El actor rosarino Luis Machín encarna en la nueva película de Néstor Zapata, Milagro de otoño, a Faxman, un ilusionista y titiritero que recorre con su viejo Citroen los pueblos de las provincias y queda encandilado por Candelaria (Sol Zaragozi). El momento que vive Faxman es el de un hombre que siente la necesidad de recuperar su tiempo de amor perdido. Y terminará negociando con el relojero del barrio, un verdadero “guardián del tiempo”, el regreso, por un ratito, a su pasado. En esta historia, Machín deja de lado algunas de las máscaras de villanos para ponerse en la piel de un ser lleno de ternura y un tanto melancólico. El film se estrena el jueves 2 de diciembre en salas.

"Es una película cuyo guión ya hace mucho tiempo que Zapata venía trabajando y dándole forma. Así que yo supe de esto hace unos cuantos años", cuenta el actor. Según relata Machín, el cineasta siempre pensó que el actor tenía que ser el protagonista y cuando Machín leyó las primeras versiones del guión le dio mucho deseo de interpretarlo porque “es una película que, en gran parte, lo que deja en un plano muy presente es la vida de los actores, de los titiriteros, sobre todo en las zonas del país que no son la Capital Federal", según cuenta.

"Habla mucho de nuestra forma de vida y de mi forma de vida cuando vivía en Rosario, donde era actor titiritero. Entonces, es una historia que refleja mucho lo que nosotros atravesábamos. Incluso, nuestras primeras giras en Europa y Latinoamérica tenían que ver con espectáculos al aire libre, algunos títeres de guante, con repertorios de las obras de Javier Villafañe. Todo un repertorio que era de teatro popular y que fue parte muy importante de mi formación como actor. Como la película tiene en un plano preponderante ese tipo de vida que hacíamos nosotros también me resultaba muy atractivo. Eso sumado a una historia de amor me sedujo muy rápidamente y yo le había dicho que sí a Zapata hacía mucho tiempo", señala Machín.

-Si bien es ante todo una historia de amor, ¿ves la película como un homenaje a los artistas de variedades?

-Nosotros nunca nos llamamos artistas de variedades, pero sí yo me crié viéndolos. Cuando yo era chico era muy común el circo. El circo, los magos, los payasos. Yo no fui mago, aunque el actor hace algo de magia pero no como se lo considera tradicionalmente como el mago de palomas, por ejemplo. Nosotros nunca nos llamamos artistas de variedades. Eramos actores y actrices, directores de teatro. De todas maneras, mi crianza sí tuvo que ver con ver esos espectáculos en las plazas en Rosario, de magos y titiriteros ambulantes. Fue algo que viví en carne propia y que fue parte muy importante de mi formación como actor. Acá no se conoce ese aspecto, porque ya cuando me vine acá abandoné a los títeres. El homenaje a los artistas de variedades está siempre porque nosotros, de alguna manera, lo éramos sin la nomenclatura porque no hacíamos televisión ni cine.

-¿Cuánto te sirvió aquella experiencia que relatás para construir el personaje de Milagro de otoño?

-Es un porcentaje muy alto lo que muestra la película de lo que éramos nosotros en esos momentos. La verdad es que todo me sirvió porque nada me resultó ajeno ni cuando el personaje hace el espectáculo de levitación. No porque yo haya hecho espectáculos de levitación, pero sí en la calle, en la peatonal Córdoba de Rosario hacíamos teatro en la calle. Se lo ve al protagonista girando con el Citroen y nosotros también girábamos con un Citroen por todos los pueblos. En la provincia de Santa Fe íbamos anunciando. Ni siquiera teníamos altavoces. Lo hacíamos con el megáfono de mano. Todo lo que se ve en el personaje, salvo los números de magia, yo lo había experimentado.

Milagro de otoño

-Parafraseando a la canción de Sui Generis: ¿hubo un tiempo que fue hermoso en los escenarios y que hoy se resiste al olvido?

-Sí, todo eso forma parte de los lugares donde nosotros nos formamos. Generalmente, hay como una mirada piadosa que pone lindas cosas que, a lo mejor en ese momento, no lo eran tanto. En lo personal, yo siempre viví como una fiesta la posibilidad de actuar y de reproducirme en personajes y en esos casos específicos en personajes en muñecos. Toda esa vida que llevaba no la veo ahora como algo que ya está, que quedó atrás y que ahora es lo mejor. Se alindan los recuerdos en el tiempo pero también había momentos que eran muy duros. De repente, hacíamos funciones a las que iba muy poca gente en gira. La primera gira por España, que fue con los títeres, nos volvimos con deudas, no nos volvimos con alguna diferencia. Habíamos tenido para vivir haciendo títeres en la calle en Barcelona, y después algunas funciones vendidas a festivales como los de Zaragoza, Bilbao, Logroño. Y eso nos permitió pagar una parte de los pasajes, pero los festivales no cubrían todo el pasaje. Entonces, nosotros, a su vez, nos endeudábamos. Y situaciones que a la distancia se ven muy románticas, en el momento uno también las padecía. La distancia hermosea la situación pero estábamos en una pensión en el Barrio Chino de Barcelona y nos dormíamos escuchando cómo se peleaban a cuchillazos en la ventana de la pensión. Era la Barcelona pre-olimpíada. Pero no hay lugar para el arrepentimiento y si hay una solidez que se manifiesta en mí como actor tiene mucho que ver también con esa formación y con esos escollos que había que sortearlos.

-Tu personaje es edulcorado pero también con cierto tono melancólico, ¿no?

-Sí, prácticamente como somos los rosarinos (risas). En la ciudad de Rosario tanto como acá tenemos el tango como nuestra bandera insignia de lo que son los ritmos populares de esta zona. Y eso conlleva a un tinte un tanto melancólico. Y en el personaje eso se ve. Me interesa mucho lo que propone la película en relación a que no se cierra en la cabeza de este hombre. Y no terminás sabiendo si eso que le pasa termina pasando sólo en su cabeza, con quién hace las funciones, si efectivamente las hace con una mujer, si está enamorado... Ese interregno en el que queda la película me resulta interesante porque no te da nada resuelto. Y sobre todo no te da nada resuelto en lo que es la cabeza de este hombre. Y eso es un peso grande que tiene la película y tiene que ver con la mirada de Néstor Zapata. Sobre todo es un director de teatro y su temática se repite y tiene que ver con el después de la muerte, el vínculo con el otro y el otro que sigue viviendo por más que haya traspasado la línea de lo que es la vida material. La película tiene, en ese sentido, magia y metáfora.