Racing venía mal y con Fernando Gago sigue restando. Cuatro jugados, uno ganado, tres perdidos con el nuevo entrenador es un dato que aumenta las frustraciones. Los tibios silbidos que despidieron a los jugadores tienen más que ver con los resultados que con el juego, porque el equipo tuvo algunos pasajes muy buenos y en el balance general mereció por lo menos el empate.

El equipo de Avellaneda pagó un precio muy alto por su errores. 1) En el empate de Colón los defensores dejaron un hueco, y ya se sabe que Ferreira le pega con mucha precisión y no se le puede dar esa ventaja. 2) Con el partido 1-1 Lisandro López pateó un penal al medio del arco, sin fuerza, a las manos de Burian que en ningún momento pensó en arrojarse anticipadamente hacia uno de los postes, como seguramente creyó Licha que iba a hacer. 3) En el segundo gol de Colón Nery Dominguez dudó en un rechazo kilométrico de Piovi y confundió a Arias, y los dos quedaron en el medio de Beltrán, que había corrido de puro optimista y terminó empujando la pelota con suavidad a la red, ante la sorpresa general.

Más allá de los errores puntuales Racing jugó bastante bien al menos hasta los 15 minutos del segundo tiempo, generó mucha inquietud en el fondo de Colón con las subidas de Pillud, la movilidad de Chancalay y la gambeta del pibe Alcaraz, el mejor del equipo. El pibe metió de tiro libre el gol al ejecutar una falta que le habían hecho a él y fue también el que provocó el penal de Meza, con su dribbling endiablado. Se tiene confianza el chico y genera la sensación de que algo bueno puede ocurrir cuando entra en contacto con la pelota. Se tuvo que ir lesionado, cuando ya el equipo había cambiado toque prolijo por avance desesperado.

Colón sobrellevó los peores momentos con las intervenciones de Burián que sacó varias, y entre ellas una fenomenal tijera de Licha López. Bien como siempre Aliendro, Bernardi y Lértora sumaron méritos para que el equipo aportara brillo al espectáculo.

Racing mereció más, pero no logra enderezar el rumbo y sus hinchas tiemblan cuando piensan que dentro de tres días lo van a tener enfrente a River, que suele ser implacable con ellos.