Los nombres de los discos suelen deparar sorpresas. Ponerle a uno 1200 metros, porque era la distancia que dividía a su autor de una movilización obrera que ocurría entre Congreso y Plaza de Mayo “no” es la excepción a la regla. Más bien se trata de un ejemplo palpable. “Es mi modesto homenaje a los que luchan todos los días por un mundo sin opresores ni oprimidos”, sentencia el marimbista Marcos Cabezaz, ideólogo del título y del disco que estrenará en público mañana a las 19 en la sala de cámara de la Usina del Arte (Caffarena 1). “La verdad es que compongo y arreglo para otros instrumentos, pero a la hora de interpretar mi música, la marimba es la herramienta con la que me siento más cómodo… los demás instrumentos orbitan alrededor de ella”, se adentra éste singular músico “popular y académico”, ahora sí en su metier específico: explicar los ejes sobre los que gira su original labor. “Respecto del vivo, va a ser una presentación intimista. Voy a tocar mi obra para marimba sola a seis voces, con la técnica de seis baquetas, y a compartir el resto del programa en diálogo con mis invitados”, dice Cabezaz, que porta en sus espaldas un amplio camino recorrido.

Trabajar con el ensamble de percusiones Paralelo 33, para el Centro de Experimentación del Colón, por caso. O ser parte de la Banda Sinfónica de la Ciudad desde 1992; curtir dúos con la saxofonista Yamila Bavio y el percusionista Facundo Ferreira. O codearse con Silvia Iriondo, Mariana Baraj, los Illya Kuryaki, el “Mono” Fontana, Carlos Aguirre y la orquesta sudamericana dirigida por la pianista Nora Sarmoria quien, junto a Fontana, es una de las pocas coparticipaciones de 1200 metros. “Al Mono lo conocí por el 2000. Compartimos encuentros informales de improvisación, y más tarde integré uno de sus tríos, en una experiencia que resultó breve pero intensa, Con Nora compartí un disco a dúo (Bichos y Malezas), y el noneto Amaranto, además de arreglar y dirigir para la orquesta”, enmarca Cabezaz. 

“Yo quería ser Van Hallen, pero bueh”, se ríe, para señalar que sus modelos musicales no son precisamente del ghetto marimbero. Ubica dentro de su constelación de referencias e influencias a Frank Zappa, Gismonti, Stravinsky, Marcelo Toledo, el Cuchi Leguizamón, Guillermo Klein y su maestro Guillo Espel. “Igual, no es tan exótico como muchos creen… la escritura para marimba es similar a la de la guitarra. La diferencia es que ellos pulsan con cuatro dedos, nosotros con cuatro baquetas, pero el registro coincide”, explica el músico, cuyo disco debut está poblado por diez piezas instrumentales, algo folklóricas, algo candomberas, algo jazzeras, pero todas compuestas por él “y coloreadas gracias a la magia del multipista” .