El 36° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata está presentando por estos días los dos largometrajes más extensos de la Competencia Internacional, aunque la sensación que flota en el aire al término de las proyecciones de Quién lo impide y What Do We See When We Look at the Sky es que ambas películas podrían durar aún más. La razón, al menos en el caso del film del madrileño Jonás Trueba, es su mezcla de materiales documentales y ficcionales arraigados fuertemente en el concepto del paso del tiempo, en una etapa esencial como es la adolescencia. El director de Los exiliados románticos, La reconquista y La virgen de agosto se embarcó en el año 2016 en un proyecto de largo aliento junto a un grupo de estudiantes secundarios, al mismo tiempo sujetos y actores, pero esencialmente motores de un mega relato que cruza fragmentos de las vidas reales con secuencias imaginarias, reconstrucciones, testimonios y algunas cosas más. Al finalizar las casi cuatro horas (con dos intermedios de cinco minutos “para reflexionar o ir al baño”), el espectador ha asistido a tantos cambios, anhelos y también decepciones que la impresión de haber compartido pedazos de vidas ajenas queda impregnada en la mente y en el cuerpo.

Quién lo impide, estrenada recientemente en el Festival de San Sebastián, comienza en tiempo casi presente, con la pandemia de covid-19 de fondo: Trueba y una decena de sus “actores” comparten pantalla en una videoconferencia. El director anuncia que la película está lista y todos se preguntan cuánto del material filmado habrá quedado en el montaje final. Corte al pasado, a una reunión con alcohol y muchos cigarrillos en la casa de uno de los chicos. A partir de ese momento, la realidad de la vida escolar y privada de los protagonistas se entrevera –sin que muchas veces se note una escisión clara– con secuencias creadas de forma colaborativa. El bullying como mal a enfrentar cotidianamente, una visita a la Filmoteca para ver una película de Rita Azevedo Gomes, discusiones políticas, el viaje de egresados a Granada, con sus salidas, nuevos vínculos y bromas crueles, un primer romance de verano en la ciudad y en el campo.

Si hasta ahora Trueba había reflejado, en mayor o menor medida, su propia edad biológica en la de los personajes de las películas, Quién lo impide vuelve hacia el final de la segunda década de vida para repensar etapas posteriores bajo una nueva luz. Dedicada al cantautor recientemente fallecido Rafael Berrio, autor de la canción que le regala el título a la película, el espíritu punk de una de sus últimas escenas señala que los ideales e ilusiones por un mundo mejor pueden sostenerse a pesar de la consciencia plena de su imposibilidad

El espíritu rector de What Do We See When We Look at the Sky, segundo largometraje del georgiano Alexandre Koberidze, es una amalgama entre la creación y la observación. Porque si bien al comienzo de sus 150 minutos el tono imperante es el de la fábula, el realizador comienza rápidamente a plantear tantas digresiones como personas, animales y objetos aparecen delante de cámara. La ciudad es Kutaisi, ubicada a ambos márgenes del río Rioni, en el centro de la exrepública soviética. Un hombre y una mujer, ambos veinteañeros, se cruzan casualmente en la puerta de un jardín de infantes y vuelven a encontrarse esa misma noche, concertando una cita oficial para el día siguiente.

What Do We See When We Look at the Sky, de Alexandre Koberidze.

Una voz en off describe la maldición que sobrevendrá: por la mañana, los cuerpos, rostros y aptitudes físicas e intelectuales de los posibles amantes (o amigos, quién lo sabe) mutarán por completo, impidiendo el reconocimiento mutuo. Punto y aparte, porque ese puntapié inicial, auténtica excusa narrativa, se abre a un mundo entero: a la vida en la ciudad y sus bares, a un mundial de fútbol que nunca existió (o sí existió, pero con otros resultados), a un grupo de habitantes caninos con consciencia de clase y gustos personales, a un trío de cineastas en busca de parejas para protagonizar un film, a chicos y chicas con ganas de tomar un helado o jugar un picadito en la plaza, con fondo musical de “Notti magiche”, completa y sin ediciones. Con armas de apariencia sencilla y transparente, What Do We See… parece querer reinventar el cine regresando a sus orígenes más sensoriales, pero sin dejar de lado las ambiciones de la modernidad cinematográfica. Es la clase de película en la cual muchos espectadores elegirían vivir: engañosamente simple, luminosa, realista pero esperanzada, bella, capaz de encantar y enamorar. Sin duda, uno de los títulos del año.

De breves 99 minutos, The Girl and the Spider, segundo largometraje del suizo Ramon Zürcher (The Strange Little Cat) y primero de su hermano gemelo Silvan Zürcher, es otro prodigio de bajo perfil y altísima performance. A diferencia de las expansivas compañeras de competencia en estos días marplatenses, aquí la historia es mínima y compacta. Dos chicas que han convivido en un mismo departamento se separan; una de ellas se está mudando a otro edificio con un nuevo compañero de piso. El film transcurre de hecho en esos dos únicos ambientes, a lo largo de un par de días y noches, material más que suficiente para un ensayo sobre las relaciones humanas –los deseos insatisfechos, rencores, costumbres e idiosincrasias- que hace de cada detalle un universo en sí mismo. El truco de los Zürcher, en una película en la cual se dialoga bastante, es la extraordinaria dirección actoral, que hace de cada gesto y mirada una fuente inagotable de sentidos, comenzando por la magnética actriz alemana Henriette Confurius, a quien muchos espectadores reconocerán por su papel central en la serie de Netflix Tribus de Europa.

En el maremágnum de la mudanza, con el constante desplazamiento de objetos y distintas personas entrando y saliendo de las habitaciones, comienza a desarrollarse un pequeño gran drama, que los realizadores logran crear y transmitir de manera precisa, pero sin dejar de lado la posibilidad del enigma y un poco de excentricidad (allí está esa mujer “vampiro” que vive de noche y de día se esconde en su cuarto), con la participación de un perro y un gato como acompañantes de los humanos. Los encuadres –precisos, nunca redundantes, muy pensados, pero nada forzados– son también esenciales al éxito creativo de The Girl and the Spider, que además se permite una notable secuencia onírica y el mejor uso del hit europop ochentoso “Voyage, Voyage” en la historia del cine.

Quién lo impide se exhibe el lunes a las 11.15 horas en Cinema Los Gallegos 1.

What Do We See When We Look at the Sky se exhibe el lunes a las 12 y 21 horas en Teatro Auditorium y el martes a las 11.15 horas en Cinema Los Gallegos 1.

The Girl and the Spider se exhibe el lunes a las 15.30 y 18.30 horas en Teatro Auditorium.

Todas las películas estarán disponibles online en https://www.mardelplatafilmfest.com a partir de las 21 horas del primer día de su exhibición presencial y durante 72 horas.