilegiados ventanales que dan a la todavía empedrada calle Guardia Vieja. Después de un paso fugaz por Espacio Sísmico previo a la cuarentena, el grupo recaló finalmente en el bar actual, que terminó dándole a la obra algunos sentidos nuevos que obligaron incluso a repensar un poco a los personajes y sus vestuarios. “En el Rodney la cosa se puso más nocturna, empezamos a pensar a estos personajes como los dueños de un bar más de alcohol, noche, chicas rondando: menos losers, tal vez. Nos los imaginamos un poco como Los Soprano”, se ríe Federico.
Hay otro elemento contundente en el Rodney que, aunque no se nombra, tiene su peso específico en el desarrollo de la obra: la vista al paredón del cementerio de Chacarita. Como espectadores, jamás sabremos qué rituales ensayarán Miguel y Laureano para recordar al padre; tampoco estamos seguros de que ahí enfrente vaya a descansar el muerto. Pero el paredón está ahí, inapelable y cargado de sentidos. Grandote, macizo y tosco como los hermanos.
De la mejor manera se puede ver los domingos en el Rodney Bar, Rodney 400. Las entradas se consiguen por Alternativa Teatral. A las 19.30.