Durante una tarde de Carnaval en Buenos Aires, mientras camina entre los tambores, la espuma y los disfraces que parecen hacer todo posible, una flamante bióloga sigue un impulso y entra en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. Allí, comienza la aventura de Educando a Darwin, una ficción publicada por Eudeba en la que el fantasma del célebre naturalista inglés recorrerá junto a Ana, su nueva colega argentina, distintos polos científicos de la ciudad para informarse acerca de los nuevos aportes a la teoría que lo llevó a la fama.

Tras la publicación en 2006 de ¿Qué es (y no es) la evolución?, la doctora en Biología María Susana Rossi retoma esa línea temática y la amplía en esta novela elaborada en conjunto con el profesor y doctor en Ciencias Biológicas Marcos Imberti. Los autores se proponen llenar el espacio vacío que hay en el material editorial de divulgación con respecto a la biología evolutiva post-darwinista.

“En mi otro libro se llega a explicar la teoría de la evolución hasta lo que se sabía a mediados del siglo XX, pero después de eso ha corrido mucha agua abajo del puente y lo queríamos contar”, afirma Rossi, quien en paralelo a su trabajo de divulgación y a su carrera literaria se desempeña como investigadora del CONICET en el área de la biología evolutiva.

El thriller entrelaza aventura y conocimiento –y, en paralelo, un pequeño romance– traccionado por los frenéticos diálogos entre Darwin, Ana y varios referentes científicos, a través de quienes se repasan las modernizaciones y contribuciones que distintos investigadores hicieron a lo largo de los años a los postulados básicos de El origen de las especies.

Docente de enseñanza media desde hace varios años, Imberti subraya el “gran interés de los jóvenes” por el ámbito científico, aunque plantea la existencia de “una visión dogmática, asociada a verdades reveladas” que hace difícil entender a la ciencia como una disciplina “que se construye permanentemente y que está en constante cambio”.

“Creo que ese es el rol de un docente: básicamente transmitir que la ciencia no es solo conocimiento, sino que también es método; que hay un contexto y una historia y no se puede enseñar un tema despegado de la historia que le dio origen”, agrega. En el libro, los encuentros con los fantasmas de los grandes nombres de la biología cumplen el rol de humanizar el saber y de incorporar datos biográficos y contextuales a los conocimientos que se abordan.

En esa línea, Rossi propone “bajar a la ciencia del pedestal” y concebirla como una “actividad cultural más, como lo pueden ser la música o la literatura”. Según la investigadora, es necesario acercar aquello que “fue puesto en una estrella lejana” para que las “nuevas generaciones se apropien de la ciencia” en pos de “aumentar el número de científicos y sostener un desarrollo nacional importante y pujante en estas disciplinas”.

Asimismo, ambos autores coinciden en remarcar el crecimiento de la divulgación científica en el país durante los últimos 15 años y resaltan la explosión de material disponible a partir de la pandemia de coronavirus y la revalorización del rol de los investigadores que implicó la crisis sanitaria.

La divulgación, concluye Rossi, es importante “porque genera un ciudadano informado capaz de tomar decisiones que incumben al ámbito científico, aun sin ser científicos”.