Nacida en Italia, Julieta Lanteri se recibió de médica después de muchos obstáculos. Organizó el primer Congreso Femenino Internacional, fundó el Partido Feminista Nacional y fue la primera sufragista. Su derrotero en la lucha por los derechos políticos de las mujeres sigue inspirando a las nuevas generaciones. A 110 años de ese gesto pionero, y en coincidencia con el 70º aniversario de la primera elección nacional en la que votaron legalmente las mujeres argentinas, Caras y Caretas homenajea a Lanteri y da cuenta del largo derrotero que llevó a la consagración de la ciudadanía femenina. La edición, correspondiente al mes de noviembre, estará en los kioscos opcional con Página/12, esta vez en día sábado debido a que el domingo es el Día del Canillita.
María Seoane reconstruye un encuentro casual con dos jóvenes estudiantes de Derecho que, en la línea H de subte, se preguntaban quién habría sido “esa mina” que le daba nombre a la estación. “Esa mina, les sinteticé, había sido una heroína nacida en Italia, nacionalizada argentina y definitivamente bonaerense. Había sido una de las fundadoras del movimiento feminista y sufragista; además había tenido que hacer lo que hacen aún hoy muchos extranjeros para conseguir su ciudadanía y para poder estudiar Medicina en la UBA: casarse con un argentino, un tal señor Renshaw, en 1910, de quien se separó un año después. Había sido la primera mujer de nuestra historia y de la de Latinoamérica que se había animado a pelear para poder votar, cosa a la que los varones argentinos tuvieron derecho de entrada después de 1912. Ella no, ella fue perseguida, hostigada… Y entre el chirrido y el calor sofocante, entre preguntas y más preguntas de esos dos desconocidos esa tarde infernal –casi cien años después de que Julieta se animara a protagonizar el primer acto sufragista en la calle–, la historia de esa ‘mina’ parecía fascinarles como si les hablara de una rockera famosa.”
En su editorial, Felipe Pigna recuerda: “El 26 de noviembre de 1911, día de las elecciones, Julieta Lanteri se transformó en la primera mujer sudamericana que pudo votar. Sin embargo, su gran conquista no iba a durar mucho porque la ley que democratizó el sistema electoral estableciendo el voto secreto y obligatorio imposibilitó nuevamente el sufragio femenino ya que definió que el padrón electoral debía ser el mismo que el de los registrados para el servicio militar, algo claramente exclusivo de los ciudadanos varones. Julieta exigió entonces que la incluyesen en el padrón militar, pero no se lo aceptaron”.
Entonces, se le ocurrió otra idea, cuenta Araceli Bellotta en la nota de tapa: “La ley decía que las mujeres no podían votar, pero nada refería al hecho de ser elegidas. Apelando al principio constitucional que sostiene que nadie puede ser privado de lo que la ley no prohíbe, convocó a un grupo de compañeras y seguidoras y anunció que para las elecciones nacionales de 1919, se presentaría como candidata a diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires con una nueva agrupación: el Partido Feminista Nacional”. Repitió su hazaña, siempre como candidata a diputada nacional, en las elecciones de 1922, 1924, 1926 y 1930, y en algunas llegó a superar los tres mil votos.
Fernando Amato escribe sobre la trágica muerte de Lanteri, ocurrida en circunstancias sospechosas y sobre la cual, gracias a una investigación de la periodista feminista Adelia Di Carlo, pudo imponerse con fuerza la hipótesis de que se trató de un atentado. Por su parte, Ana Carolina Arias retrata el acceso de las mujeres a la universidad, en la primera mitad del siglo XX. Y Vicente Muleiro repone el contexto social, político y económico en que vivió Lanteri. En tanto, Marisa Avigliano da cuenta de las características generacionales de las llamadas sufragistas, las pioneras en la lucha por los derechos políticos de las mujeres en la Argentina. Y Cecilia Fumagalli analiza las reivindicaciones de los primeros feminismos y el modo en que se fueron complejizando hasta este presente de marea verde.
Los análisis no se detienen allí: Carolina Barry escribe la historia de Eva Perón y el voto femenino. Gabriela Mitidieri da cuenta de los hitos en la historia de las mujeres en los últimos setenta años. Y Verónica Giordano se dedica a las pioneras del voto en América latina. En tanto, Gisela Marziotta reflexiona sobre los desafíos del presente: “Son muchos los avances que hemos conseguido las mujeres cis y trans durante los últimos años –en una lucha que desde las calles llegó al Congreso nacional y también se vio reflejada en la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, gracias a un gobierno con perspectiva de género–, pero también son muchísimas las deudas que el Estado tiene con nosotras. La igualdad de derechos y de oportunidades se debe materializar en la vida cotidiana, al interior de las parejas y de las familias, en las instituciones y en el trabajo”.
En la sección Vintage se ofrece un repaso sobre la aparición de Lanteri en la revista Caras y Caretas de la época. En Tinta roja, una crónica policial de Ricardo Ragendorfer y en Anecdotario, la visión de Ana Jusid sobre la pionera del voto femenino. El número se completa con entrevistas a Dora Barrancos (por Lucrecia Álvarez), Estela Díaz (por Gimena Fuertes) y Paula Arraigada (por María Zacco). Otro número imprescindible, con las ilustraciones y diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.