Desde DELFOS, Grecia

En la Grecia actual, el legado de la Grecia Antigua (tan indispensable para el andamiaje científico y cultural de todo Occidente) se imagina más  de lo que se ve. Lo que supo ser el nuclear Templo de Zeus, por ejemplo, es hoy un baldío en el centro de Atenas sobre el que los guías deben proyectar historias de otro tiempo para que los turistas no crean que los estafan. Algo así ocurre con el Partenón, en eterna restauración desde hace más de 30 años.

El desastre se lo atribuyen a Teodosio, emperador romano que en el siglo III ordenó destruir toda creación helena de pura envidia. Claro ejemplo es el Oráculo de Delfos, que supo ser un lugar sagrado tanto para reyes como para plebeyos. Es que, según escritos milenarios, en ese lugar hoy invadido por ruinas y maleza atendía una pitonisa que predecía el futuro.

Recién en 1800 la leyenda tuvo algo de veracidad gracias a la curiosidad de arqueólogos de todo el mundo, sobre todo de Francia, que compartió con Inglaterra una notable voracidad por rapiñar legados ajenos –cómo se explican, sino, los kilómetros que el Louvre parisino le dedica a momias egipcias que claramente no llegaron caminando–. Las excavaciones descubrieron una a una todas las construcciones, aunque hay algo que las toneladas de mármol hallado no pudieron explicar: el mecanismo mediante el cual las pitonisas de Delfos observaban el más allá.

El mito hablaba de sulfuros que brotaban desde el ombligo del universo; según los griegos, ubicado apenas debajo del oráculo. La ciencia no pudo dar fe, aunque a atendió otros detalles. En las cercanas Creta y Chipre, por ejemplo, se encontraron pipas que servían para lo mismo que hacían los árabes con el hachís o los latinos con el peyote: fumar y conectarse vaya a saber uno con qué.  

La hipótesis de que las pitonisas pitaban para estimularse toma cada vez más fuerza, incluso independientemente de la veracidad de sus predicciones. Cuentan que en una de sus últimas visiones, una de ellas le sugirió a un rey ir a la conquista de los persas. El resultado fue tremendo: los actuales iraníes les dieron una paliza y conquistaron Grecia. No sólo fumar es un hábito antiguo; también lo es el mal viaje como inevitable margen de error.